Una historia de nunca acabarse empezó a terminar días atrás. A las once de la noche (hora local) del 31 de enero, el Reino Unido consumó un largo proceso que empezó con un referéndum, llevó tres años y medio, acosó a tres primeros ministros distintos, llevó a la renuncia a dos de ellos y dividió por la mitad a un país entero. El Brexit ya comenzó, y es una realidad.
No deja de ser un hito más en una larga historia de encuentros y desencuentros entre la isla y el continente. Reino Unido se quiso, se odió, se enemistó, se amigó y se celó con Europa desde antes que comenzaran a consolidarse los Estados Nación. La nación británica, su elite y su sistema político se construyeron por oposición a sus vecinos del otro lado del Canal de la Mancha. La propia idiosincrasia británica siempre ha destacado las diferencias más que las similitudes con Europa.
El noviazgo entre ambos comenzó en la década del ‘70, uno 20 años después de que unos pocos países del continente comenzaran un incipiente proceso de integración en materia de carbón, acero, energía nuclear y seguridad común. Ya en ese período la Corona Británica había asimilado la merma de su poderío naval, de su Imperio y de su peso en el sistema internacional: era momento de aceptar una relación más pareja y de igualdad con sus vecinos, primos y hermanos de región.
El 1 de enero de 1973, Gran Bretaña se convirtió en el primer miembro no fundador en sumarse al proyecto de integración europeo.
El 1 de enero de 1973, a instancias del gobierno conservador de Edward Heath, Reino Unido se convirtió en el primer miembro no fundador en sumarse al proceso de integración europeo, denominado en ese entonces Comunidad Económica Europea. Lo hizo junto a Irlanda y Dinamarca. 2 años más tarde vino el primer desafío interno, siendo el Primer Ministro laborista Harold Wilson, ganador de las elecciones parlamentarias nacionales, quien propusiera una renegociación de los términos del acuerdo y la celebración de un referéndum sobre la permanencia. Ese, el primero, el que salió bien, encontró el apoyo del 67% de los británicos.
Con el correr de las décadas, la ampliación de los miembros, la consolidación de las instituciones europeas y la profundización de la integración regional no contribuyeron a convencer a la elite partidaria de la isla sobre las ventajas del proceso, sino todo lo contrario. Ni laboristas ni conservadores lograron unificar hacia adentro una postura común en torno al bloque regional, sino que las divisiones afloraron: ambos partidos han tenido en estos casi 50 años divisiones internas, con algunos a favor y otros tantos en contra del bloque regional. No alcanzó el acuerdo especial que aceptó la Unión Europea de respetar la libra británica por fuera del Euro. Tampoco los 10 años del new labour de Tony Blair, que mostraron las ventajas de estar adentro.
El retorno de los conservadores a Downing Street de la mano del proeuropeo David Cameron comenzó a virar la historia. La joven cara del Partido Conservador inició su primer mandato con un gobierno de coalición junto a los liberales de Nick Clegg, los únicos unificados a favor de la integración en todo el sistema político. Fortalecido en las elecciones del 2015 con su propia mayoría absoluta, Cameron apeló a la misma herramienta de 1975 para finalizar de una vez por todas con el debate interno en torno a la permanencia en la Unión Europea. El tiro salió al revés: poco más del 50% eligió irse. Apeló a un conflicto externo para resolver una disputa interna de poder. Un grave error político: el daño ya estaba hecho.
El Brexit se hizo realidad: la bandera del Reino Unido es retirada de la Unión Europea
Quien fuera su Ministra de Interior, Theresa May, asumió el poder con aires thatcherianos, tanto por estilo político como por parecido físico. La nueva “Dama de Hierro” aparentaba cerrar filas detrás de la salida, negociar con mano dura con las autoridades europeas y reconstruir (aunque también salvar) el honor de la isla. Ese que siempre flotó en siglos de nación británica. Para eso apeló a la misma herramienta que Cameron, plebiscitando su liderazgo en elecciones nacionales pero perdiendo la mayoría absoluta conservadora en 2017. Al depender del pequeño Partido Unionista Democrático (DUP) de Irlanda para alcanzar la mayoría de bancas y adoptar cualquier decisión en torno al Brexit, el desgaste hizo su trabajo y terminó forzándola a una renuncia anticipada. Otro tiro al revés.
Llegó entonces el menos pensado a Downing Street: el extrovertido Boris Johnson, con más parecido a Donald Trump que a cualquier político tradicional británico. El hombre menos pensado, con menos experiencia en los dotes de la diplomacia europea, pero con mayor apoyo entre las bases conservadoras, se cargó la mochila más pesada de la historia británica reciente. Y del que menos se esperaba, más logró: obtuvo el favor de la Unión Europea de extender el plazo de salida en sucesivas oportunidades, presentó un plan consensuado con las autoridades del bloque para continuar las negociaciones de la nueva relación bilateral y destrabó el problema irlandés que tanto le había costado a May.
El Reino Unido llegó a Europa cuando eran seis los socios, y se va cuando alcanzó los veintiocho.
Reino Unido llegó a Europa cuando eran seis los socios, y se va cuando alcanzó los 28. El primer divorcio de una familia ampliada. Ahora se viene el gran desafío para Johnson y su fortalecido gobierno. A partir de ahora vendrá la importante tarea de establecer cómo será el vínculo entre la isla y el bloque regional: tratados comerciales de libre comercio, regulación de la pesca, migraciones, patentes, aranceles y cuotas, etc. Johnson intentará sacar la mayor cantidad de ventajas para Reino Unido, consciente de que ha ganado una posición de poder que ninguno de sus antecesores alcanzó. Intentará retomar ese lugar privilegiado que tuvo alguna vez la isla, marcando posturas propias en torno al comercio, a migraciones y a protección de la actividad económica nacional. La Unión Europea, respetando su tradición de siglos, buscará que no la pisoteen. A la mesa ambos llegan heridos por esta pelea de 3 años y medio.
Pero habrá más capítulos. Mucho queda todavía por negociar de acá hasta mediados del 2021, fecha del plazo final para definir las nuevas reglas de convivencia. De un nuevo matrimonio, más laxo y con menos instituciones compartidas.
Coordinador Académico de la Licenciatura en Gobierno y Relaciones Internacionales de UADE.