La carta enviada por la lectora Nélida M. Labadie de Villa Abrille, que se publica en la página anterior, resulta interesante y dispara una de las cuestiones centrales que inquietan a este ombudsman y seguramente también a quienes nos leen: qué hacer y cómo actuar cuando las columnas de opinión violentan las condiciones básicas que deben cumplir los autores de esos textos, tanto desde el punto de vista conceptual como del manejo del lenguaje, sin excluir el necesario respeto para con los responsables del diario y sus lectores.
Es cierto lo que la señora Labadie señala: el viernes 3, el señor Mario “Pacho” O’Donnell publicó una carta en la sección Cartas de los Lectores del diario La Nación, cuyo texto envió –sin cambiarle puntos ni comas– a PERFIL para su inserción como columna de opinión. O’Donnell, que siempre ha recibido de parte de este diario un trato deferente, ha visto publicados sus escritos aquí en numerosas oportunidades, generando muchas veces debates y polémicas que siempre fueron bienvenidos porque sirven para enriquecer el pensamiento.
No corresponde a este ombudsman expresarse a favor o en contra de los argumentos expuestos en esa nueva columna por O’Donnell (cfr. PERFIL del domingo 5, página 40, “Mi apoyo al feriado del 17 de junio”), pero callar sería dar por válido un procedimiento espurio empleado por el autor: envió su texto a la jefatura de redacción del diario sin aclarar que también lo había hecho a otros medios, entre ellos La Nación y también la dirección periodística de la Editorial Perfil. Es decir, lo que en la jerga de este oficio se denomina “volanteo”: enviar un mismo texto a varios medios en la idea de que alguno lo va a publicar. En términos más modernos, vendría a ser un equivalente al spam que aplican instituciones, personas y empresas para publicitar masivamente sus propuestas. Contra el spam hay filtros que los eliminan sin más o advierten a los destinatarios de su condición. No hay filtro alguno para cerrar la puerta a lo que se supone es un artículo de opinión escrito por alguien con cierta celebridad, porque se parte de la base de que es original.
En este caso, el señor O’Donnell ha incurrido en una defraudación a la confianza de PERFIL y de sus lectores: este ombudsman ha pedido aclaraciones al jefe de Redacción de este diario sobre la doble publicación (o múltiple, porque tal vez haya aparecido el mismo texto en algún otro medio del país sin que lo hayamos visto). En su respuesta, señaló que decidir la publicación del texto aludido fue un acto de confianza hacia el autor y de reconocimiento a su condición de historiógrafo con numerosos artículos y libros en su haber, y agregó que O’Donnell no advirtió que lo había dirigido a otros medios.
Para dar a nuestros lectores una definición de lo que es –o debe ser– una columna de opinión, vale citar a José Cervera, periodista español y Defensor de la Comunidad del Lector del sitio Eldiario.es, quien definió en 2015: “Los artículos, columnas o editoriales que aparecen en esta sección (Opinión) tienen la finalidad de iluminar determinadas informaciones o problemas sociales mediante una interpretación deliberadamente sesgada y parcial, ya sea del articulista que firma o del medio en su conjunto cuando se trata de un editorial. La intención de la opinión no es informar, sino persuadir; no comunicar, sino argumentar un punto de vista determinado para ofrecer una alternativa concreta como mejor que las demás. Se trata de ofrecer una interpretación de la realidad diferente de la habitual, lo cual permite contemplar los mismos hechos de formas distintas y da la posibilidad de ponerse en el lugar del otro”. Por eso es que los espacios de tal cualidad que dedica PERFIL en gran proporción tienen tanto valor: reflejan posiciones diferentes sobre un mismo tema, abarcan cuestiones diversas y llevan a los lectores ideas que pueden o no ser compartidas pero que siempre generan puntos de análisis enriquecedores.
Dicho esto, es conveniente abrir aún más el juego para insistir en un concepto que pretende mejorar la sección del Correo y cumplir con la misión de permitir a quienes leen este diario que se expresen con libertad pero con respeto, con sus palabras pero teniendo cuidado al elegirlas para evitar agravios y aun injurias. Son incontables las cartas que cada semana quedan fuera de publicación por excesos verbales, por reiteraciones sin sentido, por falacias evidentes, por resentimientos nuevos o viejos y por niveles de redacción incorregibles. Muchos lectores creen que sus cartas deben ser leídas como notas breves de opinión y esto afecta la calidad de sus envíos, los hacen indigeribles.
Entonces: para O’Donnell, un reto con causa. Para los habitués de estas páginas de correo, el reclamo de un poco más de rigor y respeto.