Después de la explosión de los jacarandás y los tilos, la última Marcha del Orgullo LGTBQ inundó Buenos Aires de locas en flor. Sin embargo, la sociedad tiene pendientes fuertes debates de inclusión; al punto que una figura clave de la dirigencia debe salir del closet.
Desde que nuestro alcalde Horacio Rodríguez Larreta está en política, su aspecto robótico ha sido objeto de burla y escarnio. Muchos veían algo extraño en Horacio, un perfil androide que no sabía decir su nombre; algunos llegaron a compararlo con el líder reptil de Invasión extraterrestre. La maldad de los que no respetan al diferente no tiene color político.
Horacio, no hay nada que temer. Sos la primera inteligencia artificial en obtener un cargo político de jerarquía en el mundo entero, algo que, si no viviéramos sumidos en la pacatería, debería ser un orgullo nacional.
Los porteños somos expertos en detectar el vaso medio vacío, cachado y de un cristal que claramente no es Baccarat; así, nos perdemos maravillas del tamaño de jacarandás.
Argentina es una potencia en tecnología biométrica y a veces estamos tan a la vanguardia que nos cuesta apreciarnos. ¿Cómo explicar que un algoritmo ha decidido romper simultáneamente todas las calles de la ciudad? Y sin embargo, esta crece y se transforma; el otro día crucé Av. Córdoba, donde Horacio podó el puente verde militar, y el cielo de Palermo se me descubrió infinito.
Sumemos las siglas IAR a LGBTQ, para representar a las inteligencias artificiales y robots. Nos lo debemos como sociedad.