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ATLETICO ARRIBA, SAN MARTIN ABAJO... TRAGICOMEDIA A LA TUCUMANA!

Subibaja en Macondo

Los problemas de dicción se multiplican en el tramo final de la campaña política acá en el puerto, sobre todo porque la mayoría de estos candidatos –los de derecha, los de centro, los de izquierda progre, los testimoniales y los de vaya a saber qué– son paquetísimos; con ese adorable acento onda San Isidro que muerde las eses y se traba o derrapa ante ciertas incómodas consonantes.

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“No, el éxito no se lo deseo a nadie. Le sucede a uno lo que a los alpinistas, que se matan por llegar a la cumbre y cuando llegan, ¿qué hacen? Bajar; o tratar de bajar discretamente, con la mayor dignidad posible.”
Gabriel García Márquez (1933)

Los problemas de dicción se multiplican en el tramo final de la campaña política acá en el puerto, sobre todo porque la mayoría de estos candidatos –los de derecha, los de centro, los de izquierda progre, los testimoniales y los de vaya a saber qué– son paquetísimos; con ese adorable acento onda San Isidro que muerde las eses y se traba o derrapa ante ciertas incómodas consonantes. “¿Pueshér? ¡Prhkecosha, che!” Mauricio, De Narváez, Solá, Gabriela, Pino, Alfonso, Lilita... Gente linda, ilustrada, profesionales tan amables o civilizados que, cuando los furiosos debates concluyen y las luces se apagan, intercambian saludos con respeto y preguntan por la salud de sus respectivas familias... Lindo.

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Ni las luces, ni los slogans para salita de cinco, ni los originales imitando a los imitadores. Nada de eso. Quizás haya sido por el contraste, pero lo único que logró tocarme el corazón en estos días fue la trágica paradoja deportiva que hoy divide en dos a mi provincia favorita, Tucumán, con quien tanto he vivido. Inesperada dicotomía en una tierra amansada en la unanimidad: más del 80% del electorado suele votar con alegre disciplina a su gobernador, el oficialísimo José Alperovich, capo di tutti capi.
San Martín, el popular club del barrio La Ciudadela presidido y liderado por los legendarios antihéroes telúricos la Chancha y el Mono Ale, está por irse al descenso en el mismísimo año de su centenario, a 13 meses del increíble rush que lo impulsara desde la liga local a la Primera. Para colmo de males, el drama se desata justo cuando su archirival, Atlético, el club decano de las clases pudientes, gana el Nacional B sin despeinarse y ocupa su lugar con pompa e ironías a granel. ¡Horror!


Pero eso no es todo. Porque Alperovich, hegemónico y campeonísimo como el Boca de Bianchi, es veneno de Atlético, mal. Tan hincha como para celebrar el campeonato en el balcón de la Casa de Gobierno, agitando banderas y cantando junto a los jugadores frente a una multitud que dejó chica la Plaza Independencia. Flor de fiestita que no se vio el año pasado, cuando los alegres eran los de San Martín. ¡Ops!
Se trata de un pequeñísimo detalle que, en este contexto, hasta podría generarle al imbatible José un dolor de cabeza en las próximas elecciones; bastante más de lo que en seis años logró su amable oposición. Sucede que los hinchas de San Martín se han juramentado votar en contra de la boleta que, una vez más, lleva en lo más alto a su mujer, Beatriz Rojkés, la amiga de Cristina (la original, no la de Tinelli). Sí, no se rían. Hay quienes creen que este estrafalario boicot del resentimiento puede tener éxito, o al menos suponen que no será fácil desactivado a fuerza de cargos, planes o chequera. Only in Tucumán.


¿Qué pasó el año pasado? ¿Por qué no hubo fiesta en Casa de Gobierno? La historia oficial dice que San Martín prefirió no hacerlo –como Bartleby, el escribiente de Melville– “por razones de seguridad”. Lo cierto es que cuando el equipo se aseguró el ascenso, los hinchas llenaron la plaza y... ¡zas!, desaparecieron los bronces de la escalinata. Hubo bronca y a la semana siguiente, ya con el título en casa, el ágape se suspendió para una mejor ocasión. Chau. Nunca hubo romance y menos ahora, pero los astutos Ale prefieren seguir cuidando las formas frente al poder. “El gobierno siempre nos apoyó”, dijeron como para enfriar la cosa. Y... sí. Hace más o menos un año, sonrientes, posaron junto al gobernador mientras recibían un milloncito destinado a aumentar la capacidad del estadio. El día que lo hagan quedará genial, dicen.


Tucumán, en honor a la verdad, debió haber sido sede en el Mundial ’78: no hay plaza futbolera como ella, fuera de Córdoba o Rosario. Pero como en 1975 la guerrilla erpiana se instaló en el monte decidieron llevarse las licitaciones para construir un gran estadio a Salta. ¡Injusticia! De todos modos Bussi tuvo su propio mundial, gracias a aquel Fondo Patriótico que financió la “lucha antisubversiva” con dinero, propiedades y otras yerbas. También lo ganó, claro.
Unos son “los decanos” porque pertenecen al club más antiguo de la provincia; los otros, siete años más jóvenes, son “los santos de Ciudadela”. Eso es lo políticamente correcto. La verdad es ésta: los de Atlético llaman a los de San Martín “cirujas” o “sucios” y para los de San Martín los de Atlético son... “los putos”. No es Tucumán, lo habrán notado, el lugar de la patria donde mejor se ejerce el eufemismo.
Sin embargo, aún cascoteado por la realidad, el conmovedor espíritu ciruja no se rinde. El viernes ganaron en Rosario y ahora hacen cálculos, mientras le rezan a cuanto santito pinte por ahí. Ojo que el equipo es ordenado y Roldán lo planta con línea de tres en el fondo desde el regional. Si en la última fecha le ganan a Lanús y Gimnasia saca menos de 4 puntos en sus dos partidos, o si los pierde Godoy Cruz... ah, quién sabe. Ojalá lo logren.
Necesitan de otro milagro. Como en 2002, cuando Tucumán pasó así nomás de las tapas con la nena que lloraba de hambre, al boom de la obra pública y la unanimidad. Pura magia, papá.