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Varias crisis superpuestas

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Desde los primeros días de este año la República Islámica de Irán ha estado en los principales titulares del mundo debido al asesinato de Qasem Soleimani, jefe de la Fuerza Quds de los Guardianes de la Revolución, en el aeropuerto de Irak por parte de los Estados Unidos. Gran atención se dedicó a la respuesta iraní que incluyó un ataque a una Base del Ejército iraquí que albergaba tropas norteamericanas y al lamentable error del derribo de un avión civil sobre territorio iraní. La rapidez de los hechos, la diversidad de los mismos, nos puede llevar a confusiones que dificultan la comprensión de lo que está ocurriendo en Irán.

Es por ello que creo que podemos acercarnos a esa realidad viéndola como un conjunto de crisis superpuestas e interdependientes:

Nivel interno: desde hace meses la crisis económica iraní que no solo se deriva de las sanciones internacionales sino también de problemas de gestión y de los precios de hidrocarburos, ha hecho que en varias ciudades la población salga a manifestarse contra el gobierno con una respuesta de represión importante por parte de éste. Esa oposición es más visceral e inorgánica que un intento revolucionario organizado con objetivos claros. Se orienta contra el gobierno, pero no significa que sea per se favorable a potencias extranjeras. Una legítima expresión contra el gobierno no hará desaparecer el sentido de pertenencia nacionalista de los iraníes. Que no amen a su gobierno no significa que amen a otros extranjeros.

Nivel regional: los conflictos de Irak, Siria, Yemen, Líbano han generado vacíos en términos de poder que han sido ocupados por Irán utilizando para ello la cercanía religiosa (musulmanes chiitas) aunque con limitaciones derivadas de las diferencias entre árabes y persas (los iraníes). Las insurrecciones y guerras civiles en Siria, Yemen, Irak y las divisiones entre las comunidades libanesas han permitido a Irán proyectar no solo un poder militar (donde Qasem Soleimani jugaba un papel central), sino también económico y cultural. Irán desde inicios del siglo XXI ha estado expandiendo su red de apoyo más allá de sus fronteras generando con eso la abierta oposición de los países árabes del Golfo, comenzando por Arabia Saudita, así como de Israel.

Nivel global: ese crecimiento regional de Irán, su autopercepción como un Estado de larga historia y con un peso específico propio, ha llevado a que su política exterior considere que el orden regional de Medio Oriente debe modificarse para dar lugar a esta nueva realidad. En este sentido, el desarrollo de un programa nuclear ha aparecido para los decisores iraníes como un punto que debe fortalecerse como muestra de ese status al que pretende llegar. En este camino la oposición de otros estados que han gozado o gozan de status de potencias regionales, como Israel, Arabia Saudita, Turquía o Egipto, ha sido una realidad innegable. Irán desea ser reconocido como una potencia regional, pero eso no encuentra ni la aceptación de los estados más importantes de Medio Oriente ni mucho menos de la potencia global con mayor presencia  militar en esa zona, Estados Unidos.

A riesgo de complejizar aún más la situación deberíamos señalar que otras dos potencias con ambiciones globales y embarcadas en una competencia abierta con Estados Unidos China y Rusia, han aumentado su presencia en Medio Oriente y también tienen perspectivas distintas respecto del orden regional.

Así, como puede verse, los tres niveles se superponen y se retroalimentan: la oposición interna al gobierno no deja de pretender una situación de preeminencia para Irán, pero a la vez no aprueba que se asignen recursos al exterior en desmedro de las necesidades internas y tampoco pretende ser dependiente del extranjero. La comunidad internacional (empezando por los países europeos, Rusia y China) pretenden salvar el acuerdo nuclear que controla los desarrollos tecnológicos iraníes en ese campo, pero carecen de los medios para oponerse a los Estados Unidos que, a la vez, pretende disminuir su presencia militar en la región como lo ha señalado varias eces el presidente Trump.

Las malas decisiones de política exterior que llevaron a las guerras de Afganistán, Irak y al apoyo de insurgencias en Siria y Yemen han sido las que han aumentado la presencia regional de Irán que busca ahora un desarrollo nuclear.

Estas tres crisis no pueden resolverse de manera individual, ya que están interrelacionadas y no pueden separase. Los que son aliados en un nivel son competidores u opositores en el otro. La muerte de Soleimani, por ejemplo, puede disminuir la influencia exterior de Irán, pero seguramente aumentará la de Rusia en Siria. Nada es simple o lineal.

Hay que evitar las simplificaciones y acercarse a la realidad de la región viendo los detalles. Para ello hay que construir conocimiento. Es la asignatura pendiente, prioritaria, de Argentina si quiere moverse en el mundo con un GPS actualizado y acorde a sus intereses.

*Director del Programa Ejecutivo en Medio Oriente Contemporáneo-UCA.