El tiempo llega a su fin. La larga carrera de obstáculos entró en su última semana. Como un auto acondicionado para vender, el Gobierno muestra orgulloso el lustre que le sacó, con esfuerzo y hasta el borde de sus fuerzas, a la economía, auténtico caballito de batalla electoral.
Entre 2002 y 2007 el PBI creció 8,7% anual promedio, con picos de más de 9 puntos. La recuperación estuvo apoyada por los superávit gemelos, el externo y, el más importante, el fiscal. El superávit financiero promedio fue de 1,5% del PBI, una cifra nunca alcanzada en forma continua.
Hubo 2,5 millones de puestos de trabajo más que en lo peor de la crisis, cuando la tasa de desocupación trepó a más de 21 puntos, después de que el INDEC cometiera su primer maquillaje y considerara a los beneficiarios de planes sociales como “ocupados”. En el último trimestre de 2007 se proyecta al 7 por ciento. La pobreza bajó de 58% a 24% de la población (con el IPC firmado por Moreno) y algunos puntos más según las góndolas. En la última cifra de relevancia conocida antes de ir a las urnas, se anunció que la producción creció 9,2% en agosto contra el mismo mes del año pasado. ¡Casi el paraíso económico!
Pero algunos maliciosos piden antidoping. Parecerían ser todas buenas noticias, como para convencer a los votantes de que la opción de un cambio que no cambia es la mejor para seguir a toda marcha. Sobre todo cuando los datos que ponen nubes en el horizonte son los más sospechados de ser manipulados y desinformados. El último manotón a los fondos de las AFJP, obligándolas a invertir en el país lo que tenían fondeado en países del Mercosur (especialmente Brasil) no es más que una larga historia de manoseo al capital de millones de ahorristas, todavía engañados por la colocación de bonos luego defaulteados en las postrimerías de la era Cavallo.
Como portaaviones financieros, sus movimientos son lentos, y no producirán efectos a la brevedad pero todo indica que esa “repatriación” de dinero terminará en proyectos de la burguesía nacional o en títulos públicos. La rentabilidad para los futuros jubilados pasará a segundo plano.
El menú ofrecido a la candidata oficial también le dejaría algunos desajustes que sólo el timing político pudo hacerlos pasar de año. “Poison pills” como denominan los banqueros (ahora amigos de la Kasa), a las cláusulas que se colocan en los contratos, que terminan estallando luego. Enumerándolas, contamos:
1) Inflación: las proyecciones privadas estiman 18% real y con una inercia inquietante para empezar el año.
2) Crisis energética: la desafortunada gestión de los precios internos y la volatilidad de los internacionales sumados al tirón de la demanda. El gas en el invierno y ahora la electricidad en el verano, un karma para las empresas.
3) Necesidad de inversiones en empresas de servicios públicos sometidas a congelamientos.
4) Paritarias lanzadas y con final abierto: los sueldos formales privados subieron más de 22% el último año y los sindicalistas calculan su “inflación subjetiva”.
5) Un BCRA garante de la estabilidad del peso y controlante de la política monetaria desdibujado en el último año.
6) Colchón fiscal esmerilado por un gasto público creciente y rojos provinciales.
7) Lenta pero inexorable desaparición del excedente comercial, por un lógico crecimiento de las importaciones (insumos industriales y combustibles).
8) Demandas sociales sostenidas. Llega la hora de recibir los “otros” beneficios del crecimiento. Más fondos…
9) Ultimos fallos en contra de la Argentina en el CIADI por la devaluación y congelamiento de tarifas, y presión de los acreedores que quedaron fuera del canje de deuda.
10) Expectativas de solución de muchos problemas acudiendo a la magia del crecimiento “chino” que burla la escasez, base de toda solución económica. Con expectativas de 5% anual de expansión del PBI, la puja por la distribución del ingreso y los recursos fiscales será inédita en el universo K. Todo eso descontando, por parte de los empresarios, un triunfo de la senadora Fernández: el 92 de los consultados por el IAE así lo cree. Las turbulencias del viernes en los mercados mundiales hicieron revisar, nuevamente, el impostado optimismo oficial. Es que el viento de cola acompañó como nunca en el país desde hace 80 años, la política oficial. Quedar huérfanos de semejante paraguas internacional ya le pone otro tenor al desafío del próximo habitante de Olivos: gestionar en la adversidad.