El acto en La Matanza que pareció sellar la unidad del peronismo bonaerense provocó sonrisas en los funcionarios de Cambiemos, en especial entre quienes comienzan a avanzar en el diseño de la campaña electoral.
“A pesar de nuestros errores, todas esas caritas juntas nos acercan cada vez más a la reelección”, evaluaba por estas horas una de las figuras centrales del oficialismo en la estrategia hacia octubre.
En ese álbum matancero de figuritas peronistas aparecieron pegados los rostros de Máximo Kirchner, Wado de Pedro, Andrés ‘Cuervo’ Larroque, Verónica Magario, Fernando Espinoza, Martín Insaurralde, Gustavo Menéndez, Hugo y Pablo Moyano, Hugo Yasky, Roberto Baradel, Julio Alak, Mayra Mendoza, Débora Giorgi, Francisco ‘Barba’ Gutiérrez, Emilio Pérsico, el ¿ex? massista Julio Zamora y hasta el controvertido Santiago Cúneo.
No está completo, claro. No estuvo la figurita difícil, que reúne a todo ese escuadrón justicialista: Cristina. No tenía por qué estar, si sigue subiendo en las encuestas así como está, calladita, perfil bajo, dejando que su operador resucitado Alberto Fernández teja y teja para que los armados en provincias y Nación lleven el adn de Ella para la presidencial y el Congreso. Faltó en el álbum la carita de Axel Kicillof, preferido de la senadora, pero intragable para el peronismo bonaerense.
Tampoco estuvo Sergio Ma-ssa, obvio. Pero junto a su viejo amigo intendente de Lomas volvieron a hacer la travesura de tratar de lanzar la supuesta fórmula Insaurralde-Malena Galmarini para provocar al kirchnerismo que se está quedando con todo en la Provincia, otra vez. Y otra vez la “ancha avenida del medio” parece reducirse, como en 2015, a un callejón sin salida y no hay canción en auto que valga.
Justo la polarización que tanto desea el macrismo, sea desde la Casa Rosada o La Plata. Curioso que lo que gran parte del peronismo viene alentando en los últimos meses, la unidad (con CFK incluida), sea vista por sus defensores como la única manera de “echarlo a Macri” (sic Moyano), mientras el Gobierno dice que ésa es la mejor forma para el oficialismo de acercarse a otro triunfo electoral. El argumento: el peronismo es Cristina y no hay lugar en el menú para un plato nuevo.
Arranca una campaña apasionante.