¿De qué otra cosa se puede hablar si no es del conflicto del campo? ¿De qué otra cosa se puede escribir si no es de lo que pasa en las rutas y en las reuniones entre los dirigentes del agro y los Fernández o sus representantes, si los tienen? Bueno, no se me da la realísima gana y no porque no me interese. Que no es la palabra adecuada. Veamos si podemos encontrar la palabra adecuada. No es que no me preocupe. Eso está mejor. No es que no me angustie. Mejor todavía. No es que no me aflija, inquiete, desconsuele. Todo eso junto. Pero reflexiono y me digo: uno, no soy la única; dos, no creo que sea importante lo que yo sienta. En estos casos en los que todo se da vuelta, hace una pirueta que no tiene ningún sentido y a partir de la cual los servidores de la república aspiran a ser sus dueños y señores, lo importante no es lo que una sienta. ¿Y qué es lo importante? Lo importante es lo que cada una y cada uno hace y qué peso, por ínfimo que sea, se refleja en el panorama general. Y es así como se me ocurre acordarme del cuento chino y creo que anónimo, cuyo título era La cólera de un particular, elegido por Rodolfo Walsh en esa antología en la que cada escritor elegía un cuento que le parecía perfecto o magistral, y que publicó hace ya muchos años la editorial Jorge Alvarez. Walsh eligió ése y ahora lo traigo al recuerdo. Aclaro: no aspiro a cortar la cabeza de nadie, nadie pero nadie, ni siquiera la de cualquiera cuya desmedida ambición de poder lo lleve a atropellar a los ciudadanos a quienes juró proteger. Es más: creo que Walsh eligió un cuento que era más una parábola, un bordado de símbolos y no el relato de una épica que empieza y termina con la ira. “He comprendido”, dice el tirano. Y la sangre no corre y el reino no se viste de luto.En este momento, ¿hablamos de otra cosa? Parece que no. Los varones empiezan hablando de fútbol y del trabajo; y si es que voy a seguir con los estereotipos, las mujeres hablamos de la familia, de esa inflación que no existe pero existe y la vemos en las góndolas del súper y en las papelerías en las que compramos los cuadernos para los chicos, y del trabajo. Pero todas y todos terminamos hablando del conflicto del campo-Gobierno. Y creo que todas y todos aspiramos a que se oiga esa frase: “He comprendido”, dijo.