Casi no queda más terra nullius (tierra de nadie) en el mundo. Pero hace más de cuatro siglos casi todo el mundo lo era salvo Europa y parte de Asia. Por lo menos para los colonizadores europeos, quienes pasaron a considerar terra nullius cualquier lugar en el que vivieran aborígenes, aprovechándose de la definición de “tierra de nadie” para el derecho internacional: “Territorio no reclamado por ningún Estado o sobre el que ningún país o ente tiene soberanía”.
Actualmente, salvo la parte de la Antártida comprendida entre los meridianos 90º y 150º Oeste (debajo de la Polinesia hasta algo más al este de la Isla de Pascua), sólo existe un lugar en todo el planeta que es terra nullius: Bir Tawil, el pequeño triángulo desértico entre Egipto y Sudán, que ninguno de los dos países reclama. Y casi cómicamente, cada uno se lo reconoce como propio al otro, y no por casualidad. En 1902 los ingleses obligaron a Egipto a ceder a Sudán, por entonces bajo su administración, una parte de su territorio llamado Triángulo de Hala’ib, y a cambio Sudán entregaba Bir Tawil. A partir de que se descubrió petróleo en Hala’ib, Egipto pasó a desconocer aquel tratado y sostiene que Bir Tawil es de Sudán, para así poder reclamar Hala’ib, y los sudaneses insisten en que Bir Tawil es egipcio.
Bir Tawil me recuerda el lugar de jefe de la oposición en la Argentina actual, que nadie quiere ocupar. Carrió dijo, no sin razón, que ya no es jefa de la oposición porque en lo personal ella perdió las últimas elecciones en su distrito (la fragilidad emocional de Lilita merece un capítulo aparte). Cobos tampoco puede ser jefe de la oposición porque formalmente comparte la jefatura del oficialismo. A Macri no le gusta lo parlamentario y su partido tiene poca vocación nacional. Reutemann sostiene que este año no tiene que mostrarse para recién lanzar su candidatura el año próximo. Y De Narváez no puede ser presidente por haber nacido en el extranjero.
Es mucho más fácil ser candidato que luego cargarse al hombro la responsabilidad de conducir la oposición y armonizar con el oficialismo las cuestiones de Estado. Son “una empresa de demolición que no sabe vender los escombros”, dijo Jorge Asís con su habitual acidez.
Bir Tawil también es una metáfora de muchas de las responsabilidades de gestión de estos próximos dos años. Por ejemplo: el Gobierno debe aumentar las tarifas energéticas porque no tiene más cómo financiar los subsidios y, al igual que se pasan la pelota Sudán y Egipto, les echó la culpa a las empresas, éstas al Gobierno, y la responsabilidad quedó en tierra de nadie. La oposición, en lugar de criticar la instrumentación pero apuntar a resolver el problema de fondo –que es que no queda otra alternativa que sincerar las tarifas porque se acabó el superávit–, propuso anular el aumento. El tema de las tarifas volverá en forma recurrente, porque es la consecuencia de no haber ido aumentando progresivamente los servicios públicos en el pasado, la misma olla a presión que la convertibilidad generó con la tasa de cambio y que, cuando explota, el aumento termina siendo del 300%, como fue con la devaluación y algunas tarifas.
Por eso Cavallo, irónicamente, dice que Duhalde debe ir de jefe de Gabinete y Lavagna de ministro de Economía, para que ellos se hagan cargo de reparar “el monstruo que fabricaron” de la misma forma que le tocó a él hacer morir (y morir con él) su modelo: la convertibilidad.
Bir Tawil y tierra de nadie es también el déficit de varias provincias, que primero atrasaron los pagos a los proveedores, ahora comenzaron a pagar atrasados los sueldos y pronto podrían comenzar a imprimir bonos para pagarlos. Para no pocos economistas, si no se producen cambios muy significativos, hasta la provincia de Buenos Aires podría tener que volver a imprimir su propia cuasi moneda.
Antes de Bir Tawil, los casos más significativos de terra nullius fueron Groenlandia y el Sahara occidental. Cada vez que se trató de un territorio deshabitado la situación fue menos conflictiva, pero en la época colonial no era imprescindible la vacuidad para declarar tierra de nadie a una parte del planeta, sino que alcanzaba con “la ausencia de una sociedad civilizada” (Australia y la Patagonia fueron de los últimos ejemplos de ese argumento). El peligro que enfrentan la oposición y el sistema político en su conjunto es convertirse en tierra de nadie, ya sea por vacuidad o ausencia de civilidad.