¿Quién necesita ficción cuando YouTube te da rizoma? ¿Cuánto tiempo podrán el cine y la televisión competir con esa fuente de satisfacción inmediata, esa droga blanda y rizomática que es la red, y que te conduce de una parte a otra de sí misma como un fractal que descubriera tus intereses por mera asociación de significantes? ¿Te gustó el video del gato que entra en la caja? ¡Mirate estos otros tres billones de gatitos!
Hoy supe de la existencia de Un buen día, una película filmada en California por Nicolás Del Boca. Parece que la chica es novia de Al Pacino. Pues bien: su trailer se afana por entrar en la categoría de clásico: la opinión pública asegura que se trata del peor trailer de la historia del cine. Tal vez lo sea, pero lo más interesante es el rubro en sí: “Peor trailer de la historia”. Dudo que la gente que defenestra la película la haya visto. Lo cierto es que no dan muchas ganas, salvo que estés obligado a una dieta combinada de anfetaminas y vodka, y la necesidad te pida a gritos un ambiente acorde con ese mambo.
¿Por qué alguien querría evaluar un trailer que es sólo signo de otra cosa? Bah, si hasta la publicidad (un diseño con un objetivo específico extraestético) tiene sus concursos de belleza en Cannes, era cuestión de minutos para llegar hasta acá. El trailer (que debería ser información franca y concisa) se ha transformado en una trampa de diseño; resume género, cuenta ambiciones. Y si no hay género y la película es de autor (cosa cada vez más rara considerando lo que le cuesta a un “autor” hacer una película), entonces será suave, con lentos fundidos, sin texto, con poca música y con cuerdas.
El deseo de poner al fracaso en un altar para sentirnos nerones bajando el dedo es atávico, barrial y sencillo. Se pueden encontrar incluso parodias del trailer filmadas por amateurs. Huelen a domingo de aburrimiento, a ganas de joder. Y son igualmente desesperantes. Porque el fracaso original, como suele suceder, es más triste y divertido.
El rizo es eterno, pero es sano entrenar dónde hacer el corte y dejar de ver. Para que el cabello siga creciendo con más brillo.