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Entelequias

Sordos ruidos oír se dejan

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Con algún desfase espaciotemporal, mi hijo de 7 años descubre a Zamba en internet. El afecto es inmediato. Pasa raudamente de la precisión paleontológica y los dinosaurios a cantar la Marcha de San Lorenzo a voz en cuello, o a vitorear a Juana Azurduy y ordenar sus playmóbiles para representar la aciaga batalla de Cancha Rayada y ver si –al menos en el juego– puede hacer ganar a San Martín. De un tiempo a esta parte el buen don José se ha convertido en una persona muy importante en nuestra casa. Yapeyú es un sitio soñado donde ocurren sus fantasías con dragones, la Vuelta de Obligado es más jugosa que el TEG, y una amiga chilena es conminada a explicar por qué es que en Chile ignoran la campaña heroica de San Martín y en cambio le atribuyen toda la gesta a O’Higgins. En suma, la historia ha entrado en casa para quedarse, vivida como euforia y también –por qué no– como pura angustia.

Tiene 7 años y ya sabe abruptamente quiénes de sus compañeros tienen padres macristas, incomprensibles. Parece que el tema es asunto de los recreos y la indignación recorre el aula como un halo. Me gustaría tranquilizarlo y ofrecerle una versión menos alarmista acorde a su edad y a su intelecto. Pero parece que algunas cosas nos las han puesto demasiado evidentes sobre el plato. Sigue los discursos en televisión, ubica los gestos, los enojos, las patrañas, y el Presidente se le hace algo así como el Increíble Hulk: no soy yo cuando me enojo, perdónenme.

Es una semana infantil plagada de exabruptos. Cualquier cosa que escriba hoy, jueves, será viejísima este sábado.

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a nafta no iba a aumentar en el anuncio de la mañana pero aumentó en el paquetón del mediodía; los empresarios mancomunados en el grupo “Nuestra voz” se dan arengas motivacionales citando el poema de Benedetti No te rindas (que no es lindo), y un empresario que no quiere decir su nombre manifiesta que “a Alberto lo conozco, es capitalista: la pregunta es cuánto va a poder”. Todos quieren –y no quieren– tranquilizar a los mercados, como si fueran seres de otro planeta que se pueden enojar y apretar el botón rojo. No me queda muy en claro cómo debo explicar esta semana a mi hijo; lo primero que he de comprender yo mismo es para qué vamos a votar si quienes gobiernan son esas entelequias marcianas de carácter débil, esquizoide: los mercados.

Así que espero que Zamba vuelva a salir de las cenizas de Tecnópolis y viaje al presente a explicar lo inexplicable. Quizás a él se le entienda.