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Un kacho de kultura

Dicho sin modestia: ningún medio encaró en serio el ítem del presunto slang de las tribus urbanas. Todos por el camino corto: describir sus looks, exhibirlos como a fenómenos de circo, consultar a especialistas y rellenar ratings.

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Dicho sin modestia: ningún medio encaró en serio el ítem del presunto slang de las tribus urbanas. Todos por el camino corto: describir sus looks, exhibirlos como a fenómenos de circo, consultar a especialistas y rellenar ratings. Pero del prometido “nuevo lenguaje”, ni pío. Repetido, reciclado. Sociológicamente intrascendente. Más producto de cierta complacencia adulta ante “lo joven” que de un real interés en la posible evolución del idioma. Es decir, en los contenidos de las palabras. Porque si éstas no expresan algo, no existen. Y si igual se dan, ¿de qué sirven? Como mero divertimento, tipo chiste verde. Como código marginal, sólo para unos pocos que, precisamente, no quieren ser entendidos por todos. Decir “alta onda” o “manzana” por “muy bueno”, o “está rechú” o “es paja” por “piola”, ¿qué modifica? Y esto, sin considerar que antes “paja” significaba otra cosa. Salvo que manifieste un trasfondo de placer, psé. Pero llamarles “chupines” a los pantalones “bombilla” no los hace menos apretados. Ni “transar” por “chapar” o “franelear” supera a estas zonzas voces, amén de ser un neologismo de generaciones previas. Acaso ya no como sinónimo de afloje ideológico o mercantil, sino como preludio amatorio. Cambio de sentido con pérdida de riqueza. Si “hacer el amor” fue “pinchar” o “fifar”, ¿cómo se dirá hoy? ¿Y “gato”, que aún equivale a “trola”, pero parece que se aplica a vaya uno a saber qué más? OK, el resto es tan anterior y ajeno que ya ni comillas requiere: posta, groso, estar colgado o pintado, de una, habilitar unos mangos, clavarse una birra, andar a full o en un pire, escracho, garrón, pilcha, etc. Fuera de “no limar” por “no decir pavadas”, “flashear” ya flasheaban los hippies vía porro, faso, maconia o joint. Y cheto, ídem hispano “pijo”, es vox pópuli. ¿Y las abreviaturas en mails y blogs? Cero al as. Para el lenguaraz top don Pedro Luis Barcia, el empobrecimiento viene del uso de no más de 200 vocablos. Lejos ya de los “in” y “out” o “banana” y “todo corazón” de Landrú, y de aquellos giros del gueto “cool” setentista que asaltaron a la sociedad “bien”, aquí y ahora no hay nada nuevo. Sólo otra zoncera criolla. Como esta columna. Sorry, che. Rescatate, man.


*Escritor y periodista.