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CóRDOBA
LA ARGENTINA ININTELIGIBLE

El barco de los necios

26-10-2020-Logo Perfil
. | CEDOC PERFIL

Mirada desde el extranjero, Argentina deviene sencillamente ininteligible. Utilizando una imagen satírica de Sebastian Brent, en el mar de las naciones podrían identificarnos como el ‘Barco de los Necios’ que navega -desde hace décadas- hacia un lugar que ‘no existe’.

A mediados del siglo pasado, cuando los hemisferios se fracturan, un sector de nuestra dirigencia se abrazó a la ‘carta ideológica comunista’, enderezó sus velas en dirección al ‘paraíso de los trabajadores’, donde tendrían resolución todos nuestros males e inequidades.

Desde entonces, padecemos una ‘guerra fratricida’ que bajo sus diversas modalidades, intensidades e intermitencias, solo ha logrado elevar -de manera exponencial- aquella grave inequidad de origen.

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Hacia fines de los '80, los muros y alambradas que separaban las democracias occidentales de las democracias populares del este se encontraban exhangües. Las presiones hacia Occidente eran insostenibles. Inocultables diferencias a uno y otro lado del muro, terminaron con la ‘Cortina de Hierro’ y condujeron a la extinción de la URSS.

Hiroo Onoda fue un férreo creyente del dogma ‘Nipón”. El Imperio del Sol jamás sería derrotado dado que su emperador era la mismísima presencia de Dios en la tierra. Negándose a creer en las noticias, recién en 1974, a casi 30 años de firmada la rendición, entregó su sable en Filipinas. En todo ese tiempo, viscerales enemigos transformaron sus relaciones. Los responsables de Hiroshima y Nagasaki devinieron en aliados estratégicos del milagro económico japonés. Sin embargo, Hiroo Onoda, de espaldas a la realidad, a la verdad, decidió continuar su ‘guerra de guerrillas’ combatiendo un enemigo inexistente, asesinando sin que para ello mediara justificación alguna, salvo su necedad. En sus memorias lo explica así: “Si había algo que no encajaba en nuestras ideas, lo interpretábamos para que signifique lo que nosotros queríamos que signifique”.

Los argentinos profesamos una suerte de ‘Onodaísmo’ vernáculo. Continuamos con apasionada obstinación una guerra foránea extinguida -ya casi- tres décadas atrás. En lugar de arriar vetustas ideologías, elevar la defensa de ideales pendientes de realización, se nos da con mayor naturalidad el transitar el camino inverso, tal y como lo evidencia nuestro disrítmico posicionamiento diplomático en relación con los derechos humanos en Venezuela, ya sea en la OEA como en la ONU.

Aquella máxima… “la izquierda otorga fueros”, se convirtió en una mascarada, constructora de identidades y adhesiones cuasi religiosas a partir de grupos heterogéneos y diversos. Bajo la fragua del ‘odio’ acérrimo al enemigo ‘interno’ y ‘externo’, navegamos sin rumbo en el mar de la desmesura.

En todos estos años de deriva, nuestro inexplicable logro -a los ojos del mundo- ha sido elevar la pobreza de nuestra gente, desde aquel inaceptable 5% de los '70 al inmensurable piso del 50% con el que nos enfrentamos hoy.

A comienzos de esta pandemia, los argentinos hicimos frente común, plantamos cara a un enemigo real, no imaginario; unimos nuestras energías vitales deponiendo banderías sectoriales e ideológicas en pos de afrontar un desafío potencialmente terminal. Por fugaces momentos se evidenció que el navegar juntos y ‘en paz’ resultaba un desafío verosímil. Pero al instante que asomó en el horizonte de lo realizable, quienes alimentan esta guerra fratricida, dinamitaron puentes y devastaron todo diálogo posible. Para azuzar aún más la hoguera de la inquisición ideológica, fueron por nuestras libertades, instituciones, por la Justicia, poniendo proa hacia puertos caribeños del socialismo del siglo 21.

Cuando José Ortega y Gasset escribe ‘España Invertebrada’ (1921), se anticipa de manera premonitoria a la guerra civil española. Por entonces, los ibéricos no lo entendieron y para cuando lo hicieron era irremediablemente tarde. Ello debiera hacernos reflexionar a los argentinos.

Nuestro gobierno avanza con febril obstinación en deliberada negación de lo que nos aguarda. Mientras tanto, el canario en la mina -morado de hipoxia- nos advierte de una argentina que agoniza.

Lo que viene y habrá de golpearnos es una crisis de proporciones insospechadas, jamás vista. Y ninguna de las alarmas que anticipan su llegada ha sido tomada en debida consideración por la alianza gobernante. Allí, en la más pura esquizofrenia del poder, se resucitan viejos fantasmas en pos de sostener la ‘división’ entre los argentinos, lo que nos pone -esta vez- a las puertas de nuestra disolución como nación.

La tensión ideológica aviesamente utilizada nos ha extenuado. Apostar a NODIO como pretenso remedio para la violencia simbólica entre los argentinos es alentar alegremente las escaramuzas finales en nuestra línea de fractura.

No quedan dudas de que corresponde a la alianza gobernante el poner fin a la ya indisimulable y grave ‘anomalía’ existente en los más altos niveles de conducción del Estado. No queda tiempo. El doble comando nos lleva en rumbo de colisión inevitable.

A los argentinos, los tiempos por venir, nos obligarán a estrechar filas, deponer diferencias, salvar distancias y abrazar coincidencias. Pero también deberemos ‘neutralizar’ las insidias de quienes trabajan a destajo para mantenernos divididos y enfrentados a partir de aquella lógica ‘setentista’ arropada de socialismo de siglo 21 o ‘posmarxismo’. Debemos impedir que continúen ‘asesinando’ nuestro futuro con pasados extintos.

Para nuestra esperanza existieron muros que parecieron eternos y no lo fueron; amenazaron la supervivencia de sus naciones y no lo lograron. Alemania es prueba certera de ello.

Nuestra dirigencia tiene una responsabilidad ‘histórica’. Pero también, a cada argentino nos toca en suerte jugar -hoy- un papel insustituible, empezando por retirar en humilde silencio los ladrillos aportados al muro que nos divide. En abandonar nuestra ‘necedad’ se juega hoy nuestro destino como nación.

Miguel A. Rey Nores
Abogado