Lograr un equilibrio sensato entre impacto periodístico y buen gusto no es fácil cuando se trata de editar la noticia de una catástrofe, sea accidente, terremoto, tsunami o acontecimiento por el estilo. Los lectores de un diario no sensacionalista suelen sancionar de palabra o en los hechos cuando el medio que eligen pasa los límites que llevan al morbo. El trágico descarrilamiento de Santiago de Compostela, en España, generó imágenes para las cuales sólo un fuerte filtro autocrítico impide aquel desborde. Por estos días, muchos lectores del diario El País de Madrid se han quejado por el tratamiento gráfico dado por ese periódico en su edición papel y más aun con el observado en su página web. El ombudsman del diario, Tomàs Delclós (que lo es de ambos soportes a diferencia de quien esto escribe, sólo dedicado al análisis de la versión papel), dio respuesta a tales inquietudes: “En este tipo de noticias –escribió Delclós–, se plantea siempre el debate, con opiniones respetables de distinto contenido, sobre el límite de la información gráfica. En uno de los mensajes se cita el criterio del Libro de Estilo que establece que las imágenes desagradables sólo se publicarán cuando añadan información. Pero en una tragedia con más de setenta personas fallecidas, las imágenes inevitablemente reflejan situaciones dolorosas y la foto de portada, por encima de otras lecturas, subraya una escena de auxilio y solidaridad sin afectar a la dignidad de sus protagonistas”.
Quise tomar el ejemplo del diario madrileño para fundamentar por qué encabezo la columna del Defensor de los Lectores de PERFIL con un aplauso y no con una crítica, como es habitual. En sus páginas 30 y 31, la edición de ayer ha demostrado que es posible informar con buen material de textos e ilustrar con fotografías que muestran el drama vivido, la escena conmovedora. La foto principal es una síntesis cabal de la tragedia, con ese hombre sentado, angustiado y con su mirada fija en un cuerpo sin vida cubierto por una manta. Hay otras dos, que presentan al maquinista y una niña con heridas, atendidos en plena acción de rescate.
Considerando el bombardeo de imágenes sin filtro alguno que difundieron casi todos los canales de televisión abierta y por cable, muchas de ellas de una crudeza deplorable, y fotografías similares que inundaron de morbo algunos medios gráficos y de internet, lo que este diario supo hacer para no herir la sensibilidad de sus lectores es loable.
Campañas. En su correo publicado en la página 32, el lector Andresen profundiza la crítica formulada un par de semanas atrás por su colega Roberto Rinaldi acerca de la cobertura que PERFIL viene haciendo de las campañas electorales con vistas a las PASO. Contabiliza con precisión cuánto espacio se les dedicó a las diversas variantes kirchneristas y/o peronistas que compiten en la Ciudad y en la provincia de Buenos Aires y cuán poco o nada a otras propuestas de signo diferente o lo que está ocurriendo en los restantes distritos. Tal como lo hice ya con el lector Rinaldi, debo coincidir con él: tal parece que el diario ha optado por un camino limitativo, en el que sólo interesa la disputa peronista/kirchnerista en Ciudad y provincia. Las elecciones ya están a la vista –faltan apenas dos semanas– y los lectores no alineados con alguna de las variantes mencionadas no se enteran por PERFIL qué están haciendo las otras fuerzas; y en el caso del resto del país, el panorama es peor. Este diario tiene –por lo que tantas veces ha afirmado su conducción– la obligación de dar respuesta a las necesidades de todos sus lectores.
Algo más. Un par de paladas de arena para tanta cal derramada en la primera parte de esta columna:
El domingo 21, el título principal del suplemento Espectáculos es un textual del actor Hugh Jackman, protagonista de la película Wolverine: inmortal, estrenada el pasado jueves: “Buenos Aires es una ciudad muy tensa”, dice allí, como si tal declaración correspondiera a un tiempo presente que no es tal. Jackman visitó Buenos Aires en 2001, como lo relata en la nota que da origen al título. Al poner su textual en presente, se le “vende” al lector una afirmación que tiene 12 años de antigüedad y, para peor, correspondiente a un momento histórico angustioso para argentinos y foráneos.
Dejó gusto a poco el espacio concedido ayer a la fuga de los dos oficiales del Ejército comprometidos gravemente con la represión durante la dictadura, que fueron trasladados desde San Juan al Hospital Militar Central de Buenos Aires. Apenas una columna dedicada al tema, con escasos pormenores, no parece compatible con el desarrollo que PERFIL dio siempre a estos casos.