Desde hace algún tiempo, la sociedad argentina comenzó a escuchar reiteradamente la frase “calidad institucional” o la palabra “institucionalidad”. También otras como República, federalismo, confianza, división de poderes, diálogo, consenso, renovación, alternancia y mayor participación ciudadana. Esta última expresión ve incrementada su utilización gracias al fortalecimiento y la participación de algunas organizaciones de la sociedad civil, cuyo rol tomó notable impulso debido a la escasa intención de la ciudadanía en participar en política partidaria. Esta situación fue provocada tanto por la poca apertura manifestada por los partidos políticos como por la actitud de aquellos dirigentes desinteresados en sumar ciudadanos a dichos partidos.
Sin dudas, la falta de participación de la ciudadanía llevó a la escasa renovación de cuadros políticos provocando la imposición de figuras aferradas al poder, reelecciones reiteradas (en algunos casos indefinidas) y por ende, a la ausencia de una mejora continua en la propuestas electorales que se le brindan a la ciudadanía. Además, esto provoca una falta de decisión para discutir posturas ideológicas sobre determinados aspectos y su posterior evolución a partir de la dinámica global que hoy experimenta nuestra sociedad.
El carácter federal de nuestra organización política hace que cada provincia defina la posibilidad o no de la reelección de sus mandatarios. Por ejemplo, existen casos de reelección indefinida de gobernadores en provincias como Formosa y Santa Cruz; otras en donde se limita a dos períodos consecutivos y finalmente, aquellas que no autorizan la reelección del titular del Poder Ejecutivo, como Mendoza y Santa Fe. Inclusive algunas van más allá, en mi provincia natal ningún pariente cercano puede suceder a otro en el cargo.
Sin embargo, una característica generalizada de la mayoría de las intendencias de todo el territorio nacional es, precisamente, que los intendentes tengan la posibilidad de ser reelectos en forma indefinida, provocando algunos casos de cacicazgos territoriales empecinados en la perpetuidad del poder. Lamentablemente, la falta de alternancia también se evidencia en concejalías y el Poder Legislativo, donde diputados y senadores –tanto provinciales como nacionales– tienen la posibilidad de ser reelectos indefinidamente.
Las reelecciones no son sólo patrimonio de la política, también suceden en el ámbito universitario, donde algunos rectores tienen una sola reelección pero los decanos pueden ser reelectos indefinidamente. Igualmente ocurre en el sector gremial, en asociaciones deportivas y cooperativas. En otros ámbitos encontramos dirigentes que llevan décadas en el poder, retaceando las posibilidades de cambio. Definitivamente esto constituye una barrera que impide la renovación, la alternancia y atenta contra la calidad institucional, ya que no se permite la participación de nuevos cuadros. La respuesta reiterada que oímos para su justificación es: “Si la gestión es buena, la gente tiene derecho a reelegir”; sabemos cómo se puede condicionar desde el poder para obtener un resultado favorable en las elecciones.
Es tarea pendiente poner un freno a las reelecciones indefinidas. Sin ellas, el dirigente tendrá que hacer un mayor esfuerzo, mejorar su gestión y elaborar una propuesta superadora. Si podemos limitar las reelecciones, en cualquiera de sus ámbitos (sean políticos, gremiales, civiles o deportivos) contribuiremos a una mayor calidad institucional.
Uno de los principios fundamentales del sistema democrático es evitar la concentración del poder y una de las formas de poner en práctica ese límite es evitar la perpetuidad en el cargo; sólo así podremos recuperar el respeto por las instituciones, la racionalidad y la organicidad. Desalentando dicha perpetuidad y promoviendo la alternancia contribuiremos a una nueva etapa de calidad institucional.
*Vicepresidente de la Nación.