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¿Sin salida?

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| Cedoc

A mí me remite, antes que nada, a los prodigios del Gran Houdini, al menos tal como los vi en la infancia actuados por Tony Curtis. Un tanque de agua herméticamente sellado, unas cadenas rigurosas, un cerrojo rotundo, y de ahí una pregunta imperiosa que cobraba incluso un sentido existencial: ¿Cómo va a salir de esta? Y más específicamente: ¿Cómo va a salir de esta, en la que él mismo se metió? Lo pensé otra vez, por estos días. A propósito de Mario Ishii, por supuesto.

Puesto a pensar, pensé también en esa escena tan típica, fuente inagotable de chistes y remates: la escena en la que el infiel es sorprendido como quien dice in fraganti, en la cama y con la amante. El dilema es semejante: la salida de lo sin salida. ¿Qué decir, qué alegar, en una circunstancia así? Hay fórmulas de lo imposible: “No es lo que pensás”, “Dejame que te explique”; y sobre todo esa insuperable resolución de Groucho Marx en Sopa de ganso: “¿A quién vas a creerle? ¿A tus ojos o a mí?”. Mario Ishii debería ensayar ahora un recurso análogo: ¿A quién van a creerle, argentinos? ¿A sus oídos o a mí?

No parece tener escapatoria, y eso es lo interesante. Porque Ishii, pese a todo, lo está intentando. Ya apeló al viejo truco: que lo sacaron de contexto. Pero con eso no ha hecho más que plantear un desafío fabuloso a nuestra imaginación, casi una consigna impartida en un taller de narración: “Defina un contexto en el que esta frase (la de las ambulancias y la falopa) pueda resultar admisible”. ¿Existe ese contexto? A mí no se me ocurre.

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Ishii recurrió, a continuación, a esa condición tan propia del lenguaje y tan provechosa para la literatura: la polisemia. Explicó que usó “falopa”, no en el deleznable sentido de las drogas ilegales, sino en el sentido de medicamentos, drogas legales (cuya distribución sin prescripción médica no deja de ser, sin embargo, ilegal). Es raro que no se le haya ocurrido invocar esa otra acepción del término, para aducir que se refería simplemente a cosas falsas o de mala calidad.

La situación es intrincada, y a la vez bastante simple. Es simple porque todos sabemos qué es lo que dijo Ishii y porque él sabe que lo sabemos. Y es intrincada porque, pese a todo, y contra toda evidencia, está decidido a salir indemne del entuerto. ¿Lo logrará? Puede que sí. Primero, porque hay unos cuantos para quienes un asunto así no reviste mayor gravedad. Luego, porque hay unos cuantos para quienes reviste gravedad tan sólo en función de esa tara de la política que da en llamarse grieta, si es de un lado o si es del otro la cuestión. Y por fin porque, según parece estar comprobado, cualquier sobreactuación de la lucha contra el narcotráfico suscita una pronta credulidad en amplios sectores.

De última, nadie ignora cómo se sale de un laberinto, de todos los laberintos: por arriba.