La excursión de Cristina Kirchner a Roma demostró que para el poder actual el escenario doméstico es igual al mapa del mundo.
Usó su discurso ante la FAO para perorar sobre los pools de siembra, la nueva bestia negra del Gobierno. Reiteró, así, una vieja práctica de su movimiento: el mundo es, piensa y siente como lo hace el grupo que gobierna al país. Mirada invariablemente aldeana: en minigira turística por el Trastevere romano dijo que ese barrio era igual al San Telmo porteño.
Lágrimas y nudo en la garganta le impidieron terminar una frase relacionada con el exilio y el terrorismo ante italianos de origen argentino que se acercaron a conocerla en la embajada en Roma. ¿Llora Cristina en 2008 por el terror de los años 70? Sensibilidad comprensible, pero ¿qué hizo el gobierno de Santa Cruz en la materia entre 1991 y 2003?
Registrar, recordar, evocar y homenajear a todas las víctimas de una época atroz no es censurable, pero ¿pedir perdón ahora? ¿Se estará disculpando por lo que no hicieron los Kirchner en materia de derechos humanos cuando la democracia juzgaba a las juntas militares? ¿Pedirá disculpas el peronismo porque sus candidatos de 1983 aprobaban la “autoamnistía” de los militares en retirada o se excusará por no haber querido participar de la Conadep? ¿Se arrepentirá Kirchner por haber modificado el prólogo del Nunca más de 1985? Con todo respeto por el género femenino, son lágrimas curiosas y ambiguas.
Tenaza de acero: para quienes gobiernan, los que discrepan son golpistas. Se vive en la Argentina una paranoia instalada y vociferante. Los que se oponen son “contreras”. Quienes lo escuchan razonar a Kirchner dicen que para él 2008 es igual a 1955 y 1976: una conspiración para derrocar a un gobierno popular.
En este escenario destemplado aparece algo verdaderamente escabroso: el Gobierno cuestiona conceptualmente la noción de la rentabilidad de otros, no la propia, claro. Está bien que ellos hayan aumentado, en cambio, 11 millones de pesos su fortuna personal en 2007 (declaración jurada de la familia gobernante). Se indignan, en cambio, cuando personas y empresas ganan “mucho”.
Predican ahora un extraño anticapitalismo precapitalista. ¿Un regreso a las viejas “verdades” del justicialismo? No se sabe cómo caracterizan de manera seria una ganancia “excesiva”. Tampoco dicen nada de la relación entre rentabilidad e inversiones (sin la primera, no existen las segundas). ¿Se habrán enamorado, a ochenta años del nacimiento de Ernesto Guevara, del mito del hombre “nuevo” y postularán ahora los estímulos morales con los que el gobierno de Fidel Castro demolió la economía de la isla en los años 60 y 70?
Lo de Kirchner sentado días atrás junto a quienes “conciertan” con el Gobierno fue una foto de hace cuarenta años. Hace recordar a aquellos “frentes” que armaban los partidos de izquierda en los cuales todos, excepto los que mandaban, eran cuatros de copa, cartas prescindibles a la hora de los bifes, como el Encuentro Nacional de los Argentinos inventado por el PC en los 60, el Frente Antiimperialista por el Socialismo armado por el PRT en los 70, o el Frente para la Victoria actual. Esta “concertación” es lo mismo, una sociedad en la cual el socio gerente saca y pone lo importante, mientras los peones logran alguna tajada marginal, pero sólo si el negocio prospera.
La noción de que un país es patrimonio de quien ejerce el poder es de un primitivismo desesperante. Vale la pena imaginar: ¿son Mariano Rajoy, Ségolène Royal, Barak Obama, Walter Veltroni o David Cameron “enemigos de la patria” o “golpistas”, para José L. Rodríguez Zapatero, Nicolas Sarkozy, George Bush, Silvio Berlusconi y George Brown?
Es insólito, pero cunde un lenguaje viejo, obscenamente anacrónico. Al elogiar al “gobierno democrático” de los Kirchner, el intelectual marxista León Rozitchner, nacido en 1924, asegura, por ejemplo, que los medios de comunicación “en realidad son el producto de una expropiación del espacio público convertido en privado. Se presentan como si fueran el fundamento del poder democrático siendo exactamente lo contrario: su acceso está vedado a las diversas corrientes de expresión de la ciudadanía”. Para Rozitchner, los medios “forman parte de una estrategia neoliberal mundial –el capital financiero internacional– que compró el dominio de la “opinión pública” al expropiar los medios de ejercerla. Basta leer los diarios importantes del mundo: todos están defendiendo lo mismo, diciendo lo mismo con las mismas palabras. Su propiedad en nuestro país es tan espuria como el origen de la propiedad de la tierra: aliados del terror y del genocidio”. Así de sencillo.
Además, para el poder lo que no se ve deja de existir, criterio soviético practicado en la larga era de Stalin, cuyo régimen anuló hasta la existencia de las fotos del fundador del Ejército Rojo, León Trotsky, invisibilizado por el comunismo ruso desde la muerte de Lenin.
Hasta la semana pasada, se podía acceder a los datos de la operación eléctrica del país desde una computadora. Ya no más. El lunes, por ejemplo, el sitio web de la Compañía Administradora del Mercado Mayorista Eléctrico (Cammesa) interrumpió la divulgación de una serie de datos en la página web de la empresa mixta que maneja el sector eléctrico mayorista del país. Son los que revelan, entre otras cuestiones, cómo se genera la electricidad y qué combustible se consume en cada momento.
Desde hace varios meses, Cammesa, en la que participan las generadoras y distribuidoras de electricidad, padece un comisario puesto por el Gobierno. Es que a partir de los datos que proporciona Cammesa surgen órdenes de cortar o reducir la potencia.
La falta de datos arrancó con los primeros fríos, la falta de gas y combustibles. Desde fines de 2006, la firma ya había dejado de revelar la evolución de cuentas de mercado eléctrico mayorista y ahora llegó el turno de los datos diarios que permiten conocer cómo está en cada momento el sistema eléctrico.
Si hay miseria, pues, que no se note. Es que todo vale. Kirchner reconoce y valida la existencia de un personaje como Luis D’Elía, que no se ha privado de mostrarse junto al gobierno de Irán, cuyo presidente postula explícitamente la aniquilación del Estado de Israel. Kirchner cree que puede tener buenas relaciones con la comunidad judía preservando su promiscuidad con D’Elía. Cree que todo vale.