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brisas

Vida silvestre

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Sale el solcito por detrás de los árboles, se pone claro el cielo y a una le entra la nostalgia de la vida natural, silvestre, en contacto con los bosques, los arroyuelos, los pequeños animalitos peludos y amigables; en fin, la novela bucólica, entendámonos. Eso le dura a una entre veinte y treinta minutos, el intervalo necesario para ducha, medias, pantalones, camiseta, sweater, apresurado café, rápida mirada a los titulares del diario.

A los treinta y un minutos y medio con changüí para no equivocarnos, empieza la vida real. Salvo el asunto del sol al que todavía no le hemos entrado con la tecnología esa que según el padre Einstein, que suele tener razón, nos está convirtiendo en idiotas, salvo el asunto del sol, decía, todo lo demás está al alcance de nuestras manos y lo que pasa es que no sabemos alcanzarlo. Vea usted si no. Por suerte, el contacto con las frondas todavía se conserva y esperemos que por muchos años y siglos si es que logramos convencer a esas almas furibundas de que talar árboles es un pecado contra el mundo, la naturaleza, la gente (usted, yo, él, ella, etc.). Lo de los arroyuelos ahí nomás está, y si no me cree acuérdese de las inundaciones un día sí y otro también porque el entubado de los arroyos o la obra necesaria, en fin, parece que no se concretó gracias (¿gracias?) a dineros que se perdieron (¿se perdieron?) en el camino. No, no, pequeños animalitos peludos y amigables más bien no, pero cucarachas, ratas, arañas, hormigas, bueno, no se queje, llame a los magos de la fumigación que le van a llenar la casa de veneno y se le van a secar los malvones, pero se van a acabar las plagas. No me mate los murciélagos, aunque no sean animalitos peludos y tibios, sino seres alados un poco repugnantes, ojo, que son los que se comen a las cucarachas, gusanos, piojos, chinches etc. Son feos pero buena gente: espántelos sin hacerles daño. Las hogueras alrededor de las cuales se cuentan fábulas y leyendas heroicas se usan poco, reconozcámoslo, pero pronto las tendremos en el living cuando los días de mucho frío se termina el gas. Y las brisas cariñosas y olorosas son cosa del pasado cuando en enero minga de electricidad porque todo el mundo prende los aparatos de aire acondicionado, qué falta de solidaridad, y volvemos a la boca de la caverna en busca de un cachito de aire. Así que no se ponga nostalgioso, no venere lo que le falta y aprecie lo que tiene. ¡Viva el contacto con la diosa Naturaleza, caramba!