COLUMNISTAS

Un mamarracho editorial

Siguiendo un impulso misterioso compré Las alusiones perdidas de Carlos Monsiváis, ubicuo intelectual y ensayista mexicano, uno de esos nombres cuya opinión a propósito de casi cualquier tema aparece regularmente en diarios y revistas.

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Siguiendo un impulso misterioso compré Las alusiones perdidas de Carlos Monsiváis, ubicuo intelectual y ensayista mexicano, uno de esos nombres cuya opinión a propósito de casi cualquier tema aparece regularmente en diarios y revistas.
Los personajes principales del libro son tres: el escritor, el presentador y el autor de la Nota Previa. El lugar es la Feria del Libro de Guadalajara, y la ocasión, la entrega a Monsiváis del Premio Juan Rulfo 2006, que ese año no se llamó Juan Rulfo. En el principio, Jorge Herralde, dueño de Anagrama y editor de la obra, nos explica que el libro reúne el discurso de aceptación del premio por parte de Monsiváis y la semblanza de Monsiváis a cargo de su colega José Emilio Pacheco.
El impudor de Herralde incomoda un tanto al lector: “Al fondo del salón Juan Rulfo, lleno hasta la bandera de público, bajo rigurosa invitación, se sitúa una espaciosa tarima tras la que se sienta un poblado Presidium: las fuerzas vivas culturales y políticas de Ciudad de México, así como de Guadalajara, con Raúl y Trinidad Padilla, presidentes de la Feria y la Universidad. Los sucesivos oradores del propio Presidium nos recordaron a menudo, pedagógicamente, la identificación y rango de todos ellos…”. No parece la descripción de un momento muy gozoso. Además de un ente de connotaciones tan soviéticas como el Presidium, la referencia a los hermanos Padilla da también un poco de miedo. Raúl, jefe de un poderoso grupo político-familiar-académico, llegó a presidir al mismo tiempo la influyente Universidad, la exitosa Feria y el espantoso Festival de Cine de Guadalajara. Una vez desayuné con él y resultó una experiencia curiosa: por un instante imaginé que había conocido a Don Corleone.
Acaso para poner un poco de humor, Pacheco le imagina a Monsiváis un Premio Nobel en 2018 y recuerda, en nombre de una relativa (?) amistad de 50 años, que Monsiváis es un gigantesco chismoso y después sugiere que su tendencia a figurar en todos lados tiene algo de excesiva. Al final lo elogia un poco.
Llega entonces el turno de Monsiváis que ha retocado su discurso original y le ha añadido algunas notas. El texto es la clásica mezcla de historia cultural y biografía que hacen los grandes personajes en sus días de gloria. Un par de párrafos lúcidos se intercalan en una previsible y desvaída queja porque ha pasado el tiempo en que la Biblia y los clásicos inspiraban a los escritores y los escolares aprendían poemas de memoria. Monsiváis intenta, sin embargo, no parecer fuera de la contemporaneidad. Hace referencias al cine y a Internet y escribe fragmentos como éste: “En la América latina de movimientos sociales y ONGs y grupos que defienden la ecología y los derechos de las minorías surge la actitud desplegada por los clubes de lectura… Esta es una novedad: el empoderamiento cultural”.
Cuesta llegar a la página 87, pero el esfuerzo tiene su recompensa. Allí comienza un apartado de cuatro páginas titulado “Entre la imprenta y el zapping”. El lector atento advierte que un título similar ya aparecía en la página 60 y que el contenido es el mismo. Casi literalmente. Y no se trata de un error en la encuadernación: es una repetición, un autoplagio. Sin embargo, hay unas leves diferencias. En un lugar dice: “El mayor peligro para la novela no es el culto de las imágenes (que obliga en demasiados sitios a sólo considerar novela a la telenovela) (…) sino la pretensión de eliminar la complejidad”. Y en otro: “El mayor peligro para la novela no es el culto de las imágenes (que obliga en demasiados sitios a sólo considerar novela a la telenovela) (…) sino la catástrofe educativa”.
Hay una explicación para este singular mamarracho editorial y está en la página 59. En una lista de criterios que determinan las jerarquías literarias y las ventas de libros, Monsiváis incluye el siguiente: “Lo que pertenece a la organización de los elogios mutuos”.