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Un ejercicio de esgrima

Algunos días atrás, en medio de una charla informal, Fabián Casas sacó de su bolso una novela al grito de “me está volviendo loco”. El libro era Peripecias del no, de Luis Chitarroni, un objeto literario no identificado que suscitó la indiferencia de una parte de los lectores y la reverencia del resto –entre la que se cuenta la opinión de Beatriz Sarlo, que lo calificó como “el hecho más destacado de la literatura argentina en 2007”.

Tomas150
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Algunos días atrás, en medio de una charla informal, Fabián Casas sacó de su bolso una novela al grito de “me está volviendo loco”. El libro era Peripecias del no, de Luis Chitarroni, un objeto literario no identificado que suscitó la indiferencia de una parte de los lectores y la reverencia del resto –entre la que se cuenta la opinión de Beatriz Sarlo, que lo calificó como “el hecho más destacado de la literatura argentina en 2007”. Chitarroni, autor de Siluetas y El carapálida, supo practicar el arte de la prescindencia pública desde su puesto de editor de literatura en Sudamericana. Es decir: a falta de nuevos libros propios, por él hablaban los títulos que ponía en circulación a través del catálogo que confeccionaba para una de las más importantes editoriales argentinas. Pero desde el año pasado la situación parece haber cambiado, ya que luego de Peripecias… llegaron los ensayos breves de Ejercicio de incertidumbre, y ahora, los textos críticos de Mil tazas de té, volumen con el que debuta el sello La Bestia Equilátera.
En rigor de verdad, la figura de Chitarroni funciona como un centro alrededor del cual se articula el plan de esta editorial dirigida por Natalia Meta y Diego D’Onofrio. ¿Cómo? Bueno, es él quien prologará los libros Tostadas de jabón, Memorias de los 40 y Veneno de tarántula, del escritor británico Julian MacLaren-Ross, y también las Consideraciones acerca del honor, duelo y prosodia, texto inédito de Vladimir Nabokov basado en sus notas a la traducción del Eugene Oneguin de Pushkin. Las novedades de La Bestia Equilátera se completarán con la aparición de las novelas Los encubridores y Memento mori, de la también británica Muriel Spark.
En Mil tazas de té se reúnen cuatro heterogéneas intervenciones de Chitarroni como crítico literario. Como sucede con sus libros anteriores, por detrás de la intrincada apariencia (y la profusión de palabras como sinecura, ergástula, esticomitia, anafórica, asíndeton, acromegálica e ilíaco, que empujan a la anacrónica y confortante tarea de leer con un diccionario a mano) se intuye, con el peso de una verdad revelada, una inteligencia robusta y una saludable vocación por la polémica. Accidentes inseparables, el primer artículo, le sirve a Chitarroni para releer el Quijote y vincularlo, entre otras peripecias, con el relato El niño proletario de Osvaldo Lamborghini. En Los extranjeros definitivos las siluetas de Stevenson, Rimbaud, Nabokov y Borges le asfaltan el camino para trazar una lectura de la obra de César Aira, a la que le otorga estructura piramidal: “Una base en la que se alinean sus mejores libros, que son tantos; una parte media donde se agrupan los complementarios, los resultados parejos; y una punta en la que se balancea ese peor libro que ningún gran escritor puede privarse de escribir”.
Los textos de Chitarroni –digresivos, exigentes, elegantes– se estructuran de una manera en la que unos pocos autores se convierten en la excusa perfecta para sentar la base de su opinión en materia literaria (aunque, claro, la operación también pueda leerse con signo inverso). Y es precisamente en Los oficios del cálculo, el ensayo sobre Sierra Padre, la novela de María Martoccia, donde Chitarroni separa las aguas y enfrenta como un hidalgo a la literatura que se concibe pensando en su recepción de mercado: “Entre los lugares comunes que me desalientan hay uno que merece distinción por su asiduidad. Se trata de ‘sólo quise contar una historia’, especie de coartada inconfundible que hermana a escritores, periodistas, cineastas –y hasta filósofos– en el momento en que tienden a defender la insuficiencia de su desempeño con la escasez de sus argumentos”. Esa misma literatura que suele acaparar la atención ciega de la mayoría de los suplementos culturales.