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Técnicos prêt-à-porter

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Estilo. La elegancia de Demichelis representa la figura del entrenador-gerente, de un especialista en negocios. | AFP

A esta altura de mi vida, creo que en Argentina hay dos enigmas imposibles de resolver: uno es cómo bajar la inflación; el otro, qué tiene que pasar para que a River le cobren un penal en contra. Evidentemente, con una mano grosera en el área, como la de González Pires frente a Fluminense el otro día, no alcanza. Supongo que debería haber un fracturado, un desmayo o un piquete de ojos para que el referí y el bar (ay, los drinks…) cobren. No sé. Sé, en cambio, que con los enigmas mejor no meterse. Así que cambiemos de tema, aunque quedándonos en ese partido. En los outfits de los técnicos. Mientras que Martín Demichelis estaba vestido de elegante traje y corbata, perfecto, atildado, apolíneo; Fernando Diniz, DT del Flu, andaba de aquí para allá con una joggineta y una remera desalineada con los colores del club. Permítanme decir que apoyo la causa de Diniz, que tiene su máxima expresión en Bielsa. No creo que esa decisión, la de vestirse así, sea casual. Creo que se esconden allí, al menos, dos caminos que no se quieren tomar. Caminos que, habitualmente, corren paralelos, van juntos. De un lado, el rechazo estético a la figura del entrenador-gerente, que encarna como nadie Pep Guardiola, con su look de gerente progre, de esos que parecen amables, sensibles, cool, pero que si te la tienen que dar, te la dan como cualquier garca (recordemos, por dar un solo ejemplo, al progresista Jorge Valdano, gerente de marketing de los galácticos y los negocios del Real Madrid). Es el entrenador convertido en hombre de negocios, en asesor en el Real State de las compras y ventas de mercancías llamadas jugadores de fútbol, en planes estratégicos de inversión, fideicomisos, sponsors y demás calamidades. 

Por otro lado, el estilo de Diniz (a quien, no hace falta aclarar, había visto una vez sola por tele, en el partido de ida contra River en Río de Janeiro, no tengo ninguna otra referencia) implica también correrse de los roles asignados a los directores técnicos por el show de los medios. Por supuesto que esto no es una ley: Bielsa, con su estilo de vecino dominical lava autos en la vereda de Rosario, es profundamente mediático: que si camina como un loco, que si se sienta sobre una heladerita, que si vuelca un café… su despiste es parte central del show. Pero es un ejemplo aislado. Técnicos como Diniz, con su total falta de glamour, no encajan con el papel asignado a un técnico en el fútbol. Un grasa así transmite la idea de que no sabe nada de números, de finanzas, de valor de compras y reventas, de administrar bienes no durables, llamados también jugadores de fútbol.

Viendo a Diniz, ¿saben qué? Por un segundo, el mismo segundo en que el referí se hizo el gil para no cobrar el penal contra River, extrañé a técnicos como el Coco Basile, pasándose talco mágico con el Panadero Díaz, a Bilardo haciéndose y desasiéndose el nudo de la corbata casi hasta ahogarse, personajes anómalos en una época que ya no es la suya.

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