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Arbitraje y especulación: valoraciones éticas y pragmáticas

1-11-2020-Logo Perfil
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La base material de la polis griega fue el esclavismo. Grecia surge contra el sistema mercantil, más que con él. La expansión helénica que aflora en el paso de la Grecia arcaica a la “clásica”, ocurre con su expansión por el Mediterráneo y, entonces, a partir de allí, la actividad comercial e industrial se torna preponderante. Aclaramos: lo anterior no es valorativo, es descriptivo.

Según Warren Buffet, la inactividad, en lo que respecta a la inversión bursátil, es la regla: sería similar al ocio contemplativo de la Grecia iniciática. Esta conducta puede ser válida en el mercado americano, pero de ninguna manera para la bolsa argentina.

Cuando todos los precios presentan un ridículo descuento con el valor, surge la razonable duda sobre cuál de las cotizantes será la que comenzará antes la lógica apreciación que ocurrirá en algún momento futuro. La diversificación a que hice referencia en la columna del domingo anterior (“La Diversificación como defensa”) tiene como fin disminuir el riesgo  de la cartera: la vigilia permanente, en el caso y el arbitraje oportuno de las especies que adelantan su valoración por las más lentas, es lo que debe hacerse para potenciar el rendimiento. Y esto, nada tiene que ver con la inactividad a que alude Buffet ni con el ocio contemplativo helénico arcaico. En la gestión, la última especie en tomar su valor real es el activo de concentración, previo al cierre final de la posición. La actividad debe ser, por lo tanto. persistente.

El especulador

La administración pública, para cubrir su ineficacia crónica, apunta al “especulador”. Para ella, éste es un parásito codicioso, creador de crisis financieras, egoísta, maníaco-depresivo, temeroso o temerario: alegan los funcionarios que el especulador medra con las crisis para enriquecerse con la penuria general. Huelga mencionar que nada más cerca del concepto de “especulador”, que aquel que ejecuta a diario una tarea de arbitraje.

Opino que, pensar y actuar en contra del concepto que del especulador siempre se instala, es una conducta honesta, gratificante y que enaltece a quienes la practican diariamente. En tal sentido, como especulador, me considero parte de una fuerza benigna y esencial para el buen funcionamiento del sistema capitalista; ínfima parte de los que encauzan la información para que se formen precios correlacionados con el valor. El denostado “especulador” vitaliza el sistema.

Como estas notas están dirigidas a pequeños inversores, es decir, a aquellos que relativamente “no tienen dinero”, creo oportuno recordar el concepto del experto húngaro André Kostolany (1906-1999): “Quien tiene mucho dinero puede especular; quien tiene poco no debe especular; quien ‘no tiene dinero’ debe especular”

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Gestor de patrimonios financieros y Contador Público.