Estamos tranquilos. Sin embargo, nuestro gran problema hoy día es el del INDEC que nos genera una alta cuota de falta de credibilidad y eso no tiene solución a la vista”, se sinceraba un ministro del gobierno de la provincia de Buenos Aires. Frente a ello todo lo que haga y diga el ministro de Economía, Amado Boudou, tendrá el valor de la nada. De Boudou se habla mal tanto en los foros económicos internacionales como en los del país. Y aquí, no sólo lo critican desde la oposición; dentro del oficialismo, el “desamor” por la figura del ministro va en aumento. No obstante, el problema no es Boudou sino el poder que lo sustenta. Y ello tiene nombre y apellido: Cristina Fernández de Kirchner.
La semana que terminó tuvo un dato no menor: durante casi todos los días se conocieron expresiones de Hugo Moyano en las que, doblando la apuesta, no dejó pasar oportunidad para insistir en su aspiración de que los representantes sindicales no sólo tengan mayor presencia en las listas sino que también de entre ellos salga el nombre de quien vaya a ser el candidato a vicepresidente que acompañe a la Dra. Fernández de Kirchner. La Presidenta, por su parte, lejos está de aceptar esta sugerencia con aroma a imposición que la perturba. La persona que se integre a esa fórmula será decisión exclusiva de la jefa de Estado.
Mientras tanto, hay que señalar que la saga del caso Covelia debería seguirse con atención. Se sabe desde hace tiempo que hubo que habilitar partidas presupuestarias especiales disfrazadas como planes sociales provenientes de la provincia de Buenos Aires para ayudar a los distintos municipios a hacer frente a las erogaciones de la costosa contratación de los servicios de la susodicha empresa.
En medio de esas tensiones, el Gobierno sigue alentando la conformación de las mal llamadas “colectoras”. La presentación de Luis D’Elía en el acto del viernes en el Luna Park es una muestra de ello. Las figuras que lo acompañaron en su lanzamiento indican que el apoyo gubernamental que tiene no es poco. Seguramente Daniel Scioli no debe sentirse muy feliz con esta circunstancia.
Otra línea que se está trabajando desde el Gobierno con la idea de armar una “colectora” más lo tiene como protagonista a Sergio Massa. En diversas encuestas que maneja el oficialismo, el posicionamiento del intendente de Tigre es realmente bueno. Esto ha alentado a que desde las segundas líneas del peronismo lo estén tentando para que se presente como candidato a gobernador por fuera del partido, a fin de hacer un doble aporte: por una parte, sumarle votos a la Presidenta y por otra, quitárselos a Scioli, cuyo poder, no importa cuán infinita sea su capacidad de genuflexión, el Gobierno busca esmerilar a toda costa. Nadie sabe a ciencia cierta qué es lo que responderá Massa quien, hasta el momento, no ha producido ninguna manifestación pública que fije su posición frente a esta eventualidad. Los intendentes justicialistas que comparten su espacio político –el así denominado Grupo de los 8 que a veces son más y otras son menos– se oponen a esta posibilidad que lo dejaría al hoy intendente de Tigre fuera del PJ y con un futuro más bien gris.
Está claro además que, en pos de sumar, el Gobierno no le hace asco a nada. El acuerdo electoral que en La Rioja alcanzaron los sectores representantes del kirchnerismo con Carlos Menem es el ejemplo más resonante de estas últimas horas. Menem, quien necesita de la protección política del oficialismo para hacer frente a situaciones judiciales muy complicadas que se desarrollan en los ámbitos de los tribunales federales penales de Comodoro Py, siempre sensibles y atentos, salvo honrosas excepciones, a las sinuosidades, a los humores y a las sugerencias del gobierno de turno. Carlos Menem lo sabe muy bien y es por ello que necesita seguir conservando su banca de senador.
Las tensiones dentro del oficialismo no son pocas. El contexto electoral y las perspectivas de un triunfo constituyen el motor de una unidad más declamada que real.
Hay que reconocer que la oposición, con muchas de sus conductas, parece empecinada en dejarle al Gobierno todo servido en bandeja.
La elección en Chubut ha acabado con las aspiraciones presidenciales de su gobernador, Mario Das Neves. Lo que ha pasado en esos comicios es un bochorno de proporciones cuya gravedad va más allá del resultado. La dirigencia política toda debería embarcarse en una verdadera cruzada para terminar con cualquier práctica destinada a afectar la transparencia de los comicios. El voto es la herramienta fundacional sin la cual no hay democracia posible. La elección del domingo pasado navega en las procelosas aguas de la sospecha de fraude de las que nadie sabe si podrá salir. Eso es lo peor. ¿Deberemos acostumbrarnos los argentinos a convivir con la idea de que no se pueden garantizar elecciones limpias y transparentes? ¿Deberemos resignarnos a esta nueva involución de la calidad institucional del país?
El panorama que ofrece la oposición es incomprensible para una parte significativa de la ciudadanía. En el Peronismo Federal todavía no logran ponerse de acuerdo si van a hacer la interna o no. “El día que lo logren –si lo logran– tal vez Cristina ya haya sido reelecta”, bromea con humor ácido un dirigente cercano a Eduardo Duhalde. La reunión “cumbre” anunciada para el próximo martes con la reaparición de Carlos Reutemann, el hombre de la incógnita permanente, ¿arrojará luz sobre esto o ahondará la confusión allí reinante?
En PRO, las cosas no están mucho mejor. Mientras algunos le siguen aconsejando a Mauricio Macri que no se baje de la candidatura a la reelección de jefe de Gobierno, la situación interna está complicada. La malísima relación entre Horacio Rodríguez Larreta y Gabriela Michetti es ya inocultable. Donde hubo acercamiento, tras la elección de Chubut, fue entre Macri y Francisco de Narváez.
En el radicalismo, el panorama tampoco es mucho más alentador. Por si hiciera falta algo, el presidente del partido, el senador Ernesto Sanz, ha salido a alertar sobre la posibilidad de irregularidades en la interna.
Lo único claro que la ciudadanía hoy percibe de la oposición es su desorientación.
Las contundentes expresiones de Barack Obama sobre el reclamo de devolución del armamento incautado por la Argentina, transportado por el avión de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, que venía destinado a ser usado en una operativo de entrenamiento de las fuerzas de seguridad de nuestro país, fue un cachetazo para el Gobierno que, erróneamente, daba a este episodio por terminado. Es una señal del manejo poco profesional del área que viene ejerciendo el canciller Héctor Timerman. “Aquí adentro se vive una situación de gran desorden”, confiesan con temor varios embajadores. Lo casi increíble es que en el núcleo del poder hay quienes atribuyen lo de Obama a una operación de prensa. He aquí uno de los problemas de la Presidenta: el creer que la realidad es como ella la piensa y no la que, en verdad, es.
Producción periodística: Guido Baistrocchi