En PERFIL del domingo 29 de septiembre, Horacio González, director de la Biblioteca Nacional y líder del grupo o forma geométrica que contiene intelectualmente al kirchnerismo, explicó las bondades de las fisuras como forma de fortalecer la democracia. En política, dice González, las formas de construcción tradicional, los proyectos que se amasan en el sigilo, los banquetes, casamientos y sets de TV, la institucionalidad, la normalidad, el orden, el propio peronismo, tienen forma circular. Palo y a la bolsa. Por más revolucionarias o progresistas que pudieran haber sido al inicio, una vez construidas, estas formas con forma de círculos se cierran sobre sí mismas, se transforman en conservadoras, se sientan en una “tabla redonda nobiliaria y vulgar” y detienen la historia.
Los círculos ajenos, como figuras geométricas perfectas, son fácilmente distinguibles para González. Son malos y hay que romperlos. Néstor fue un permanente quebrador de círculos. Desde su llegada a la presidencia hasta la Cristina de hoy, el kirchnerismo se ocupó de generar fisuras, fallas o rasguidos en todos los círculos conocidos, permitiendo al pueblo liberarse de las ataduras de los circulares programas de custodia institucional. El gusto de Néstor por los negocios y la mayor o menor prolijidad de sus declaraciones juradas resulta anecdótico frente a su ambición de militante y de “fisurador” serial. El propio González se ubica a sí mismo entre los buenos, aunque como de costumbre, no le sale fácil: “los que rechazamos las circunvoluciones misteriosas del denominador necio, que habla por la añoranza del círculo… seguimos siendo los que siempre sacan su fuerza de las inadvertidas roturas, las inopinadas rajaduras que de repente permiten que nuevamente el flujo se disemine, nuevos excedentes vengan a la luz.”
Círculos, formas contenedoras y fisuras han existido siempre en la historia de la humanidad. Sin duda que las fisuras, generadas y hechas realidad por cientos de personas que se salieron del molde, han permitido la evolución del hombre. Pero no podemos dejar de advertir que las nuevas expresiones políticas, filosóficas, religiosas y culturales que logran romper esos moldes o formas tradicionales, buscan y obtienen contención y espacio para su desarrollo en nuevas figuras geométricas cerradas. El tiempo hace que lo nuevo se convierta en tradicional. Y así se repite la historia.
Coincido con González en que Néstor rompió la “forma versión 2003” del peronismo. Una forma geométrica irregular que ya venía debilitada luego del fracaso de la fisura introducida por Carlos Menem a la “forma versión 1989”. Pero la fisura o falla provocada por Néstor y profundizada por Cristina no escapa a la ley general: luego de diez años se consolidó en una nueva forma cerrada, autoritaria y tan ciega y alejada de la ley como aquello que sus artífices y el propio González trataron de combatir. De profundizar una fisura en aquella forma irregular, se pasó a limar sus aristas para convertirla en un círculo, tratando de evitar así cualquier resquicio por donde se escape la tortuga. La historia se repite. Nada nuevo para el peronismo.
González, haciendo base en la Biblioteca Nacional y en búsqueda de círculos ajenos a fisurar, no advierte que su propio grupo de lucha y combate ha tomado forma circular, cerrándose fanáticamente alrededor de una fisura que ya dejó de serlo. Y que el kirchnerismo que fanáticamente defiende ha mutado de forma irregular a forma cerrada casi perfecta. Y que como dice la historia del peronismo, una nueva fisura aparecerá tarde o temprano. Será Massa u otro. Pero será.
Lo cerrado del círculo que rodea y enceguece al director de la Biblioteca Nacional le impide imaginar fisura alguna que provenga de fuera del peronismo. Como intelectual sería saludable alentar la posibilidad de fisuras o propuestas alternativas a las del gobierno de turno, que procuren la real inclusión de los argentinos en la sociedad. La construcción de estas alternativas, quién y cómo, es harina de otro costal.
*Directivo de la fundación Pensar.