CRISTINA se quebró al mencionar la palabra marcapasos en un anuncio sobre subsidios médicos. |
A un mes de la muerte de Néstor Kirchner, el triunfalismo de sus seguidores está bien reflejado en un párrafo del editorial de la revista oficialista Debate, donde se dice: “Una descripción de la Presidente que escuchamos hace pocos días por radio creaba para ella un personaje que combina retazos de Evita, Florence Nightingale, Rosa Luxemburgo y la Madre Teresa, todo salpicado de Hillary Clinton y Angela Merkel. Combativa, intelectual, tierna y solidaria. Un esfuerzo inútil –y fuera de lugar– para supuestamente engrandecer una imagen que, en realidad, se basta sola”.
Que “se baste sola” es el deseo de todos aquellos cuyo futuro político depende de la continuidad de Cristina al frente de la presidencia más allá de diciembre de 2011. Como el ministro Héctor Timerman, que hace pocos días volvió a insistir con su candidatura, argumentando que “no hay nadie en el país que esté a su altura” y “es la mejor opción para el país” porque Néstor Kirchner “era junto con Cristina los dos orientadores de este proyecto, pero el Gobierno estuvo y está en manos de Cristina Kirchner” y por eso “hay una gran mayoría de los argentinos que está pidiendo que ella lidere y siga liderando el proyecto y el Gobierno”.
O el ministro Randazzo, que sale a desmentir que el kirchnerismo busque evitar internas abiertas para imponer a Cristina 2011 apostando a que la Justicia declare inaplicable la nueva ley electoral y así no pagar el costo político, sabiendo que es verdad lo que publicó como título de tapa del domingo pasado PERFIL (ver página 6).
Y muy probablemente la Presidenta pueda “bastarse sola” pero también puede ser que, aun si pudiera hacerlo, podría no quererlo. Continuar siendo Presidenta más allá de diciembre de 2011 podría ser para ella una forma perfecta de laborterapia que la anestesiara del dolor por la pérdida de su marido y ser reelecta, una forma de sublimación. Pero también podría concluir que, muerto su marido, los riesgos de persecución judicial por dejar el poder sean sustancialmente menores; que, al no tener la posibilidad de sucederse mutuamente con su esposo, ser presidenta por un último período sin reelección posible licuaría su poder y un gobierno así resultaría una tortura y que, entonces, lo mejor sería irse con toda la gloria recuperada y, mientras dure el paraguas protector que el efecto necrofílico le proporciona, trabajar para la historia, dejar el triunfo cultural lo más intacto posible y disfrutar un poco de la vida normal y de sus hijos. No sería una decisión tan ilógica. Pero la gran mayoría da por sentado que todo político que marcha primero en las encuestas y no tiene impedimentos para ser presidente presentará su candidatura. La situación puede ser diferente frente a un caso de duelo.
Idus de marzo. La proximidad de fin de año, el verano y el receso legislativo (si a pesar de todo hubiera internas se agregaría el cronograma electoral de las precandidaturas) colocan a marzo como mes clave para las definiciones. Reutemann y Scioli miran el comienzo del otoño con más ansiedad que nadie porque si Cristina decidiera no presentar su reelección, ellos dos serían los candidatos “naturales” del peronismo no antikirchnerista.
Y la verdad es que nadie sabe, comenzando por la propia Cristina Kirchner, quien ya verá cómo llega su ánimo cuando esté próxima a cumplir medio año de viudez y qué secuelas dejó en su cuerpo tanta tristeza contenida. Hasta hace un mes, los planes públicos de Cristina para después de diciembre de 2011 eran los de no ocupar ningún cargo porque su marido tomaría la posta. Algunos proyectos personales debía tener en mente después del desgaste que significa conducir un país durante cuatro años, todos pospuestos pero quizás a la espera de pedir desde el inconsciente ser tenidos en cuenta de alguna forma.
No ver a Cristina como un ser humano normal, afectado por los padecimientos emocionales que todos sufrimos, es producto de la misma miopía –interesada para unos, superficial para otros– que llevó a considerar que una angioplastia tras una operación de carótida no era un problema para que Néstor Kirchner volviera a ser presidente.