Ocurrió hace unos días. En su despacho, Axel Kicillof hablaba con el presidente de la Unión Industrial Argentina (UIA), Héctor Méndez, a quien le llevó unos pocos minutos darse cuenta de lo inútil de la reunión. En medio del tedio de una conversación que no conducía a ninguna parte, el ministro de Economía, Devaluación, Ajuste, Inflación e Improvisación dijo algo que sobresaltó a su interlocutor. Fueron unas pocas frases, contundentes y elocuentes. “Soy el mejor ministro de Economía de los últimos tiempos. Tengo el mejor equipo”, expresó sin inmutarse Kicillof, quien, haciendo exhibición de una soberbia sin límites, agregó: “Vamos a ganar las elecciones. Si vencemos en las PASO (Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias), iremos a los comicios con un candidato K; y si gana Scioli, iremos con él”. Tras haber escuchado esto, Méndez no sólo advirtió el poco cariño que el ministro tiene por Scioli, sino también lo azaroso del devenir de la economía desde ahora hasta el 10 de diciembre de 2015.
El Gobierno está enamorado de su nueva épica: la lucha contra los fondos buitre. A Cristina Fernández de Kirchner no le cuesta demasiado embarcarse en esas disputas, a las que vive como cruzadas destinadas a cambiar el curso de la historia. Hubo mucho de ello en sus discursos ante la ONU. Es verdad que ningún discurso pronunciado allí cambia nada. Lo más significativo de la exposición de la Presidenta fue la escasísima concurrencia que hubo. Pero lo más grave no fue eso, sino el grosero error de concepción política que exhibió. Hubo un claro reproche a Barack Obama por el fallo adverso del juez Thomas Griesa en la disputa contra los holdouts. Creer que el presidente de los EE.UU. está detrás de toda esta acción es desconocer profundamente lo que sucede al interior de su administración. Las prioridades allí no pasan por la batalla judicial entre el gobierno argentino y los fondos buitre. Por otra parte, Obama –de quien el dueño del fondo NML, Paul Singer, es su declarado enemigo– se ha mostrado más de una vez crítico de muchas decisiones de los jueces de su país. Una mejor relación bilateral hubiera ayudado a evitar todo este embrollo. Pero esperar eso del Gobierno es lo mismo que pedir peras al olmo. Para hacer todo más contradictorio, no hay que olvidar la reunión que Fernández de Kirchner mantuvo con George Soros. Soros es titular de un fondo especulativo tan “buitre” como los que la Presidenta –con razón– denuesta. Si alguien se tomara la molestia de hurgar en los antecedentes del magnate húngaro, sabría que a través de maniobras especulativas llevó a la quiebra al Banco de Inglaterra, en un episodio conocido como el “Miércoles Negro”, acaecido el 16 de septiembre de 1992. Parece que eso le importó poco a la jefa de Estado, para quien evidentemente hay “buitres” buenos y “buitres” malos. “La Argentina no está peleada con los EE.UU.”, dijo el inefable canciller Héctor Timerman. El problema no es ése, sino que al gobierno de los EE.UU. le ha dejado de interesar la Argentina. Como buen funcionario K, Timerman también demuestra una escasa comprensión de la realidad.
Pero volvamos a la reunión entre la Presidenta y Soros. Allí se habló concretamente de la oferta que el magnate reiteró para hacerse cargo de la deuda con los holdouts. Esa propuesta cuenta con el aval y la participación de los empresarios argentinos que en su momento se ofrecieron a hacer una “vaquita” para reunir el monto que reclaman los fondos buitre. No fue casual, pues, que luego del encuentro con Soros, Fernández de Kirchner haya recibido a Eduardo Eurnekian, uno de los que está involucrado en toda esta sinuosa y palaciega negociación que despierta mucha controversia dentro del Gobierno. Una fuente con acceso directo a este devenir señala la existencia de un disenso creciente entre quienes apoyan esta iniciativa y quienes la rechazan. Los que la apoyan han tomado conciencia en estas últimas semanas del efecto deletéreo que a futuro tendrá la prolongación de la situación de default en la que se encuentra el país hoy en día. Ante este panorama, el jefe de Gabinete, Jorge Milton Capitanich, desespera por irse. Su estadía en el Gobierno se le hace insoportable. Habiendo concretado exitosamente su suicidio político, ve peligrar también su dominio en Chaco, su provincia. Sabe que si no actúa pronto, se quedará sin el pan y sin la torta. Esto alienta los sueños de Kicillof que, en los hechos, es el jefe de Gabinete en funciones.
Mientras tanto, “Patria sí, Buitres, no” es el eslogan del momento con el cual el kirchnerismo se esperanza, como se ha señalado más arriba, con un renacer que le permita continuar en el poder más allá del 10 de diciembre de 2014. En consonancia con esa postura, su viceministro, Emanuel Alvarez Agis, dijo esta semana que el problema con el dólar blue es psicológico (sic). Es decir, la realidad no existe. Quien desespera con las consecuencias de la ineptitud de todo el equipo económico es el presidente del Banco Central, Juan Carlos Fábrega. No es el único. Fábrega ha hecho saber a los importadores que su prioridad es asegurar que haya dólares para pagar la energía que debe importar nuestro país. El resto se irá liberando según los avatares del día a día o los humores del secretario de Comercio Interior, Augusto Costa.
Una anécdota ocurrida hace poco ilustra esta circunstancia. Le sucedió al gerente de una importante empresa multinacional, quien se apersonó a la Secretaría de Comercio para completar la Declaración Jurada de Anticipación de Importaciones (DJAI) a fin de obtener el correspondiente permiso de importación, necesario para tramitar ante el Banco Central la compra de los dólares necesarios para abonar la operación comercial con uno de sus proveedores del exterior. El permiso venía siendo demorado indefinidamente sin una causa precisa. Lo que nunca imaginó fue el tenor de la respuesta del secretario Costa, quien, de manera brutal, señaló que no les daría el permiso porque estaba enojado con la empresa. “Estoy con bronca con ustedes; cuando se me pase, vengan que les soluciono todo”. Así es como funcionan las cosas en el universo K.
Producción periodística: Guido Baistrocchi.