“Al deseo, acompañado de la idea de satisfacerse, se lo denomina esperanza; despojado de tal idea, desesperación.”
Thomas Hobbes (1588-1679)
La plaza es para uno solo. Ellos o nosotros, los de acá o los de allá, los de arriba o los de abajo. Es así aunque la rueda gire, los tonos grises invadan el paisaje, las paradojas se multipliquen y los unos se parezcan sospechosamente a los otros. Demasiado tiempo perdido, oportunidades desperdiciadas, errores, personajes patéticos. La vieja historia de siempre. Habrá otra instancia en esta pelea, eso es cierto. Si los números dan, finalmente habrá festejo aun sin victoria y las cosas quedarán ahí, más o menos disimuladas. El año que viene se verá. El secreto es mantenerse. Será así o será catástrofe, crisis, internas agitadas y pedidos de renuncia. Quién sabe lo que puede pasar; éste es un país demasiado extraño como para pronosticar algo.
Con River ya campeón, el partido más importante de la fecha, por lejos, será Colón-Racing. Condenado al amor, la tragedia con pasos de sainete y los yerros de manual, el equipo de la arrasada ex ciudad industrial chocará contra el más popular de los ricos campos sojeros, a todo o nada, por la permanencia. Un duelo de taitas en desgracia que hubiese enamorado a Borges.
Lejos de las mieles de las Copas y sus auspiciantes, estos muchachos se jugarán el puchero con los dientes apretados. Aquel que gane se desahogará con gesto fiero, bien alejado del cotillón infantil del gran éxito. Me encantan estas batallas deportivas. Tienen el sabor de lo épico, de lo trascendente, de lo definitivo. Uno lo entrega todo cuando hay tanto en juego y aquel que piense en el dinero muy poco sabe de estos rituales mágicos. Ni idea tendrá de cómo se amasa una Pulpo avanzando entre pozos y veredas rotas; ni sabrá hacer bien la pared con la pared. Quien resigne su alma lúdica estará eternamente perdido, especialmente si gana.
La gloria –ese esplendor insólitamente convertido en lugar común por el fútbol, como la genialidad, la inteligencia y los sueños– no parece un destino reservado para estos náufragos con botines. No importa. El increíble Racing, fiel a su historia reciente, se empeña en ser protagonista cada vez que el país está en llamas. A ver: campeonato en 1966, año del golpe de Onganía; Supercopa en 1988, entre el putch carapintada de Monte Caseros y el Plan Primavera de Sourrouille; Apertura de 2001 el 27 de diciembre, pleno corralito, entre presidentes que renunciaban y otros que asumían para después renunciar, y así. Hoy pelea por seguir en Primera y sus hinchas se manifiestan en las calles contra el gerenciamiento... en medio del interminable conflicto del Gobierno y el campo por las retenciones. Infalible.
“Hubo un señor que dijo que la historia siempre se repite, primero como tragedia y después como comedia”, recordó la Presidenta en su último discurso. Enorme verdad. Por cierto, como Cristina olvidó mencionar su nombre, lo haré yo, si me permiten. El señor era alemán, de barba canosa a lo Pérsico y enorme cabeza, como Duhalde. La cita en cuestión inicia el primer capítulo de su célebre ensayo sobre el 18 Brumario, escrito en 1851: “Hegel dice en alguna parte que los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, digamos, dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y la otra como farsa”. Se llamaba Karl Marx (1918-1883), fue un enorme historiador, filósofo, economista y teórico del socialismo científico y el materialismo dialéctico. De nada. Ahora sí, muchachos, volvamos a lo nuestro.
Racing todavía no tiene una agrupación llamada La Perfumo, pero desde aquí propongo crearla, ya mismo. Si nos apoyamos en la historia, que sea con lo mejor que las masas académicas han tenido. La excursión del equipo de la santa fe a Santa Fe será dificilísima. Por algo al estadio de Colón lo llaman El Cementerio de los Elefantes, desde que allí, en los años sesenta, mordiera el polvo de la derrota el mítico Santos, con Pelé. Por historia, Racing es otro paquidermo sagrado que podría hocicar en esta cancha brava, aunque esté lejos de “morir de paz”, justamente, como cantaba Spinetta en su canción. La furia y el fervor son su esencia. El equipo con los colores de la Bandera es un espejo, un símbolo tragicómico, de lo que de verdad somos. Tanto amor, tanto chanta en el poder, tanta derrota; tanta pelea por seguir siendo. Una cáscara vacía –vaciada durante años– sostenida gracias al orgullo y la pasión de su gente.
Si es cierta esa frase fetiche de los futbolistas –“Para nosotros, son todas finales”–, entonces Racing las perdió todas. El partido de hoy será la penúltima chance. Si no gana, entonces se las verá con un equipo del Nacional B –Unión de Santa Fe o Belgrano de Córdoba–, con ventaja deportiva: aun con el empate zafará. Colón es un equipo raro. Víctima de cierta debilidad anímica a la hora de los bifes, cada año arranca como para comerse a los chicos crudos y termina con el agua al cuello. Lo de Racing es diferente. Sus jugadores ponen muchísimo empeño, eso se nota; y salvo espantosas excepciones, la mayoría podría jugar con éxito en cualquier club normal. Es innegable, además, que ha tenido mala suerte y se lesionaron piezas clave. Pero el equipo es horrible, ésa es la verdad. Hacer un gol le cuesta una enormidad y entrar en pánico cuando falta poco para el final, nada. Ganar ese partido, de visitante y con la presión de un estadio lleno, parece tan imposible... que quizá lo logre.
Es que Racing es así, colegas de crisis. Un universo desquiciado donde todo es posible. Hasta lo bueno.