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Unos metros más lejos

Otra vez en Berlín. Viajar debería ser materia de enseñanza obligatoria en la escuela. Más allá de lo que uno vaya a hacer, el viaje es en sí mismo el objetivo del viaje: dejarse arrullar por el tumulto que sigue otras reglas de convivencia.

Rafaelspregelburd150
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Otra vez en Berlín. Viajar debería ser materia de enseñanza obligatoria en la escuela. Más allá de lo que uno vaya a hacer, el viaje es en sí mismo el objetivo del viaje: dejarse arrullar por el tumulto que sigue otras reglas de convivencia. Pagar para que te den una bolsita de nylon en el supermercado. Acostumbrarse a que no haya pasos de cebra, porque acá los autos paran. Reencontrarse con un lugar del que hemos estado ausentes y descubrir lo insólito de cada cambio. ¡Corrieron 100 metros la estación de tren de Charlottenburg! ¿Cuánto habrá costado mover andenes y puestos de panchos? Siempre recuerdo con angustia la amenaza municipal de mover a un costado la pasiva estación de mi barrio natal para aprovechar la autopista y ¡techar Villa Luro! Nunca se hizo.
Con esa misma apertura del viajero, me dejé llevar a ver Hamlet, que se sigue haciendo, pese a la locura del muchacho. ¿Qué voy a ver, por enésima vez? La variante. La manera personal en la que se hace lo que ya han hecho tantos. Espero una a una las fotos conocidas: Polonio tras la cortina, Ofelia ahogada en el arroyo, Gertrudis bebiendo la perla venenosa; puntos panorámicos, de este recorrido que –como Berlín– es siempre idéntico y siempre está movido una cuadra hacia el este: huelga decir que la puesta de Thomas Ostermeier, con dramaturgia de Marius von Mayenburg, es de un virtuosismo apabullante. Algunas polaroids salen tan movidas que no se ven: el fantasma ni aparece, porque más fantasmal es la boda materna, matizada de ametralladoras y aires de mafia balcánica. Bien globalizado, Hamlet (un Lars Eidinger para la historia) ha dejado de estar loco para rozar literalmente la imbecilidad del mal. Ojalá Rosencratz y Guildenstern lo lleven a Londres de una vez, y se revienten todos en alguna disco. Porque si en algo no incurre este montaje de la Schaubühne es en el didactismo. El viejo texto por excelencia del teatro sobre el teatro es una máquina ruidosa dispuesta a desordenarlo todo, así es que hago las gestiones que puedo para que el montaje venga a Buenos Aires. Que es otra forma de viajar.