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Una visita encantadora

No todo ha de ser pálidas en esta vida. Nos pasamos el tiempo quejándonos (con razón, sí, estimado señor; sí, querida señora), protestando, rezongando, ay, por favor, basta, aunque sea por un ratito olvidémonos de las cifras del INDEC, de Cristina, del ex presidente en ejercicio, de los tipos que van a ser elegidos y van a renunciar para que otro agarre el clavo ardiendo; olvidémonos de todo eso y busquemos rápida y desesperadamente otro tema un poco más alegre, colorido, musical.

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No todo ha de ser pálidas en esta vida. Nos pasamos el tiempo quejándonos (con razón, sí, estimado señor; sí, querida señora), protestando, rezongando, ay, por favor, basta, aunque sea por un ratito olvidémonos de las cifras del INDEC, de Cristina, del ex presidente en ejercicio, de los tipos que van a ser elegidos y van a renunciar para que otro agarre el clavo ardiendo; olvidémonos de todo eso y busquemos rápida y desesperadamente otro tema un poco más alegre, colorido, musical. ¿De qué podríamos hablar? ¿Les cuento de mis nietos que son preciosos e inteligentes? No, es demasiado personal y no tiene que ver con la actualidad económica, social, política, cultural, estructural, mental, etc. Hablemos de otra cosa, más, qué sé yo, más general y al mismo tiempo amable y optimista. ¿Conciertos? ¿Publicaciones? ¿Visitas ilustres? Eso, visitas ilustres, eso mismo. Un tema atractivo, fascinante, encantador. ¡Adelante!
Ha llegado. Qué bien, por fin ha llegado, con todo lo que lo estuvimos esperando. ¡Qué bueno! Ha llegado el otoño, estación dulce y suave si las hay, llena de coloridos dorados, amarillitos, glaucos, tipo alborada de los buenos tiempos. Cierto que por acá los dorados poco se dejan ver porque el clima húmedo del Litoral tira las hojas de los árboles hacia el marrón, pero bueno, teóricamente el otoño es dorado y no se hable más. Ha llegado la estación de los días cortos y fríos; bueno, cortos sí pero fríos no tanto porque a la matina hace un frío que pela y a las once hay un solazo infernal y si te pusiste un sweater sonaste usté porque andás por la calle sudando a mares y los amigos te dicen peeeero cheeeee cómo se te ocurre abrigarte tanto en un día como éste. Y a la nochecita el viento glacial te corta la cara y si saliste a las once con una remera a las ocho de la nuit te agarra la neumonía, te agarra. Bueno, no importa, son pavadas, si se las compara con los soles benévolos y las brisas tranquilas que te despeinan si sos mina y fuiste justo justo a la mañana a la peluquería y te matan de frío si sos varón y la frente ha ido avanzando hacia atrás. Claro, pero es una linda estación, el otoño, ¿eh? Tiene un solo inconveniente: cuando termina viene el invierno y ahí caemos de nuevo en la queja y el rezongo.