Al insistir con el argumento de que “si abrimos el cepo nos quedamos sin reservas”, el presidente del Banco Central puso en negro sobre blanco el problema clave de la Argentina de hoy. Veamos. Los dólares del Banco Central juegan contra los pesos de los privados.
El Banco Central maneja la oferta de pesos, y tiene, en este momento, el monopolio de la compraventa de dólares de exportadores e importadores.
Pero es el sector privado el que decide cuánto de sus ahorros quiere mantener en pesos y cuánto en dólares, en función de una serie de consideraciones, en particular la expectativa del precio futuro del dólar y su relación con la tasa de interés en pesos.
Lo que confiesa el jefe del Banco Central es que hoy las expectativas de devaluación son tales, y la cantidad de pesos emitidos es tal que, si la gente pudiera, libremente, transformar parte de sus tenencias en pesos en tenencia de dólares, el Banco Central se quedaría sin reservas, o la tasa de interés debería ser mucho mayor. O el precio del dólar oficial tendría que ser mucho mayor. De allí que, para evitar agotar las reservas, o que el precio del dólar oficial refleje las expectativas de la gente, el Gobierno limita, a través del cepo, la demanda de dólares.
Por lo tanto, el cepo es un instrumento para independizar la cantidad de pesos en poder de la gente de la cantidad de dólares en poder del Banco Central.
El cepo, entonces, ratifica que existe un desequilibrio en la relación pesos/dólares, que no se refleja en el precio del dólar oficial, o en la tasa de interés.
El cepo –y el reconocimiento por parte del Banco Central de que su existencia es imprescindible– convalida las expectativas de devaluación y retroalimenta la necesidad de mantenerlo o de cambiar de política. Pero mantener el cepo, como implica que el precio del dólar oficial es bajo, agrava el problema, dado que no entran dólares suficientes y se demandan más dólares “subsidiados” para ahorro, turismo, etc. A lo que hay que sumar un déficit fiscal descontrolado, que obliga a seguir aumentando la cantidad de pesos, desequilibrando más todavía la relación pesos/dólares.
El Gobierno podría argumentar que considera las expectativas de devaluación desmedidas y que, por lo tanto, mantiene el cepo como una forma de evitar que el precio del dólar se desborde, hasta tanto las expectativas se calmen y se vuelva a la “normalidad”. Pero para sostener este argumento las autoridades deberían demostrar, efectivamente, que el actual precio del dólar y el actual ritmo de devaluación son los correctos.
Sin embargo, se mida como se mida, está claro que los costos internos han evolucionado en los últimos años bien por encima de la variación del tipo de cambio oficial. Y esto, sumado a la caída de los precios de nuestros productos de exportación y a las devaluaciones, respecto del dólar y de las monedas de nuestros socios comerciales, muestra que tenemos un problema de atraso cambiario importante. Y que, por lo tanto, las expectativas de devaluación no son un complot. Y este escenario se consolida cuando se consideran la proyección del déficit fiscal financiado con emisión para los próximos meses, el nivel del gasto público y las perspectivas globales. Todos los datos convergen, entonces, no sólo para indicar un atraso cambiario presente sino, y es lo más importante, condiciones para empeorarlo en el corto plazo.
Insostenible. En síntesis, la política fiscal llevó el gasto público a niveles insostenibles. Pese al récord de ingresos, también el déficit fiscal es récord. Como no hay forma de financiarlo con crédito externo, el déficit se financia con emisión de pesos o con deuda interna, de manera que, como ya le conté, no hay forma de hacer política anticíclica con déficit fiscal dado que “se les saca a unos para financiar a otros” sin agregar demanda.
La emisión de pesos hace la relación pesos/dólares inconsistente, y para no quedarse sin reservas se introdujo el cepo. Pero el cepo mismo, combinado con la continuidad de la política fiscal y el escenario internacional, genera expectativas de devaluación que paralizan la economía.
Hasta que este círculo vicioso no se modifique, cambiando la política fiscal y reconociendo el verdadero precio del dólar, la economía no volverá a crecer. Lo que dicen algunos candidatos, mientras tanto, es “fulbito para la tribuna”.