Muchos piensan con razón que el futuro exigirá cada vez más educación. Esta creencia está asociada al concepto de “sociedad del conocimiento”. Desde esta perspectiva se sigue pensando que la educación superior ofrece las mejores oportunidades para encontrar posiciones exitosas en el futuro. Pero, ¿cuán preparada está la educación superior para ofrecer las mejores oportunidades?
Parece que en la universidad se concentran las mejores posibilidades de obtener un diploma con salidas laborales gratificantes. Esto era cierto hace veinte años todavía. Las instituciones de educación superior concentraban las ofertas de aprendizaje y de acreditación post secundarias. Este monopolio estaba reforzado por el reconocimiento de los diplomas “oficiales”, tanto en el sector público como en el privado.
Panorama. A nivel internacional aparecen nuevos contextos: la globalización de los intercambios, las tecnologías y las comunicaciones, la informatización de la sociedad, la educación a distancia y transfronteriza, la explosión de las informaciones a través de las redes informáticas. Poco a poco los sistemas de educación superior van asimilando estas evoluciones y surgen nuevas alternativas. Los sistemas educativos se volvieron más complejos y globales.
En Argentina el desarrollo de la educación a distancia comenzó a revelar que el acceso a los aprendizajes trasciende las fronteras. La Universidad Virtual de Quilmes recibió inscripciones del extranjero y el Instituto de Educación Superior del Ejército creó un servicio de escolarización para argentinos en el exterior. Hacia 2000 los programas de educación a distancia circulaban en todas las direcciones superando las barreras geográficas e institucionales.
La mayoría sigue prefiriendo los cursos presenciales. Sin embargo, en Argentina, donde no hubo políticas favorables para la enseñanza virtual, más de 200 mil personas siguen cursos de educación superior a distancia (la Universidad Virtual de Brasil tiene cerca de un millón de estudiantes). Se puede estimar que hacia 2025 habrá unos 600 mil estudiantes virtuales en Argentina.
Debemos registrar también como escenario la conexión mente-computadora que hará posible la transmisión cuasi automática de libros o archivos de informaciones hacia cualquier usuario que lo necesite. Esta eventualidad va a desplazar la función de miles de profesores que se dedican a transmitir información que se encuentra en los libros. Se calcula que más del 80% de la actividad docente actual consiste en transmitir información. Algo que en poco tiempo resultará redundante.
Concreto. ¿Qué pueden hacer los profesores y los agentes educativos? En primer lugar, reforzar las capacidades para orientar e interpretar los procesos de asimilación de información. O sea, hay que enseñar a pensar, a interpretar y a aplicar conocimientos. Se requieren más competencias epistemológicas y pedagógicas por parte de los profesores. El futuro ya está en las aulas de hoy con estudiantes que tienen la posibilidad de acceder por su cuenta a fuentes de conocimientos más avanzados que los de sus profesores.
Desde el punto de vista de la inserción en el mercado de trabajo, estamos asistiendo a un desacople entre las formaciones académicas y la evolución de las innovaciones tecnológicas y científicas. De modo que la idea de que un diploma corresponde a una ocupación profesional determinada no siempre se cumple. Esto pasa en casi todas las profesiones. Por esta razón en Europa acortaron las carreras de grado y fortalecieron la formación básica, dejando para los posgrados las formaciones más actualizadas.
Hacer frente a estos desafíos. En el plano pedagógico es evidente, como sucede con el Proceso de Bolonia en Europa, que conviene limitar las enseñanzas enciclopédicas y fortalecer las capacidades para aprender, para pensar, para interpretar información. A su vez, hay que tener más en cuenta el apoyo que pueden ofrecer las tecnologías de la información e internet.
Por otro lado, las universidades o institutos terciarios deben diseñar planes de estudio flexibles, abiertos, transnacionales. Para aprender de manera bimodal: presencial o a distancia. Blended learning, aprendizaje combinado o multimodal. Al mismo tiempo las instituciones deben pensar en la empleabilidad previendo los cambios tecnológicos y económicos. ¿Cuántos mecánicos de automóviles eléctricos, o a hidrógeno, se van a precisar? ¿Cuántos cirujanos, ingenieros, o cuántos psicólogos virtuales o administradores de bienes intangibles vamos a necesitar? Las universidades tienen que trabajar con prospectiva y con capacidad para el cambio.
Se pueden encontrar estas tendencias en todos los informes sobre el estado de la educación superior en el mundo. La incógnita para Argentina es el comportamiento de los órganos reguladores, como el Ministerio de Educación, el Consejo de universidades, los gobiernos de las universidades privadas y públicas. Y el lugar de los institutos de educación superior. Hasta ahora, en las últimas tres décadas no han surgido estrategias sistémicas y decisivas en educación superior. Prevalece un profundo individualismo institucional, que llega a la atomización. Parece que alguna vez tendremos que empezar a inventar el futuro entre todos, porque de eso depende el destino de las nuevas generaciones en la sociedad del conocimiento
*Doctor en Filosofía, profesor de la maestría en Gestión Universitaria de la Universidad Nacional de Mar del Plata y del doctorado en Política y Gestión de la Educación Superior de la Untref.