La liquidación del Grupo Veintitrés de Szpolski-Garfunkel encandila un proceso más amplio en la propiedad de los medios que contagia a las telecomunicaciones e internet. Si bien para el Grupo Veintitrés la asunción de Mauricio Macri como presidente fue letal, las compras y ventas de medios comenzaron antes del cambio de gobierno, se intensificaron ahora y se extenderán a otros sectores. La mayoría de los contenidistas vende; los transportistas de contenidos planean expandirse.
Los conglomerados con redes de transporte de servicios de telecomunicaciones, TV por cable y conectividad a internet (Telefónica, Clarín, Vila-Manzano, Telecentro) junto a los principales grupos editoriales (La Nación, Perfil), viven la convulsión del mercado con expectativas, mientras que el resto de los medios dedicados a la producción de contenidos padece una fragilidad endémica que hace crisis. Esa fragilidad los hace orbitar en torno del financiamiento político o del mecenazgo de capitales que los usan para lubricar otros negocios. Así, una turbulenta actividad de compra y venta de medios conmueve a los grupos de tamaño mediano y pequeño de empresas gráficas, radios y señales de TV de pago.
Los más grandes se mantienen estables y al acecho de la próxima etapa de compras y fusiones, por lo que también rivalizan para influir en políticas regulatorias. Los operadores de redes de telecomunicaciones, TV por cable y prestadores de conexión a internet gozan de mayor capacidad económica y fueron menos perturbados por el cambio de gobierno. La novedad del sector es la reciente compra de Nextel por el Grupo Clarín, que precede a la elección de Macri. El mercado de la convergencia es el horizonte de intereses cruzados entre telefónicas y cableoperadores, mientras ambos sufren el embate de servicios online que aprovechan sus redes y extraen renta (WhatsApp, Netflix, Google).
Por el contrario, el segmento de empresas gráficas, radios y señales televisivas acusa un impacto mayor dada su sensibilidad al aporte económico estatal, principalmente a través de la publicidad oficial. Es el caso del Grupo Veintitrés, cuya desordenada liquidación representa el fracaso de un tipo de vínculo tóxico entre política y medios.
Las operaciones de compraventa refuerzan la gravitación de la política. El ex ministro de Planificación Federal, Julio De Vido, se procuró radio El Mundo, donde colocó como responsable a José María Olazagasti, y Víctor Santa María (Suterh) se embarca en Página/12, así como en el pasado el ex diputado Francisco de Narváez compró El Cronista y –contraviniendo la ley– se asoció con Vila y Manzano (otro político de raza) en América TV y La Red.
Ciertas emisoras fueron transferidas como parte de estrategias de negocios fuera del ámbito de los medios, como radio Belgrano, desde 2014 en manos de Jorge Brito (Banco Macro). Por su parte, Angel González González (Canal 9) hizo una demostración de fuerza al aterrizar en radio Continental despidiendo a Víctor Hugo Morales.
La liquidación del Grupo Veintitrés reúne varios de los condimentos mencionados. Además de la venta de Tiempo Argentino y Radio América al sedicente representante de un holding de Miami, Mariano Martínez Rojas, también se desprendió de CN23, El Argentino y el 50% de Vorterix con Cristóbal López (Indalo Media) como comprador, quien en los años anteriores ya había conquistado Ambito Financiero, Buenos Aires Herald, las productoras La Corte, PPT, Ideas del Sur y, antes, la señal C5N, la AM Radio 10 y las FM Vale, Pop, Mega y One. Detrás de Szpolski hay una trama de política multipartidaria y elementos judiciales que se combinan con negocios.
A esta etapa de intenso mercadeo de empresas medianas y pequeñas le sigue una mayor en escala con las telefónicas y los principales conglomerados multimedios que incrementará la concentración. Política y negocios revisarán sus apuestas, frente a las cuales el presente es sólo un preludio.
*Especialista en medios. En Twitter @aracalacana.