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Sobre el estilo tardío

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Lo llaman por teléfono. Es la policía. Le dicen que su padre está en la comisaría tal y cual porque le acaban de entrar a robar a su casa. El padre tiene 91 años recién cumplidos. Se viste rápido y agarra el auto. Llega a la comisaría.  El padre está sentado hablando con el policía de turno. Es de mañana. Cuando lo ve entrar, el padre le avisa al oficial: ¡ése es el que me quiere robar!

Visto de alguna manera, el delirio tiene cierto sentido: cuando su padre muera, la casa que él compró trabajando como asistente de un actor cómico va a pasar a manos de él y sus hermanos. Cuando los padres llegan a grandes y se enferman o simplemente entran en esa zona que parece creada por Stephen King, los hijos –si es que hay– se ponen a deliberar qué hacer con el anciano. Cómo cuidarlo.

En la familia de él hay una larga tradición de longevos y siempre se ha conseguido que no fueran a asilos. Se los cuida, se los cambia, se los limpia hasta el final. El tiene dos hermanos más, de los cuales uno solo está en operaciones. El otro viene padeciendo una depresión cíclica que lo mantiene cuatro meses en la cima del ánimo comiéndose el mundo y ocho meses en la cama, empastillado. Ocho meses con la camiseta que usa Messi en la selección argentina, cuatro con la del Barcelona. Ahora, que el padre está muy mal, está con la del Barça. Así que quedan dos para ocuparse de todo.

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Una vez, recuerda mientras consigue sacarlo de la comisaría y meterlo en el auto, vio con su padre una película sobre la vida de los esquimales. Con Anthony Quinn. Lo había impresionado que una anciana de la tribu, cuando llegó a vieja, se iba para que se la comiera el oso. Le parece una gran tradición. Su padre pasa días en los que tiene wi-fi –come, habla, se baña– y días en los que pierde el wi-fi –no se baña, no come, tiene delirios persecutorios y habla con gente que no existe.

En un libro de Edward Said se teoriza sobre el estilo tardío de algunos escritores. Dice ahí que algunos logran en los últimos años de su vida sus obras más arriesgadas. Yeats lo hizo: sus últimos poemas son geniales. Silvia Plath, en el último tramo de su vida, escribió sus mejores poemas. Los Beatles también, Abbey Road es una obra maestra.

Como la señora que lo cuida estaba de licencia, él fue y se encargó de limpiarle el baño que parecía una retrospectiva de Jackson Pollock. Desde que su padre está mal, él vive con la sensación de que hay una célula dormida terrorista escondida en su casa y que se puede despertar en cualquier momento y atacar. Un enfermero, que vino de urgencia, le dijo: “Pero tu viejo no era el secretario de… Olvidate, estos tipos no se mueren tapados por una frazada, ¡cuatro días tuyos son un día de ellos!”. Así que este es el estilo tardío: la vejez es el último verso del poema, después de él empieza la crítica.