Maceió aloja un secreto. No son las playas desiertas ni las arenas blancas ni la temperatura del mar a 26º, sino las piscinas naturales que se forman cuando baja la marea. Los barcos avanzan mar adentro y la costa se transforma en una línea dorada, lejana, que va quedando atrás. Al bajar, el agua salada llega hasta las rodillas, entonces, de repente uno se encuentra sentada en el medio del mar rodeada de corales. Maceió, la capital del Estado de Alagoas es conocida como el caribe brasileño y está a cinco horas de Córdoba a través de un vuelo directo que Viajes TDH inauguró junto con GIT Operador de Turismo a través de Viajes TDH.
Alagoas es un oxímoron: el segundo Estado más pequeño de Brasil contiene la inmensidad del mar en playas que aún permanecen vírgenes. Su nombre se debe a las lagunas que rodean el litoral. Está 10 grados por debajo de la línea del Ecuador. A las cuatro y media amanece y a las seis de la tarde comienza a anochecer. A través de barcos, lanchas o buggys PERFIL CORDOBA recorrió sus 40 kilómetros de playas. El barco que recorre la barra de San Miguel se detiene y un guía se zambulle en el océano. Vuelve con un erizo puntiagudo que se mueve levemente y después con un pulpo. Unos kilómetros más adelante, cerca de los arrecifes, se acercan peces de colores que permanecen cerca aún cuando están rodeados de los que se animan al snorkel.
A la playa de Carro Quebrado solo es posible acceder a través de una lancha o barco y se puede permanecer allí por tres horas porque es el tiempo que la marea deja al descubierto las arenas do
radas. Hay piedras -parecen pintadas por acuarelas en tonos cálidos- que bordean la costa. Al tomar una, la mano empieza a teñirse de amarillo o de naranja.
La playa es angosta. Un acantilado de color rojizo coronado por cientos de palmeras abraza la playa angosta, como si estuviera custodiando un tesoro que solo aparece durante tres horas al día. Entonces, otra vez la lancha, el viento fresco, las olas salpicando la cara cuando el mar está bravío. El día es manso hasta que un buggy exalta los cuerpos al atravesar un camino de tierra y palmeras. Otra playa desierta con acantilados que recuerdan, por sus colores, a los cerros norteños de Argentina. Frente a ellos, el mar.
Playas y más playas.
Alagoas, al ser un Estado pequeño, permite recorrer cientos de playas en cuestión de minutos. Muchas aún no cuentan con lugares para hospedarse, pero Maceió tiene una gran capacidad hotelera en la zona norte de la ciudad. En cada hotel hay guías de Luck Receptivo que facilitan los recorridos por Alagoas a través de paquetes ya armados que rondan los 300 y 400 pesos aproximadamente. Las más recomendadas son la playa de Gunga, del Francés y Maragogi.
A la feria de artesanías -a veinte minutos de la zona céntrica- se puede ir caminando. Allí, las mujeres lucen el filé, una técnica de bordado que imita a las redes que los pescadores hacían para cazar. En los puestos de venta, están sentadas tejiendo, en silencio. A la noche, la actividad nocturna se concentra en las avenidas. La costanera descansa.
El mar avanza y retrocede, obedeciendo así a la fuerza de la luna. Las palmeras escoltan la arena fina, blanca a veces, dorada cuando el sol aparece dominante en las alturas. Una foto perfecta incluye camarones servidos sobre una ananá, pescados frescos o una caipirinha. Maceió es una punta de tierra que emerge mar adentro.