La muerte violenta del fiscal Alberto Nisman nos conmocionó a muchos, más aún a quienes lo conocíamos hace más de 20 años.
Fui educado en la cultura que señala que no corresponde hablar superficialmente de nadie y menos de los muertos, más aún en este caso, con una familia sufriente que no puede iniciar su duelo sin las respuestas necesarias sobre las causas próximas y mediatas de esa muerte.
Mis condolencias las he comunicado de manera privada, como considero debe ser, y no están dadas las circunstancias para hacer un acto público al respecto, precisamente por la falta de certezas sobre las causas, que impide dar un significado al acto.
Accidente al manipular el arma, un suicidio voluntario, un suicidio inducido, una muerte por propia mano coaccionado por un tercero (sería un homicidio), un homicidio tradicional. Por ahora, son todas hipótesis. En el segundo caso, habría que determinar las causas, y en los últimos tres, todavía restaría determinar quiénes fueron los autores de la instigación, coacción u homicidio propiamente dicho.
¿De qué se trata? Como se sabe, las marchas en espacios públicos y el silencio son formas de expresión. Emiten mensajes.
Preguntas: ¿se trata de una protesta?: ¿a quién?; ¿de un reclamo?: ¿a quién y qué se le pide?; ¿de una expresión de dolor?: ¿quiénes son los que sufren y desde qué lugar dicen que sufren por la muerte de Alberto?; ¿es un homenaje?: ¿por qué, de quiénes y en base a qué lo están homenajeando?; ¿por qué lo hacen desde el Congreso hacia el lugar de trabajo del fiscal muerto, y no en el cementerio frente a su lugar de descanso?; ¿quiénes están moralmente autorizados a hacer una manifestación pública?. (Claro que tienen derecho a hacerla). Porque quienes convocan a la marcha no han sido víctimas de nada relacionado con el trabajo y la muerte de Nisman. Inclusive, algunos han intervenido funcionalmente en las causas relacionadas con el caso AMIA. Las respuestas a todas esas y a otras preguntas deben ser aclaradas antes de marchar, porque son las que dan sentido a una expresión.
Y ahí es donde aparece la otra cuestión. Los que han convocado a la marcha son un pequeño grupo de fiscales y eso no alcanza para conocer las respuestas a esas preguntas.
¿Acaso no se consideran parte del Ministerio Público Fiscal (art. 120 Constitución Nacional) y quien debe dar las respuestas sobre la muerte del colega? ¿Son fiscales para una cosa y no fiscales para otras? ¿No se hacen cargo de las altísimas responsabilidades que tenemos los magistrados del MPF? (entre ellas, las de guardar reserva de nuestros actos funcionales). ¿Cuál es el mensaje para el público en general cuando los que tienen/tenemos que dar respuestas, son quienes parecen estar reclamándolas?
Y la situación creada es grotesca, porque da lugar a todo tipo de especulaciones y conclusiones seudo criminalísticas, que en realidad son políticas y no basadas en hechos, sino en deseos, como las de quienes desde la superficialidad supina asocian: denuncia contra el Gobierno + muerte del denunciante = homicidio por parte del Gobierno. Si no fuera un asunto tan serio, realmente parecería una payasada, un chiste de mal gusto.
Es que el día que se tengan certezas sobre las causas de la muerte y si se determina que hay terceros involucrados, sean quienes fueren, seré el primero en una marcha de repudio.
Pero por el momento, para quienes vemos el casus desde este lugar, está claro que pensamos que la marcha y las declaraciones de los convocantes y adherentes son formas de uso espurio de la muerte de Nisman, para dar a entender otras cosas o con finalidades personales de exaltación de su propia imagen. En definitiva, algo que no se hace, como me dirían mis abuelas.
*Doctor en Derecho. UBA. Fiscal General ante la Cámara Federal de Casación Penal.