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ante brasil

Típica historia argenta

Sufrir y disfrutar, la costumbre nacional. Cayó Berlocq, ganó Mayer, y la serie está 1-1. a las 13, el dobles.

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El armisticio oral lo selló Pico Mónaco cuando, apenas se realizó el sorteo del jueves, subió a Twitter una foto suya con el pulgar arriba delante de un led que mostraba a Carlos Berlocq en vivo desde Tecnópolis. “Vamos chicos, les deseo lo mejor mañana!!”, decía el epígrafe acompañado por un #vamosargentina.

Más allá de la bonhomía del tandilense (y de la bronca por quedarse fuera), el mensaje de apoyo no sólo constituye un previsible respaldo a amigos y/o compañeros de ruta, sino también el deseo de que las condiciones para un eventual regreso sean las mejores.

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Como sucede desde otro lugar con Juan Martín del Potro, si Pico mantuviese en una dosis razonable el nivel y la eficacia que mostró en Buenos Aires –sumados al barullo que provocó su ausencia ante Brasil–, es improbable que no sea convocado para la próxima serie. No creo que a nadie le dé lo mismo jugar un cuarto de final con Djokovic de local que andar a los manotazos con cualquiera para evitar irse a la B.
Justamente a partir de esa sana y sabia postura de Juan, entiendo que está fuera de sintonía involucrarlo siquiera lateralmente en el análisis de lo que pasó ayer.

Apelar a la memoria de Mónaco es una obviedad en horas en las que todos nos llenamos de dudas. A la de Mónaco, a la de Nalbandian, a la de Enrique Morea o a la de Cattaruzza. Da igual. En cualquier deporte, cuando las cosas no fluyen, el que está en el banco siempre es el mejor. Desde la vigencia o desde el mármol.
Sólo para no esquivar el bulto, así como considero –y está escrito– que la ausencia de Mónaco es una omisión importante, del mismo modo admito que, en mi análisis básico de cronista, no hubiera imaginado a Mónaco jugando un singles en lugar de Berlocq sino de Leo Mayer. Ya saben bien cómo anduvieron las cosas ayer. Justamente al revés de lo que hubiese imaginado. Aclaración: el prejuicio y las dudas no van en desmedro de las virtudes del número uno argentino, sino que son el reflejo de la inestabilidad con la que jugó desde la gran performance de Sunrise hasta acá; especialmente en el comienzo de la temporada.

Por lo demás, la actuación de Leo es lo mejor que pudo haber pasado después del golpazo inicial. Y conste que no hablo del resultado sino de su performance. Porque Mayer podía haber ganado igualmente su partido contra Bellucci y no necesariamente dejar una puerta abierta a la ilusión del domingo.

A resguardo del milagro que todos esperamos, el dobles brasileño es un favorito que paga poco. De tal modo, no sería absurdo imaginar llegar al desenlace en desventaja.

Y si el primer singles dejó la preocupación de una derrota que parecía impensada un ratito antes de producirse, el segundo fue una señal de alivio por el enorme nivel de Mayer en el comienzo y por la recuperación emocional que tuvo después de perder mal un tercer set en el que Bellucci siguió siendo un espectador más, ahora beneficiado por el viaje a lo desconocido que emprendió el correntino.

Finalmente, hubo un rato de partido. Entiéndase por tal una lucha equilibrada o, al menos, con protagonismo compartido.

En ese escenario, Mayer volvió a ser claramente superior. Lo ganó ajustadamente y a oscuras. Pero había hecho méritos para liquidar el asunto un buen rato antes.

Sabemos que la serie se definiría mañana. Con uno o dos singles. Jugarán los dos ganadores y los dos perdedores de ayer entre sí. Nada que le quite a la Argentina la ilusión de quedarse con el último festejo.

Aun honrando la idea de que los cuatro singles están en franca discusión, Mayer llegará muy bien de ánimo a jugar con Souza y Souza sabe –lo vivió hace poco en San Pablo– que, aun ganando, jugar con Leo es muy distinto que hacerlo con Charly.

Un eventual quinto punto dejaría abierta la puerta para que Berlocq tenga su jornada de reparación. Tan mal se fue de la cancha y tan repuesto se lo vio en el festejo del triunfo de Mayer.

Aun en las derrotas, la historia copera de Carlos tenía algo de cuento de hadas. Hasta ayer. El partido que se le escapó ante Souza fue justo lo último que uno hubiese imaginado que podía sucederle en una serie de Davis.

