Pedirle planes de gobierno a un opositor es como esperar autocrítica de quien gobierna: no está en la naturaleza del lugar que ocupa. Ese punto de partida, sin embargo, no debe cerrar el análisis acerca de las reacciones de unos y otros ante momentos de definiciones estratégicas.
Por estos días, mucho se ha evaluado al Gobierno (ultra en contra vs. ultra a favor) respecto a su decisión de enviar al Congreso un proyecto de ley que abre las puertas a un cambio sobre dónde pagar los bonos del canje de la deuda externa.
Poco se ha dicho, en cambio, de la respuesta que dieron quienes compiten por suceder a Cristina, más allá de contar casi deportivamente quién apoya o rechaza.
Más allá de las definiciones tajantes de sus líderes, las grietas que el proyecto oficial abrió en los equipos económicos del sciolismo, del massismo y de UNEN no sólo son difíciles de disimular: también expresan riesgos.
Daniel Scioli mantuvo su alineamiento con la Presidenta y respaldó la iniciativa. Sin embargo, sus asesores en el tema, Miguel Bein y Mario Blejer, lo alertaron de los riesgos.
Algo similar ocurrió con Sergio Massa. Se opuso al proyecto, coincidiendo con la postura interna de Martín Redrado y no tanto con la de otros asesores como Miguel Peirano o Roberto Lavagna (que también fue consultado por Scioli y presentará su propia propuesta el lunes).
En UNEN, el radical Ernesto Sanz anunció la negativa a dar los votos al proyecto oficial. Pero la heterogeneidad del espacio volvió a abrir choques puertas adentro. Más de lo mismo.
El macrismo es el único espacio que se mostró homogéneo. Mauricio Macri saltó rápido y casi como un resorte a criticar la idea presidencial. La calificación de homogeneidad obedece aquí a un rasgo descriptivo, no valorativo.
Como desde diciembre de 2015 ya no estarán Cristina de presidenta ni Axel Kicillof de ministro, sino alguno de los mencionados antes, sería deseable que para entonces cada equipo acuerde con su líder estrategias para encontrar salidas. El test de esta semana ofrece no pocas prevenciones.