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¿Y si sale fortalecida?

El paro del campo sacó a Cristina de la cueva. Por primera vez, la sociedad argentina quedó cara a cara con ella. El silencio de radio que cultivó durante el período electoral se mantuvo los primeros meses de gobierno. Los ruralistas la empujaron al centro del escenario sin anestesia.

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El paro del campo sacó a Cristina de la cueva. Por primera vez, la sociedad argentina quedó cara a cara con ella. El silencio de radio que cultivó durante el período electoral se mantuvo los primeros meses de gobierno. Los ruralistas la empujaron al centro del escenario sin anestesia. Ahí, bajo los reflectores, quedó expuesta a la mirada de todos. ¿Y ahora? Ya no hay marido ni intermediario que valga; punto de inflexión del que jamás volverá. En cierto sentido debería agradecerle a los chacareros. Tiene la oportunidad histórica de “deshacerse” del esposo e iniciar un camino propio. Sin ese empujoncito rural, estaba obligada a ser la virreina de un poder mayor que ni siquiera se preocupó por ocultarse en las sombras. Ahora sabe que los argentinos somos implacables con nuestros presidentes. Sus vacaciones de Semana Santa fueron las últimas. Cuando todo esto pase lo entenderá. Incluso es probable que respire aliviada y sonría a escondidas. Es libre. Quedó demostrado que D’Elía, Néstor y compañía, son guardabarros débiles frente a una sociedad que le reclama respuestas al que manda. Acá la gente habla directo con el rey. Mande, obedezca, o córrase del medio es la consigna. Si sólo está dispuesta a obedecer, el futuro se tiñe de castaño oscuro. ¿Quién manda acá?, es la pregunta obligada. Está sola. Sentada sobre millones de votos. Pero sola. Bienvenida al poder. Es lo mejor que le podía pasar.
Extraña paradoja la de las retenciones. Cristina asumió gracias a los campesinos que parecen odiarla. Hasta para eso es clave el campo en este país. Eso sí, hay un tema que complica las cosas: igual que en esas telenovelas en las que se estira el encuentro entre los protagonistas, el de la sociedad con su presidente se demoró mucho. Los márgenes de error son bajísimos. O la besamos pronto, o el rating se viene a pique. El debut fue malo. Sin embargo, a veces las buenas novelas arrancan así. Los protagonistas se odian de entrada para enamorarse después. Hay que reconocerle algo a nuestra heroína presidencial: entre el primer discurso y el segundo hubo un abismo. A su manera, dejó entrever que estaba dispuesta al diálogo. Sí sólo hubiese pulido un poco esa manía de dividir. Nadie es perfecto. Espero con ansiedad el próximo capítulo. Cacerolas aparte, le pongo unas fichas a esta nueva tira criolla. El argumento quedó en manos de Cristina.