No por el resultado final en sí: quedó claro ya que, este fin de semana, el único favoritismo concreto parecía ser el del dobles brasileño; todo lo demás está para discutirse. La pesadilla se construyó, paradójicamente, a partir de las propias virtudes de Charly, que llegó a construir una ventaja considerable ante un rival que atraviesa el mejor momento de su carrera, lo que convierte su saque, su derecha, su vigor y su capacidad de lucha en herramientas de riesgo para jugadores mucho más avezados que él.

Dicho de otro modo, Souza comenzó el partido como si su desembarco en Tecnópolis fuese una continuidad de sus excelentes actuaciones en San Pablo (finalista) y Río (cuartos de final). De tal modo, se convierte en un jugador más poderoso que Berlocq.

Sin embargo, la reconocida capacidad del argentino para encontrar agua en medio de la sequía le permitió llenar de dudas al brasileño a partir de la lucha, la búsqueda y hasta la utilización de recursos más vinculados con el sentido de la oportunidad que de su propia capacidad técnica.

Ganó el segundo set en medio de una montaña rusa que lo llevó de un 3-0 inicial a un 3-3 preocupante, para concluir por 6 a 3. Berlocq no sólo aportó lo suyo, sino que revirtió la derrota inicial a partir de la pelea permanente, de esa tozudez que le permitió quebrar dos veces el saque de un rival que, hasta ese momento –y durante gran parte del partido–, cada vez que sacó con justeza lo llevó a golpear la devolución por encima de la línea de su cabeza.

En el tercer set, el partido tomó dramáticamente el modo Berlocq del tenis. Recuperado en su juego y en su ánimo, Souza se puso 5 a 2 duplicando en tiros ganadores a su rival y limitando sus errores a alguna corrida extrema. Tuvo set point sobre el saque de Berlocq y lo perdió. Luego, dispuso de dos ventajas con su saque y salvó tres break points antes de perder su servicio. Como si hubiésemos tenido suficiente jaleo, Berlocq le quebró el saque en el undécimo game y selló el 7 a 5 luego de salvar cuatro puntos de quiebre, incluido un 0-40.

Que la mayoría de los más de doscientos hinchas brasileños dejaran de gritar fue la muestra más elocuente de que el partido había virado, quizá, para no volver a su rumbo original. A la altura del quinto game del cuarto set, varios de ellos preferían mandar whatsapps en lugar de ver un partido liquidado. Souza sacó 1-3 y 15-40, su derecha no inquietaba y su lenguaje corporal era el de alguien desentendido del asunto.

Sin embargo, en medio de la sucesión de errores provocada por un partido desactivado como tal, zafó con su saque y, después de recuperarse de otra ventaja, metió el quiebre de la igualdad.

Sin que lo supiéramos, ése había sido el final del partido de Berlocq. Ese fatídico cuarto set duró nueve games. En ocho, Carlos tuvo ventaja. Es decir, podría haber ganado ocho games en un parcial que perdió por 6 a 3. Fue como un golpe a traición. Tal vez le faltó inventarse un ritmo de juego que desapareció en esos momentos tan favorables. Quizá sintió –como casi todos los de afuera– que la victoria era inevitable.

Como sea, cuando Souza quedó 5 a 3 arriba, el partido ya fue otro. Salvo por el hecho de que, antes de perder por 6 a 3, a Berlocq se le escaparon otros cuatro puntos de quiebre.

Una pesadilla que elevó a Souza al nivel del comienzo del juego.

El brasileño, que jamás había jugado oficialmente un quinto set, terminó jugando en un nivel espléndido y, siempre girando alrededor de su derecha imponente, dejó la impresión de haber superado toda posibilidad de lógico desgaste. Cosas del entusiasmo y la adrenalina.

Otra historia de Davis. Típica. Bien argenta. Sin Vilas ni Clerc. Sin la Legión ni los Galácticos. Con Del Potro en las gateras a cuenta del alta final del doctor Berger. Nada que los argentinos no vengamos disfrutando y sufriendo desde hace más de cuarenta años.

Mañana sabremos si, como alguna vez ironizó Guillermo Vilas después del descenso de 1985, estamos para la historia o para la historieta. No. Digo mal. Tampoco es para tanto. A lo sumo, este vaivén es apenas una señal de estos tiempos que nos tocan.