Desde la irrupción sorpresiva de la crisis financiera y su encare contradictorio por parte del Gobierno, Mauricio Macri reempoderó a un viejo eje político en el que mucho se respaldó en su salto porteño hacia la Rosada: María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta.
Si bien los dos revalidaron ese eje con los triunfos electorales de 2015 y 2017 y sus casi descontadas reelecciones de 2019, Vidal y Larreta hasta ahora habían tratado de no intervenir en el corazón de la gestión nacional, donde bombeaba el trío Peña-Quintana-Lopetegui.
Las turbulencias y el inicio de un ajuste menos gradualista, además de los errores cometidos por el Gobierno, obligaron a la gobernadora y al jefe de la Ciudad a ser más activos. Con llegada directa al Presidente, no necesitaron de intermediarios para escuchar y sugerir.
Así fue que Macri aprobó ampliar la mesa política que había reducido Peña, a la que se volvieron a sumar Frigerio y Monzó, además de Sanz y Morales.
Desde hace unos días, Vidal y Larreta encaran otra misión imposible: convencer a referentes peronistas de un acuerdo presupuestario que valide el ajuste sin poner en riesgo la gobernabilidad, tanto en las administraciones de Cambiemos como en las del peronismo. De eso se trató la reunión reservada con el influyente jefe senatorial del PJ, Miguel Pichetto.
Los dos mandatarios distritales no solo pueden mostrar, para esta tarea, sus buenas imágenes. También los avalan los acuerdos que tejieron con el peronismo en sus territorios. Larreta siempre dice que es más opositora en su Legislatura la bancada de Lousteau que la peronista. Y Vidal, a través de gestiones de Manuel Mosca, acaba de conseguir que todos los legisladores bonaerenses (salvo el kirchnerismo y la izquierda) aprueben la quita de impuestos en las tarifas de luz y agua. Con la política también se puede.