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poemas

Una forma de singularidad

1-11-2020-Logo Perfil
. | CEDOC PERFIL

Me gustaría que poetas y poetisas no fueran noticia solo cuando se mueren; eso habla muy mal de las noticias y de quienes las escriben. Pero un día antes del Día de la Cultura Nacional (en honor a Ricardo Rojas), nos dejó Tamara Kamenszain. La conocí poco pero me subyugó inmediatamente su manera de entender la literatura como rehén de la literatura. No era solo la poetisa neobarrosa que acompañaba a Perlongher o a Carrera en un podio de etiquetas; se veía, más que como crítica, como una curadora de letras. 

Me honró mucho al citar una obra mía para argumentar las “intimidades inofensivas”, libro con polémico subtítulo: Los que escriben con lo que hay. Me gustan mucho esa perspectiva y esa diatriba para desalojar a la literatura de su torre, pero yo soy dramaturgo: sabemos de relativizar el aura incólume de las palabras y revolcarlas en todo posible fango de fricción y de puesta en situación. Si no recuerdo mal, fue ella también quien intentó definir qué hacía de una escritura una escritura poética, para terminar por acordar que poesía no es ni verso, ni ritmo, ni forma, ni contenido, sino sencillamente una forma de singularidad. 

Leo a Rojas (y sobre Rojas) y me devano los sesos para entender de qué está hecho eso que llamamos “cultura” (y que adjetivamos sin parar: “alta”, “popular”, “amerindia”); tal vez sea por este azar que se me antoja que esta expansión del territorio ocupable por lo poético que reclamó Tamara debe comenzar a ser (va siendo hora) una cuestión de Estado. 

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En un artículo maravilloso, Sergio Raimondi se pregunta si en la poesía argentina existen ejemplos en los que el Estado apareciese de un modo afirmativo, una suerte de poesía por encargo para fundar –a través de formalismos– una nación. Raimondi desmenuza esa ocurrencia disparatada que es el poema de Lugones A los ganados y las mieses, tan denostado por Borges, quien afirmó que esos 1.459 versos eran un “fatigoso catálogo y un ejemplo de que a Lugones no le interesan los temas sino los fuegos de artificio de su retórica”. Raimondi arriesga que el tema del poema no es el maíz o la pampa sino el Estado mismo; por eso, la palabra “pampa” aparece muy poco y en cambio es refundada en la palabra “campo”: un centro productivo y capitalista, una industria regulable, un encargo roquista. La poesía es también una tecnología de uso íntimo, inofensivo y no, que se cede a la utilidad pública. Nos faltará mucha Tamara para ayudar a dirimir adónde llega esa línea fundacional y zigzagueante.