Fue este el eslogan con el cual, de manera obscena, el kirchnerismo hizo sentir su poder durante los largos 12 años que duró su primera experiencia gobernando. Fue esa una marca de aquel kirchnerato hoy redivivo. Lo inquietante es que nada de aquello ha cambiado. Los hechos lo confirman día tras día.
Nada que sorprenda. El episodio convalidante de esta semana fue el desplazamiento de Guillermo Nielsen de la presidencia de YPF. Algún día se sabrá con exactitud por qué el renunciado funcionario, al que se le concedió el premio consuelo de la embajada en Arabia Saudita, aceptó ese cargo, que era apetecido por Cristina Fernández de Kirchner desde el vamos. Era y es sabido que la ex presidenta en funciones nunca tuvo ningún sentimiento de afecto hacia el doctor Nielsen. Más bien, todo lo contrario. Su veto fue decisivo para bochar su designación como ministro de Economía. Y por eso le coparon la empresa con dirigentes de La Cámpora, con los que casi no se hablaba, en el marco del loteo de cargos que se le impuso a Alberto Fernández.
El principal factor que transforma YPF en objeto prioritario del kirchnerismo es el de ser una fuente enorme de dinero. Es lo que en la política se llama “la caja”, que para el kirchnerismo es una herramienta clave para la obtención de fondos destinados a la campaña electoral. Son también “cajas” el PAMI y la Anses. En ambos organismos, los cargos ejecutivos son ocupados por gente de La Cámpora. Como se ve, nada es casualidad sino causalidad. Néstor Kirchner usaba “la caja” para cooptar y/o someter a gobernadores, intendentes, legisladores, dirigentes sociales y organizaciones de diverso tipo.
El nuevo presidente de YPF, Pablo González, no tiene la menor experiencia en el tema hidrocarburífero. Su principal “mérito” es ser una especie de ahijado de Néstor Kirchner. Un auténtico soldado del ex presidente y un agradecido de la familia. Las voces en ese sentido son mayoría y concluyentes.
El ex mandatario lo inició en política en el año 2000. Fue subsecretario de Recursos Tributarios de Santa Cruz durante cuatro años. Fiscal de Estado desde 2003 hasta 2007, cuando asumió como ministro de Gobierno de Daniel Peralta. Elegido diputado provincial, en julio de 2008 fue designado jefe de Gabinete provincial. Luego fue senador nacional y en 2015, vicegobernador de Alicia Kirchner. Su único antecedente en el rubro energético se registró a mediados de los 90, cuando fue director de Distrigas SA, la firma que distribuye el gas natural en Santa Cruz.
“Acá nos conocemos todos desde hace años. Lo que aprendió en su paso por Distrigas es la gestión administrativa de la extensión de servicios de la red doméstica y que los caños eran de color amarillo”, dijo un político santacruceño que fue testigo de su ascenso.
“Íbamos a los mismos lugares cuando éramos chicos. Es un abogado corto de palabra que no podía siquiera sostener las entrevistas amigables de los medios locales. Pero tiene lo único que Cristina y Máximo necesitan en este momento: fidelidad y devoción. Es un pingüino puro sin conocimiento del sector energético pero que entiende a la perfección la lógica del manejo del poder que ejerce la familia Kirchner. Con la salida de Nielsen, Máximo podrá terminar de consolidar la hegemonía de La Cámpora en YPF y Cristina eligió a la persona correcta para esa tarea. No es una casualidad en cuanto a la dimensión de poder expansivo: El PAMI, la Anses, Aerolíneas Argentinas y ahora YPF son las cajas millonarias que necesitan para hacer política”, agrega otro hombre de Santa Cruz .
El poder y su laberinto. El malestar dentro del Frente de Todos continúa. El apoyo del ala albertista hacia su jefe sigue siendo incondicional pero ya no hay tanto esmero en disimular las críticas. El último episodio que detonó el equilibrio interno fue la ratificación de Victoria Donda como titular del Inadi. “Los medios tienen la costumbre de señalar a CFK como la culpable de todos los males o de las decisiones polémicas, pero fue Alberto. Él decidió sostenerla aun cuando varios funcionarios le dijeron que no debía continuar. Y no es solo Donda; últimamente los errores de la diaria que llegaron a los medios fueron por apuro suyo. Si él no se controla, qué podemos esperar de Kicillof, Daniel Gollán o Kreplak, que encima no tiene espalda para sostener las pavadas que dice”, se quejó uno de los hombres del Presidente.
No fue el de Victoria Donda y su desvergonzado uso de los recursos del Estado el único episodio que desacomodó a Alberto Fernández. También lo fastidió la insólita carta de salutación que el canciller Felipe Solá le envió al flamante presidente de los Estados Unidos, Joseph Biden. Los desaguisados de Solá tienen ya la suficiente envergadura como para que AF lo hubiera removido del cargo sin necesidad de ninguna explicación. Lo inaudito es que permanezca en funciones. “El problema es, que si lo echa, corre el riesgo de que el cargo vaya a parar a las manos de un miembro de La Cámpora designado por Cristina”, se sincera un funcionario con despacho en la Casa Rosada.
Mientras tanto, el plan de vacunación suma cada semana nuevos capítulos de un derrotero errático. Hemos pasado de las dudas expuestas por la viceministra Carla Vizzotti sobre la disponibilidad de vacunas a la afirmación del ministro González García de que habrá 51 millones. De las 5 millones de dosis anunciadas por el Presidente para fines de enero, a 6 mil que llegarán el martes. “No se puede trabajar con tanta desorganización”, reconocía un dirigente de La Cámpora con funciones en Aerolíneas Argentinas, ante las dificultades que se presentan para la organización de los vuelos que deben ir a buscar las vacunas.
Apalancado en el impacto de la pandemia, el Presidente decidió avanzar en la suspensión de las PASO, proyecto al que acompañan no solo gobernadores del FdT sino también de JxC. Las PASO deben hacerse en agosto, cuando, según las predicciones del Gobierno, una mayoría de la población ya debería estar vacunada contra el covid-19. ¿Y entonces?
Tanto zigzag y falta de fundamentación en las decisiones de AF hacen recordar la frase de Groucho Marx: “La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados.
Producción periodística: Santiago Serra.