“Un desempleado no es objeto de una marginación transitoria, ocasional; está atrapado por una implosión general, un fenómeno comparable a un maremoto, un tornado, esos huracanes que no respetan a nadie y que nadie puede resistir”
Viviane Forrester (1925-2013); de su ensayo ‘El horror económico’ (1996)
Facundo es un obrero tierno, delicado –uno diría, como Juan Gelman en el oscuramente bello Le chant du coq cantado por el Tata Cedrón–: no le sacaron una sola palabra. Toleró hasta lo increíble y sólo dijo lo que ellos querían oír. Sobrevive.
El caso Sava es asombroso. El más cruel, torpe y peor negociado de los últimos tiempos. Lo de Mauricio Pellegrino en Independiente duró menos y en algún momento hasta tuvo cierto apoyo dirigencial –no de los hinchas, que lo ignoraron siempre– gracias a su buena cosecha de puntos. Terminó yéndose cuando ambas partes decidieron parar con ese circo de desgaste, reportajes incómodos y encuestas online entre partido y partido para que la gente elija a su sucesor.
El calvario de Sava fue peor, aún con este final feliz atado con alambre. Llegó a Racing por descarte y sin grandes antecedentes, igual que Diego Cocca, su antecesor. Tambaleó desde el comienzo. Nunca lo quisieron, no tuvo suerte y los resultados fueron malos, pese a tener a disposición un plantel de lujo. Aun así, el maltrato que recibió fue insólito. Confirmarlo en la misma reunión en la que iban a echarlo, mientras Chacho Coudet, el preferido, anunciaba que se quedaba en Central, ya fue el colmo.
El presidente Blanco, virtuoso del slalom, esquivó hasta el último instante una definición sobre el futuro de Sava. Prefirió meterlo en el freezer, aislarlo y descongelarlo después, a las apuradas, dejándolo tan fuerte como De la Rúa después del cuento del Blindaje. La relación nunca fue buena. No le hablaban, le cuestionaban sus tácticas, la elección de los titulares, sus cambios, lo que declaraba. Todo.
A Víctor Blanco le preocupa el futuro de un plantel que deberá rearmarse de la mano de un entrenador que le genera más dudas que certezas. Pero también cuida su imagen como hombre fuerte de la AFA. No es políticamente correcto echar a un técnico a los cinco meses. Cierto. Suena tan mal como contratar gente con escaso rodaje, por descarte, cuando la lista de candidatos ideales queda vacía. Lo hizo con Cocca, lo repitió con Sava.
Con Cocca le fue genial porque los planetas se alinearon como nunca. El comienzo fue horrible. Lo salvaron Milito y Saja, líderes de un grupo muy unido; River, que se obsesionó con echar a su enemigo íntimo de la Copa; y uno que entró por la ventana, se probó el botín de cristal de Cenicienta y mutó en goleador: Bou.
Cocca y Sava tenían una imagen de técnicos ofensivos, amantes del buen juego. Ambos cambiaron. Cocca aceptó la sugerencia de los líderes del plantel y ganó el título jugando de contra. Sava, por un rato, les cumplió el sueño a los que prefieren ganar 6-3 que 1-0, pero más temprano que tarde se enamoró del cero en su arco. No hizo bien ninguna de las dos cosas.
En el fútbol suele decirse, piadosamente, “cambiar es de inteligentes”. Gabriel Celaya no estaba tan de acuerdo. “Maldigo la poesía de quién no toma partido, partido hasta mancharse”, escribió en La poesía es un arma cargada de futuro. Porque una cosa es modificar cosas para enriquecer la idea, y otra es caer en la pasión del converso. No me pidan que los aplauda.
¿Qué pasará con Sava? Ojalá le vaya bien, se lo merece. Pero no soy optimista. Si no tiene la misma suerte que Cocca la crisis se repetirá, agravada, por un resultado o dos. El presidente, entonces, podrá despedir a su Walking Dead “con Dios de su lado”.
Tiempos difíciles, éstos. “Le hicieron creer a un empleado medio que podía comprarse celulares y viajar al exterior”, se indigna Javier González Fraga, economista feliz. “Hay que vacunarse más y besarse menos”, aconseja, con el romanticismo de una radiografía, Zulma Ortiz, ministra de Salud bonaerense. “Cuando uno ve películas de países nórdicos, nota que allí la gente cuida mucho el gas”, nos ilustra el ministro Frigerio, descubriendo nuevas facetas en la obra de Ingmar Bergman. “Estaban muy deprimidos los precios, había que subirlos”, se conmueve Duran Barba, sin diván. Ay.
“Hay enemigos de adentro y de afuera que responden a intereses personales e integran grupos organizados que no tienen patria ni bandera, que pretenden subvertir valores y adueñarse de nuestros ideales y nuestra juventud”, recita, nostálgico, el intendente de Bahía Blanca, Héctor Gay, ¡opa!, recién salido del placard de plomo.
Por suerte hay gente que está segura que cada crisis es una oportunidad y prepara a nuestros futuros CEOs para servir a la patria sincerando la economía. Quizá a Blanco le venga bien sumarse al Executive EMBA, un programa Master del IAE Business School en la Universidad Austral, donde, aclaran sus responsables, el proceso de aprendizaje “se desarrolla a través de la acción”. ¡Eso es! Aquí van algunos de sus mejores tips para despedir gente de manera efectiva, evitando sainetes como el de Sava. Disfrútenlos.
“El informe del despido debe ocurrir en los primeros 5 o 10 minutos de la entrevista. No debemos convertir este acto en personal: no es un tema de padre a hijo. No hay que pedir disculpas ni decir ‘trataré de ayudarte’. No hay que comprometerse a nada. El paquete de despidos no se negocia: ya fue analizado por Recursos Humanos. La decisión no se discute. Simplemente se la comunica con pragmatismo”. The end.
Qué bueno es vivir en un país donde tantos estudian y se preparan pensando en el futuro. Como alguna vez dijo José María Aguilar cuando era presidente de River, antes del descenso: “Esto es Aruba”. Wow. Aruba, Curazao, islas Caimán, Curazao, Contadora, Jamaica no problem. ¡Bahamas! Puro Caribe, man.
La crème de la crème, compatriota.