Tantas experiencias de elecciones por el voto popular con resultado contraproducente hicieron que el aforismo “el pueblo nunca se equivoca” como ideal republicano del siglo XIX mutara por “el pueblo tiene derecho a equivocarse” porque es la única forma que tiene de aprender.
El Sí al Brexit, el No al tratado de paz de Colombia y ahora el Sí a Trump no son nada comparados con los votos a favor del fascismo del siglo XX en Alemania o Italia porque hoy existen otros contrapesos institucionales, pero sí alcanzan para reavivar la discusión sobre el grado de comprensión que tiene la mayoría de las personas sobre los temas que vota y su capacidad para poder tomar las decisiones que realmente la beneficien.
Néstor Kirchner y Trump se equivocan sobre la conveniencia para los países latinos del libre comercio Pareciera que los temas a votar se hicieran cada vez más complejos, requirieran conocimientos más especializados y ya no alcanzara el tiempo que un ciudadano medio no altamente politizado pueda dedicar a mantenerse razonablemente bien informado para poder formarse una opinión con sustento. Salvando la diferencia entre plebiscitos (en los cuales se deciden muchas veces cuestiones más técnicas) y las elecciones generales en las que necesariamente todos participan.
Quizás el conocimiento y nivel de información social tampoco hayan sido suficientes en el pasado, ni los problemas hayan sido menos complejos y la diferencia sea que ahora, después de más de dos siglos de intensa experiencia democrática, sabemos que no sabemos mientras que antes, por mayor ignorancia, creíamos que sabíamos.
Pero hay un problema mucho más preocupante aún: que tampoco muchos políticos tengan la comprensión suficiente sobre los problemas que creen saber y sobre los que actúan como si supieran. El triunfo de Trump puso en evidencia, entre varias otras, una paradoja económicamente cercana para los argentinos. Si tantos norteamericanos consideran que los perjudica el Tratado de Libre Comercio con México, el Nafta, y el frustrado Tratado de Libre Comercio para toda América, el ALCA, era la prolongación del Nafta a los países al sur de México, ¿el ALCA hubiera beneficiado a países como Venezuela, Brasil y Argentina y perjudicado a Estados Unidos?
A poco de comenzar el Nafta, en 1994, durante la Cumbre de las Américas realizada en Miami cuando Bill Clinton era el presidente de Estados Unidos, se aprobó el proyecto de una zona de comercio común para toda América, a implementarse en 2005. En noviembre de 2005, durante la siguiente Cumbre de las Américas, que se realizó en Mar del Plata con la presencia del entonces presidente de los Estados Unidos, George Bush, Néstor Kirchner, Chávez y Lula clausuraron la posibilidad del ALCA. El opositor más agresivo fue Hugo Chávez quien llegó al enfrentamiento verbal con Vicente Fox, entonces presidente de México, quien defendía el acuerdo, lo que derivó en un conflicto diplomático entre sus países. También estaban a favor del acuerdo los presidentes de entonces de Chile (Lagos) y de Colombia (Uribe) y otros 24 países, la mayoría de los cuales luego fueron formando acuerdos de libre comercio individuales con Estados Unidos.
¿Tenían razón Kirchner, Lula y Chávez y nuestros países se salvaron del colonialismo económico de Estados Unidos? ¿O está equivocado hoy Trump al sostener que lo único que hacen estos tratados es sacar empleos a los norteamericanos?
La propia idea de que para que uno gane el otro deba perder (“negocio de suma cero”) puede estar equivocada como también Kirchner, Lula y Chávez pudieron estar equivocados hace diez años y simultáneamente Trump también pueda estar equivocado.
Trump registra correctamente la insatisfacción de parte de la clase media que perdió sus trabajos o bajaron sus ingresos por la competencia con trabajadores de otros países con sueldos menores para el mismo tipo de producto, pero está viendo sólo una parte de las consecuencias de aquellos tratados porque simultáneamente se están generando en Estados Unidos nuevos puestos gracias a estos mismos tratados. El director editorial del principal diario de México, Reforma, realizó el día posterior a la elección de Trump una mesa de análisis con los dos responsables de Relaciones Exteriores y de Economía de México a cargo el intercambio con Estados Unidos. Allí explican que Trump está mal informado y que cuando, ya siendo presidente, tenga todos los datos, podría cambiar de opinión porque, por ejemplo, el 40% de las exportaciones de México fuera de Estados Unidos contiene algún componente norteamericano o sea las “maquilladoras” mejicanas también sirven para maquillar exportaciones norteamericanas. También podría ser que Trump estuviera bien informado y sólo hubiera criticado esos tratados como herramienta electoral demagógica.
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El empobrecimiento de algunos norteamericanos por los tratados de libre comercio se compensaría con otros trabajos creadosEn cualquier caso, queda claro que a México sí le conviene el tratado de libre comercio, como al resto de países latinoamericanos que luego se sumaron. O sea, no sólo se equivocan los pueblos integrados mayoritariamente por ciudadanos insuficientemente informados, sino también se equivocan sus presidentes, aún con todos los datos a su disposición y rodeados de especialistas.
Kirchner no estaba en campaña electoral cuando, en noviembre de 2005, dijo No al ALCA, venía de ganar las elecciones de octubre de 2005, consolidando su poder tras aplastar a Duhalde y enviar a Menem al geriátrico. Estaría simplemente equivocado.
El triunfo de Trump apelando principalmente al proteccionismo frente a los tratados de libre comercio pone luz sobre la paradojal Argentina, que casi no tiene ningún tratado de libre comercio.
Seguí leyendo la columna de Jorge Fontevecchia: Trump II: Era para ganarle al comunismo