“Hay personas que no soportan la falta de unanimidad. Hay otras a las que les excita eso y procuran irritar por sistema a una parte de la población. El mayor riesgo de esto último es que se suele intentar halagar a otra parte, diciéndole lo que desea oír y convirtiéndola en ‘incondicional’”.
Javier Marías, El País, 2007.
Hablo de hipocresía, pero para repudiarla, claro. Nada más sólido que eso, ¿no? ¿Cómo no me van a amar después? Descubrí que hacer propaganda de la sinceridad cae bien. Si yo me defino como lo contrario a un hipócrita, seré considerado un tipo franco y transparente. Por eso, aludo en mis discursos a lo que “pasó” en los 90 como si fuese un entomólogo describiendo insectos jamás vistos por nadie.
¿Quieren que les diga algo? Ellos son unos mentirosos que, además, forman parte de las “corporaciones”. Cuando hablo de “corporaciones” me refiero a los partidos políticos, a la justicia y a los periodistas. Es cierto, castigo un poco a los empresarios que no se disciplinan, pero nunca los menciono como “corporación” porque muchos de ellos ya me han demostrado una obediencia formidable y, además, no nos engañemos, todos ellos andan dulces con nuestros subsidios. Me lo dicen aquí, cuando los recibo, “Presidente, nunca ganamos tanto dinero”. No van a sacar los pies del plato.
Me puedo dar el lujo de decirles a los dueños de La Nación, los Saguier, que por su actuación durante la dictadura no resisten un archivo, aunque Fernán y Julio eran adolescentes en esa época. Yo en cambio sí me lo banco. Ahí están, en Río Gallegos, estantes repletos de carpetas con recortes de prensa registrando incontables homenajes que hice desde 1983 a 2003 a los desaparecidos. ¿O acaso no están llenos Río Gallegos y El Calafate de placas y monumentos honrando a las víctimas? No entiendo por qué ocultan que a la plaza Rodolfo Walsh de Río Gallegos la inauguré personalmente en 1995.
Ahí están, además, las fotos que documentan cada vez que en los cuarteles de mi provincia descolgué cuadros de militares, antes incluso de los indultos de Menem. Hablan de mi supuesto silencio durante el menemismo, pero ¿no se acuerdan acaso de mis lapidarias invectivas contra Menem, cuando me opuse tenazmente a esos indultos de 1989 y 1990, que dejaron en libertad a casi 300 violadores de los derechos humanos? Los repudié en casa, aunque no anduve bardeando, desde ya, pero ¿qué importa?
Por eso, yo sí aguanto un archivo. Los de La Nación, no, y por eso los tengo de hijos. Eso es. De hijos. A jueces, a fiscales y a periodistas. Vendrán al pie, porque la ofensiva la mantengo yo y ellos seguirán condenados a defenderse, a vivir en guardia. No me van a correr a mí con acusaciones de “desmesura”. Es más, me enorgulleceré de mis dichos: sí, soy desmesurado, ¿y qué? ¿Acaso no acaba de decir Dianita Conti que está orgullosa de mis palabras?
Sé como combatirlos y los atacaré personalmente, uno a uno. Les enrostraré su pasado, para debilitarlos de modo permanente. ¿Mi pasado? No embromemos, nadie pregunta en serio por el pasado en nuestro país cuando la cosecha viene nutrida y rebosante y hay para repartir. ¿Acaso cuando Hebe salió de la primera visita que me hizo a la Casa Rosada en 2003, después de que asumí, no dijo, maravillada, “pensé que era la misma mierda que todos, pero me equivoqué”? Por eso, el pasado de ellos es mi arma de guerra, pero al mío lo deshago con subsidios.
Además, la vida se me simplifica cuando leo transcripciones que la oficina de Albistur me hace llegar a cada rato con lo que dicen de mí. ¿Quieren que les sea sincero? Mi placer es inenarrable. Leí el otro día que Díaz Bancalari dijo por radio “la concertación plural, convocada por el Presidente, para ser efectiva debe comprender un peronismo unido, respetuoso de los tiempos electorales, que no se adelante a ninguna estrategia porque, en definitiva, a la estrategia la fija el conductor, y el Conductor del Movimiento Nacional Justicialista es Néstor Kirchner”. ¿Leyeron bien? El “Mono” lo puso con mayúsculas: Conductor, Movimiento, Nacional, Justicialista, ¡qué bárbaro!
Sí, ya sé, tal vez para esos muchachos radicales que vienen al pie, babeándose por plata y poder, no sé, por ejemplo Cobos, Zamora, Katz, esos que se llaman “K”, esta frase es dura de tragar, más incomible que bife rojo hecho vuelta a vuelta, crudo y sangriento.
Es cierto, quizá deberían cuidar sus palabras los muchachos, pero no crean, ¿eh? A veces, asustar es buen negocio. La gente se intimida. Miren lo que hace Hugo con sus hijos Pablo y Facundo. ¿Quién se les atreve ahora a los Moyano?
Por suerte, el CELS de Horacio salió a defenderme. Dijo que “la Cámara de Casación Penal es un tribunal desprestigiado por sus orígenes, las posturas contrarias a la protección de derechos de la mayoría de sus integrantes y las reticencias para acompañar el avance de los juicios por los crímenes de la dictadura”. Pero, claro, tuvo que hacerle un guiño a los que viven apasionados por las “formas” y debió aclarar que “es indispensable que se abra un proceso de renovación profundo que sea canalizado por los medios institucionales previstos, con seriedad y con el compromiso de todos los poderes de garantizar la legitimidad del cambio”. Bueno, al menos una buena y una mala, el “Perro” no come vidrio.
Confieso que a veces me impresiono por la audacia de los muchachos. El otro día me arrimaron la desgrabación de una salida de Kunkel por radio, cuando hablaba de la provincia de Buenos Aires. Le preguntaron por el colorado De Narváez. ¿No se habrá extralimitado? Estaba en unos de esos reportajes que se manda a hacer y de pronto Kunkel dice: “Este muchacho colombiano... ¿Cómo se llama?”. El periodista le aclara: “Francisco de Narváez”, y Kunkel le responde: “Claro, este muchacho colombiano que dice que va a ser candidato a gobernador”. Al rato vuelve por más y agrega: “Igual, va a ser difícil que alguien que no es argentino nativo nos gobierne”.
Me quedé preocupado, a ver si nos meten una demanda por discriminación. ¿Para qué se mete con que es colombiano? ¡Tengo algunos seguidores que ni les cuento! Lo de Kunkel con De Narváez me hace acordar cuando Horacio lo menciona a Macri en Página/12 como “Maurizio”, como para chichonearlo por ser hijo de italianos. ¡Son tremendos, pero nos deberíamos cuidar un poquito!
El otro día a Kunkel se le rompió la cadena y llamó “Tabaré Menem” al presidente uruguayo. ¡Qué fenómeno! Está bien tener pegadores duros, como el “Loco” Moreno, pero deberíamos cuidar un poquito el maquillaje, ¿no? Y encima me arman candombe con mi ataque a la Cámara de Casación, y después los columnistas escriben que yo puse al país al borde de un conflicto de poderes… ¿Están locos? Si soy apenas un simple ciudadano que opina como cualquier otro, ¿por qué se ofuscan tanto?
No importa, fuerza, adelante, seguimos en la lucha. Cabalgan porque ladramos (¿se decía así, no?), pero en octubre los reventamos.
No les quepa ninguna duda.