Volvió unos pasos para mejorar la perspectiva, pero los chichones en la cabeza advertían que ese prudencial retroceso no había sido voluntario. En pocas horas, Néstor Kirchner se estrelló contra el gandhismo explícito de Daniel Scioli, tambien con una Corte que no se dejó amedrentar y, al trastabillar, dejó algún jirón político. Para colmo de sus desdichas, el odiado Grupo Clarín se beneficiaba en el mercado accionario con una suba del 38% gracias a los excesos del Gobierno. Puede decir Néstor que un tropezón no es caída, pero el rédito económico que le obsequió a su enemigo pareció una puñalada sobre su propio pecho.
Más cuando en esas inmediaciones empresarias se analiza su estado de salud, quizás con la misma puntillosidad que antes se evaluaban en el Gobierno los informes sobre las operaciones cancerígenas que le habían efectuado a Héctor Magnetto. Y lo que desde hace un lustro era material detallado en la Casa Rosada sobre la garganta averiada del hoy criticado contador, ahora, en el núcleo mediático, se revisan diagnósticos sobre las últimas intervenciones al ex mandatario, también algunas visitas médicas y urgencias no confesadas y la certeza de que lo acosa una doble y peligrosa pinza: l) por un lado, es clave anticuagular a todos aquellos que, como el famoso paciente, tienen propensión a fabricar trombos o placas que taponan las arterias; 2) por el otro, debido a viejas dificultades y hemorragias que arrastra por un colon sensible, Kirchner debe prescindirse de anticoagulantes. Delicado y complejo equilibrio de vida, aunque no sea una excepcionalidad en hombres de cierta edad. Para más datos lúgubres, los cronistas de investigación del medio acumulan anécdotas como advertencias: en su reciente viaje a los Estados Unidos, repitiendo ritos de anteriores visitas, decidió salir siempre, provinciano, a comer a Bicce y Novecento, casi como una cábala en New York, y al tiempo que caminaba (al revés de su esposa, encerrada en las suites del hotel) por las deliciosas calles, sus eventuales compañías relataban que se cansaba mucho. Insignificancias, quizás, como la observación sobre la cantidad de furcios y olvidos, al margen de lo demacrado que aparece, que descubren en sus últimos discursos. Como si la sangre ya no corriera al cerebro con la misma velocidad.
Si así parece la guerra entre oficialismo y Clarín, interminable, la confrontación con Scioli resulta intermitente, pasajera. Según los protagonistas, no hay misterios ni revuelos, se mantienen los términos de verticalidad y obediencia, aunque el gobernador ha poblado de desvíos su no inscripción a las órdenes de Kirchner y, en apariencia, ha ganado peldaños en esa búsqueda de autonomía limitada. Hechos: si bien hace poco más de 72 horas que se supo que Scioli asistiría al encuentro de ayer en Santa Cruz, esta decisión ya la había tomado el jefe bonarense un par de días después al acto de la Boca, hace unas veinte jornadas, cuando Kirchner lo provocó para que diera “los nombres de los que le atan las manos para mejorar la seguridad en la provincia”. Hubo escándalo político y ambiciones sueltas, pero nunca a la gente llegaron los nombres (tampoco se conocen los sobres, los montos, los negocios y los estudios jurídicos que se favorecieron con esta Corte Suprema, según prometió Hebe de Bonafini en su última aparición). Por lo tanto, nunca estuvo en peligro la relación, apenas si chisporrotearon los cables, los cuales se han reparado con algún stent en la última reunión de una hora entre ambos, sin testigos, como si fueran San Martín y Bolívar. Así se la vendió, al menos.
Tanto que Eduardo Duhalde, acostumbrado a imaginar ingenierías electorales en base a encuestas razonó que Néstor, al no poder ganar para presidente el año próximo (tampoco su mujer, Cristina), podría cederle la candidatura a un Scioli con mejor imagen y él quedarse con la Gobernación de Buenos Aires. Esa sospecha hasta podría determinar que Duhalde olvidara sus sueños y se rebajara a competir contra el santacruceño en el distrito, tal el odio que lo preside. Aunque esto navegue en su cabeza, cuesta aceptar a un Kirchner autodevaluado. No es la única fantasía preelectoral, claro.
Como la convocatoria a internas parece tan vital para los distintos partidos –no por convicciones democráticas sino porque santifican al vencedor–, en algunas agrupaciones hasta se piensa en fabricar un rival para robustecer aspiraciones del líder, un partenaire, a falta de dos postulantes serios. Esto se manifiesta en los dos peronismos. Y Néstor, quien diseñó la reforma electoral para no perder en la interna que él convoque, dicen que se impuso zaherir a Scioli para que éste se rebele y se postule en su contra en los comicios internos del PJ, en agosto. Más, entienden que este pasado desencuentro proviene de un diálogo cínico e imaginario:
—Vos, Daniel, has crecido, medís bien en todas las encuestas. Tenés la oportunidad para ser presidente y deberías presentarte en la interna contra mí o contra Cristina. Creo que corresponde ofrecer esta muestra democrática, una forma de renovación.
—Néstor, por favor. Jamás me atrevería a competir con vos, menos contra Cristina. Son mis referentes, los guías del modelo. Mi mayor y única ambición es acompañarlos, no reemplazarlos. Por lo tanto, no puedo aceptar.
Generosidades aparte, de ser cierta esta conversación, nadie sabe cuál podría ser la ventaja para Scioli, ya que el perdedor en la interna no se podría presentar en 2011 a ninguna otra postulación. Más allá de estos supuestos, lo concreto es que Kirchner retrocedió esta semana ante Scioli y ante la Corte, a la cual salió a defender luego de alentar que la intentara masacrar (por no citar como atraso que amigos como Cristóbal López apelaron al privatista, menemista y maríajulista Naldo Brunelli para que gestionara el arreglo en la convulsionada fábrica Paraná Metal, en la que el Estado obviamente hará un aporte quizás desaprensivo). Aunque mejore su perspectiva visual, este paso atrás no debe enorgullecer a Kirchner, más bien se lo sospecha preparando el próximo tarascón.
Ha guardado Néstor lo que la Bonafini denunció sin precisar en sus intimidaciones a los magistrados, quizás porque la revelación de algunos datos hasta podrían dañar sus propias filas, ya que la Corte acompañó sin distraerse la gestión oficial en estos siete años. Sea porque antes estaba Alberto Fernández, o debido a que algunos de los viejos designados pretendían permanecer más que sublevarse y, sobre todo, porque algunos colaboradores –del propio Esteban Righi, al eficiente en la diaria Fabián Musso– se preocuparon por anotar las tareas del supremo consejo. Sería entonces una ingratitud, también un enchastre propio. Como aludir, por ejemplo, a que en 2008, cuando Ricardo Lorenzetti se entrevistó en EE.UU. con Dan Restrepo y Tom Shannon –encargados de cuestiones de la región–, éstos le comunicaron su interés por Fintech, participante decisivo junto a Clarín en la unión hegemónica del cable. Era una asociación empresaria que requería la bendición de la Corte, además de la de los K, hecho que se consumó justo el día en que el Tribunal otorgó facilidades para el consumo de marihuana, fallo que envolvió la atención y discusión del público. Y casi nadie reparó en lo otro.