Los forcejeos entre quienes tienen responsabilidad de gobierno y quienes no en la oposición, sobre concurrir o no y de hacerlo, cómo, a la reunión informativa propiciada por el Gobierno sobre la renegociación con el Fondo Monetario Internacional es un ejemplo del efecto fragmentador que tiene la crisis dentro de las coaliciones. Las disputas no están solo entre radicales y el PRO, macristas o larretistas, y radicales progresistas o radicales gorilas. También lo están en la coalición gobernante donde la sorpresiva aparición del ministro del Interior Wado de Pedro dando reportajes a muchos medios al mismo tiempo, cuando su estilo era de bajísimo perfil, es interpretado como parte de la puja del kirchnerismo por quedarse con la jefatura de Gabinete frente a un eventual regreso de Manzur a Tucumán.
Si en 2015 la alianza de la UCR hubiera sido con Massa y Macri como quería Morales: ¿hoy Cambiemos gobernaría?
Al reportaje de Alberto Fernández en PERFIL hace dos semanas anunciando que se presentará como candidato a presidente en 2023 se sumó la promocionada reunión de Cristina Kirchner con artistas e intelectuales, en la que se dejó trascender que ella misma también podía anotar su propia candidatura a presidente para 2023. Cada gesto en sentido ofensivo de Alberto Fernández y de Cristina Kirchner es interpretado como un
llamado a la lucha que empodera a los más estrechos colaboradores de cada uno de ellos.
Contrariamente a lo esperado, las primarias PASO de septiembre y las elecciones de medio término de noviembre no sirvieron para dirimir los liderazgos de la elección presidencial del año próximo. Es más, potenciaron la disputa. Una coalición ganó y otra perdió, pero dentro de ellas los triunfos y las derrotas no fueron lo suficientemente contrastantes como para terminar de definir los liderazgos.
Recién las PASO de agosto del año próximo terminarán haciéndolo, anticipando ahora el año electoral ya no entre coaliciones sino dentro de ellas. Y no habría que descartar del todo, que así como dentro de Juntos por el Cambio hubo en Córdoba competencia mezclada con representantes del radicalismo y el PRO aliados y compitiendo entre sí, que a nivel general se extienda esa forma de beligerancia a combinaciones de fórmulas y alianzas que mezclen las coaliciones donde albertistas, kirchneristas, radicales y del PRO tejan alianzas cruzadas.
De hecho, ya sucede dentro del PRO y Juntos por el Cambio donde Mauricio Macri y Patricia Bullrich promueven un acuerdo extrapartidario con Javier Milei rechazado tanto por el sector moderado del PRO como el radicalismo. Bullrich y Macri usan a Milei como ariete contra Rodríguez Larreta, a quien el libertario había calificado de “comunista”, obligándolo, según algunas interpretaciones, a correrse a posiciones más a la derecha de sus preferencias.
En el protagonismo nacional y en la energía de Gerardo Morales, se encuentra el mayor síntoma del acaloramiento de la interna. Morales tiene un carácter especialmente decidido, ya en la Convención Radical de Gualeguaychú en 2015, en contra de la mayoría de sus correligionarios se opuso al acuerdo del radicalismo solo con Macri y quiso sumar al Frente Renovador de Sergio Massa. Quizás hoy podría haber seguido gobernando Cambiemos si se hubiera impuesto su posición rechazada por Macri.
Ya como presidente del radicalismo nuevamente Morales sale del molde y con la ejecutividad de quien es considerado “el más peronista de los radicales”, hace dos semanas se diferenció de la mayoría de Juntos por el Cambio al criticar el rechazo de su propia coalición al presupuesto del Gobierno en Diputados, y esta semana criticó la deuda contraída por Macri, además de promover el encuentro de los gobernadores con el ministro Guzmán pedido por Alberto Fernández.
No le será igualmente de fácil al PRO domesticar a Gerardo Morales como lo hicieron con los otros presidentes del radicalismo. El estilo decidido de Morales, con lo bueno y con lo malo, se manifiesta recurrentemente tanto en el enfrentamiento con Milagro Sala cuando la líder de la Túpac gozaba de la mayor popularidad, o cuando le tiró un vaso con líquido a Lousteau que estalló a centímetros durante la discusión para elegir autoridades del partido, como en ser padre a los 62 casándose con Tulia Spnopek, hija del fallecido gobernador jujeño Guillermo Snopek, peronista y opositor a Morales y hermana del senador también opositor Guillermo Snopek.
Las críticas que le hicieron a Morales desde los halcones del PRO bajo el argumento de que la deuda era por el déficit que dejó Cristina y no por decisión del gobierno de Macri no son absolutamente sustentables: el déficit se agrandó reduciendo en 2016 las retenciones que en 2018 el propio Fondo Monetario pidió reinstalar y el propio Carlos Melconian criticaba otras formas de déficit agregado por el gobierno que integraba. También fue una decisión del gobierno de Macri el perfil del endeudamiento tomando mayor proporción de deuda en dólares que en moneda local. El problema de la deuda y del déficit es de todos, también del gobierno de Cambiemos y Morales en ese punto tiene razón.
¿La súbita aparición de Wado de Pedro en los medios indica que el kirchnerismo lo propone en lugar de Manzur?
El ruido que la intervención de Morales generó en el escenario político no solo habla del gobernador de Jujuy, refleja el magma que son hoy las coaliciones donde hubo interpretaciones para todos los gustos: desde hace un mes cuando se habló de una fórmula presidencial de Juntos por el Cambio de Morales-Patricia Bullrich, a ahora con especulaciones de una fórmula diagonal de Alberto Fernández-Gerardo Morales. Más allá de que no fuera plausible la sola especulación es un síntoma de que el “todos contra todos” también es un “nadie contra nadie definitivamente” porque, dependiendo los vientos de la fortuna, los que ayer eran enemigos pueden pasar a ser aliados, como ya sucedió con Alberto Fernández y Cristina Kirchner en 2019 y podría volver o no a repetirse en 2023.