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Teoría peroncha del liderazgo

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| Cedoc

El sueño de la transfiguración se justifica si lo transfigurado no conoce su futuro de antemano. Invento un koan zen, derivado de los aforismos o profecías estelares e infernales de William Blake. Blake dice: “¿Conoce el águila lo que está en el abismo?”. Yo digo: “¿Conoce el gusano su destino de mariposa? ¿Podría renunciar si lo supiera?  No son lo mismo. Apliquemos.

La ambición absoluta es terrena, presupone la conquista del Universo conocido, de los límites del planeta.  Esa ambición, puesta en práctica, en algún momento es seguida por el reconocimiento de los límites por parte del conquistador, y por el reconocimiento de sus propios límites. Ejemplo básico: Alejandro Magno termina siendo más persa que macedonio; encuentra más rico y apasionante lo que conoce a medida que lo conquista, que la pobreza cultural o la insuficiencia cultural de la que proviene, porque los macedonios no eran considerados del todo griegos por los griegos, sino semi bárbaros o a lo sumo griegos de segunda categoría). En resumen, la experiencia indica que toda conquista que se pretende total no es más que un anticipo de una pérdida futura. Eso implica un para qué. ¿Qué quería Alejandro? ¿Para qué tanto esfuerzo? ¿El goce del conocimiento y la destrucción de lo que se le resiste, es decir de casi todo? La totalidad no es ahistórica, aunque los líderes (sea que se presenten demoníacos o como “civilizadores”) la pretendan como tal. No pudo, entonces, Alejandro, no pudo Hitler, no pudo Napoleón, no pudieron Atila, Saladino, Gengis Khan: muertos ellos, o derrotados, los países y sus administraciones, las partes o países conquistados se reconfiguran, se quiebran, se disipan.

Los conquistadores pretenden la existencia de una “limitación objetiva” o de un “destino manifiesto” de sus países para enmascarar el deseo de expandir territorios y mejorar la economía interna, escapar de una crisis. Potencian ese deseo o necesidad con el discurso de la patria, el honor, la reparación de una injuria previa. Esos pretextos venden lo irrealizable, no importa si bueno o malo. Volviendo a mi koan zen: ¿conoce el líder su realización futura o se lanza a conciencia a la producción de lo absoluto, tenido por posible, cuando no lo es?  ¿O lo que habita el alma del líder es un ideal poderoso pero sin representación y que toma cualquier pretexto y se excusa en cualquier necesidad para potenciar y realizar ese anhelo primero? Y luego está el modo en que se construye y sostiene ese liderazgo. El líder como dios o como espejo donde se proyecta el ideal de cada soldado. Como me dijo un viejo militante político: “Perón nos enseñó que cada peronista lleva en su mochila un bastón de mariscal, pero olvidó decirnos que quien carga la mochila es la esposa”. Aporte peroncho a la teoría del liderazgo.

He leído siempre la conquista como la incursión de Occidente en Oriente y su apropiación de la cultura oriental. Pero eso es efecto de mi propia ignorancia, o de mi falta de información acerca del modo en que Oriente penetra en Occidente. Ver los árabes, las hordas turcas arrasando Bizancio, etc. Es un ciclo constante, la humanidad como un reguero de hormigas arrasando los hormigueros ajenos interminablemente.