“Nuestros nonos combatieron en el frente en la Segunda Guerra Mundial. Nosotros, para pelear esta guerra, nos tenemos que quedar en pijama en casa”, reflexiona la escritora Nunzia Locatelli, que cuenta en Infobae el infierno que vive Italia. El caos se disemina: somos apenas seres con 300 mil años en la Tierra, tan frágiles como los dinosaurios. Los mercados colapsan en derrumbes históricos. Bandas de monos salen a saquear las calles de Tailandia: a causa del coronavirus, ya no hay turistas que los alimenten. Los monos no tienen discursos que organicen el resentimiento monil contra otros seres cuyo deber sería alimentarlos.
Leo que alguien dice: “Este virus mata menos que el patriarcado; este virus es blanco e importado y por eso protagoniza”; desde una cuenta de la UBA Sociales otro lo llama “individualismo global que inventa catástrofes”. “Vos te reías de la conjunción Saturno-Plutón, bueno: ahí tenés”, me dice Elo, pintora y bruja eximia. Para ella, esta conjunción, que empezó a principios de enero, marca un momento darwinista de la astrología: solo los que se adapten podrán sobrevivir. Como la sociología, la astrología es ideológica, pero tiene una ventaja: su código permite decir la verdad. Nadie admitiría socialmente que es mala persona: en cambio, vía la astrología, puede decir: “Soy Escorpio con ascendente en Marsopa, ¿viste?”. Sí, gordi, sabemos que sos flor de guacha. La izquierda universitaria ha perdido ese poder mágico y border y tiende a mezclar palabras ideologizadas en una combinatoria oscura, como un poema de Pizarnik.
Qué lindo sería que fuera en efecto una conspiración capitalista, y apareciera Dick Cheney con su vacuna dorada, y todo fuera una trampa del Imperio para enriquecerse. Pero si hay algo que la pandemia delata es que somos un sistema, y el problema de unos es el de otros. Los niños no se enferman, pero no van a clases porque podrían diseminar la enfermedad. Me cuido no tanto por mí, sino por los demás: cuido el sistema en el que vivo y convivo, ahora también junto al pequeño e insidioso Covid. “Es un castigo de la naturaleza: si no hubiéramos roto el equilibrio de los animales salvajes, nada de esto hubiera sucedido”, dice una amiga francesa mientras se frota aceites esenciales de ravinsara y vitamina C.
Camino por Barcelona bajo una gorra de béisbol, anteojos y un pañuelo. Suelo andar así, pero ahora es decodificado como una trinchera. Los comerciantes no saben si agradecer que entrás o temer: cualquier contacto es una condena posible. Cualquiera es un vector o una víctima potencial. Celebro lo de saludarse con el codo; alguna vez tenía que terminar eso de dejar montículos de saliva en la cara de la gente a manera de saludo. Bien Covid ahí. Socializar al mínimo. Quedarte en casa, trabajando en la compu. Aislarte totalmente. Creo que me preparé toda mi vida para esto.