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11-10-2020-Perfil logo
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Emmanuel Macron anunció que prepara un plan para “una generación sin tabaco para los que tengan 20 años en 2030”. Mi hijo tendrá 20 años en 2030, así que Macron ya diseña su vida, que ya está diseñada, de todos modos. 

Vi un documental sobre la memoria tabú, el lado oculto de la liberación francesa que ayudó, a las órdenes de De Gaulle, a liberar Francia de la Ocupación. Tenían que liberarla antes de que entraran los aliados con cigarrillos y chocolates para asegurarse la soberanía, desde la Casa Blanca, Roosevelt ya estaba imprimiendo billetes franceses, pero sin la palabra República, un detalle. Recuerdo a Madeleine Riffaud con el seudónimo de guerra “Rainer”, “ese nombre de hombre, de poeta y de alemán en homenaje a Rainer María Rilke”. Ella era una estudiante de medicina de la Sorbona de 19 años que integró la Franco-tiradores y partisanos (FTP), movimiento de resistencia interna francés creado a finales de 1941 por el Partido Comunista. Primero con tareas de sabotaje, pase de mensajes, hasta matar de dos tiros en la cabeza a un oficial SS que paseaba solo a orillas del Sena una tarde de verano de 1945. Antes había intentado dispararle a un soldado alemán pero no había podido a sangre fría, ah, “no sos más que una pequeña burguesa”, dijeron sus camaradas. Pero fue vista, capturada por la Gestapo y torturada en los interrogatorios. Como el código lo imponía, aguantó tres días sin hablar (nunca dijo nada), así sus compañeros supieron que había sido capturada y debían cortar todo lazo. Madeleine fue condenada a muerte y salvada por un intercambio de prisioneros. Luego estuvo al mando de varias acciones cuando la Resistencia ocupó el lugar de poder en la Liberación. Después falsos resistentes señalaban a supuestos colaboracionistas para castigarlos y juzgarlos. La guerra no había terminado, empezaba otra guerra. En poco tiempo, se dio la inversión radical, los oprimidos eran opresores. 

Cerca de mi casa, en el barrio 13 al sur de París, se usurpó un Instituto Dental como tribunal improvisado. Víctimas y verdugos, falsos resistentes y falsos colaboracionistas, comunistas, anticomunistas y antisemitas, eran jóvenes. Fue hace 76 años, la gente de noventa y tantos que camina por esta ciudad de sombras y bares cerrados con el barbijo, lo vivió. Los que están recluidos en sus angostos departamentos, o asilados en el campo, recuerdan todo. Cuando algún periodista se les acerca, nos hablan de lo que fue ese otro mundo. La época en que cientos de jóvenes vivían escondidos en los bosques para no ser atrapados para los trabajos forzados, la época en la que las ideas de libertad, venganza, revolución, soberanía, enemigo, justicia, eran parte del dispositivo mental de los jóvenes. No se trata de una glorificación pueril de aquella generación que ponía explosivos en las vías de tren, denunciaba a su vecino judío, o moría en los campos. No se trata de una diabolización pueril de esta generación que vive, o la hacen vivir, en la app de videos china TikTok. (TikTok, TikTok, parece el nombre para una patología psiquiátrica o de un reloj bomba que te va a explotar en la cabeza). TikTok, que ya superó las dos mil millones de descargas y pone a la gente a bailar. 

Ya sabemos que cualquier dispositivo involucra accesos que pueden monitorear la actividad de los usuarios, y así y todo, aceptamos ser reducidos a la condición de usurarios y a que nos monitoreen. En realidad, saliendo lo más rápido posible de la trampa y el fraude intelectual que es toda dicotomía, solo se trata de la estupefacción que me causa ver cómo en 70 años, y en verdad diría que en 30 años, (porque para los de mi generación nacidos a fines de los 70 esas ideas eran nuestra vida) los jóvenes pasaron de ser combatientes y adultos, de vivir una vida con épica, a ser infantilizados en aplicaciones. 

Según Marcuse en su obra El hombre unidimensional, la sociedad capitalista “avanzada” se presenta como una sociedad en la que el hombre ha perdido su sentido crítico. Me da pena que mi hijo a los 20, en 2030, baile en TikTok monitoreado como un niño.