“Alfredo Yabrán les pagaba bien a sus empleados.”
Hugo Moyano
“Estoy de colono con los Yabrán desde hace diez años.”
Alfredo De Angeli
Carlos Menem viajaba en los aviones de Alfredo Yabrán. Una tarde de septiembre de 1995, desde la escalerilla de uno de ellos, dijo: “No conozco a la mafia de la que habla el ministro Cavallo”.
Los funcionarios K viajan en los aviones de los herederos de Alfredo Yabrán. Una madrugada de agosto de 2007, a bordo de uno de ellos –alquilado por la energética pingüina Enarsa– llegó al país el venezolano Guido Alejandro Antonini Wilson con su valija repleta de dólares, presuntamente destinados a alguna faceta de la campaña presidencial de Cristina Kirchner.
Todos los pasajeros venezolanos de este último vuelo dieron, para traspasar los controles migratorios, una misma dirección en Buenos Aires: Viamonte 352, es decir, las oficinas de la mini aerolínea Royal Air, donde, que se sepa, no funciona ningún hotel.
Viamonte 352 fue una de las claves para que, en su momento, Cavallo denunciara a la “mafia enquistada en el poder” que encabezaba Alfredo Yabrán: las principales empresas del grupo tenían ese domicilio y varias de las empresas que Don Alfredo jamás reconoció como propias contaban en sus directorios a personas que también figuraban a cargo de empresas radicadas allí mismo, en Viamonte 352.
Aquellas oficinas, al igual que las mansiones de Yabrán y muchos de sus amigos, estaban fuertemente custodiadas por unos señores de fama y modales amasados durante la dictadura, en las catacumbas de la ESMA y otros campos de concentración. Uno de ellos hoy está preso por sus violaciones a los derechos humanos: le decían “Palito” o “Jerónimo”, en los 70, y se llama Adolfo Miguel Donda Tigel. En su “foja de servicios” judicial consta que Donda tuvo que ver con la desaparición de su hermano José María y de su cuñada María Hilda, y con la entrega de la bebita de ambos, Victoria, a otro marino de su misma laya.
Victoria Donda recuperó su identidad hace ya casi cuatro años, decidió romper con todo su pasado infantil y adolescente, y hoy es diputada nacional: forma parte del sector más vehemente de los Jóvenes K y se exhibe dispuesta a casi todo para que se levante el paro “golpista” del campo, sin molestos caceroleros a la vista.
La cabeza sindical de esa contraofensiva kirchnerista es Hugo Moyano, jefe máximo de los camioneros y la CGT. Marplatense de origen, Moyano hizo sus primeros palotes gremiales inspirado en la astucia de un viejo cacique cegetista también oriundo de La Feliz: el petrolero Diego Ibáñez, un gran amigo de Alfredo Enrique Nallib Yabrán, quien llegó a darle 2 millones de dólares en un bolso para pagar el rescate del hijo de Ibáñez, Guillermo, secuestrado –y luego asesinado– en 1990.
Promediando la década pasada, Moyano también llegaría a integrar el mailing sindical del magnate postal. Los empleados de OCA, OCASA, Juncadella y demás couriers siguen siendo afiliados de Camioneros. Llegaron a ser 5.000. Las paritarias del sector, Moyano y Yabrán las realizaban a solas.
El miércoles 14, al hablar como flamante vicepresidente 2º del PJ durante la asunción de Néstor Kirchner al frente de ese partido, Moyano se dirigió directamente –una vez más– a los conflictivos ruralistas. “Ustedes les piden humildad a la Presidenta mientras cortan las rutas y tienen de rehenes a los camioneros. Si el movimiento obrero decidiera llevar un millón de trabajadores a las rutas, lo podríamos hacer. Pero esto no se resuelve en la ruta, sino dialogando”, se aflojó al final, cuando parecía a punto de convocar a un verdadero desastre.
En la ruta 14, a la altura de la insistente Gualeguaychú, lo miraba por TV Alfredo De Angeli, el más duro y mediático de los caciques agropecuarios. De Angeli, quien en medio del conflicto había acusado a Moyano de ser “el López Rega de Kirchner”, es un arrendatario entrerriano dedicado a la producción de girasol, soja, maíz y trigo, y a la prestación de servicios agropecuarios a terceros. Más de mil de las hectáreas que De Angeli trabaja en sociedad con su mellizo Atilio pertenecen a la firma Yabito SA, fundada por Alfredo Yabrán, regenteada durante varios años por su hermano Toto y con oficinas centrales en Buenos Aires. ¿La dirección? Viamonte 352.
Alfredo Yabrán se dio un escopetazo en la boca hace ya 10 años en la estancia San Ignacio, ubicada en el corazón de Entre Ríos y “nave insignia” de Yabito SA. Los empleados del establecimiento no participan de los cortes de rutas –Sebastián Iñurrieta, el cronista de PERFIL que firma el delicado relato que antecede a esta columna, los notó más preocupados para evitar las visitas indeseables–, pero apoyan la protesta. La familia Yabrán, como tantos otros productores, goza del boom de la soja y rechaza las retenciones móviles.
Hay estrellas que siguen brillando años luz después de apagadas. La sombra de Yabrán fue más potente que su cuerpo. Años sombra... Buena manera de medir la historia argentina. ¿No?